Elisa Bearzotti
Especial para El Ciudadano
Dos años atrás, cuando la humanidad iniciaba el durísimo camino de la convalecencia pandémica, el afán de conocer y tamizar con mirada crítica el diario bombardeo de noticias (tantas veces contradictorias), me impulsó a escribir estas crónicas. Hoy, gracias al efecto de las campañas de vacunación ya comienza a delinearse el mundo postpandémico, y más que nunca me siento interpelada para indagar en las consecuencias de esta crisis que ha impactado de manera contundente en nuestras vidas, condicionando nuestro presente y futuro. Por eso hace unos días llamó mi atención una entrevista televisiva de la cadena internacional de noticias CNN, realizada por el periodista Andrés Oppenheimer al historiador y filósofo israelí Yuval Noah Arari, citado en diferentes ocasiones en estos escritos. Allí, el experto en análisis de procesos macrohistóricos no dudó en calificar el momento actual como la puerta de ingreso hacia un mundo más desigual que el de antes de la pandemia, además de alertar sobre el inicio de una nueva “guerra fría digital” entre Estados Unidos y China.
En este sentido, Arari se reconoció “un poco más pesimista que dos años atrás”, aunque remarcó: “El mundo postpandémico dependerá de nuestras decisiones”. Lo que ya se puede predecir, según este intelectual, es que el mercado laboral cambiará y el equilibrio de poder en el mundo también. “El poder de los que controlan las nuevas tecnologías crecerá, las vigilancias, las herramientas de inteligencia artificial… El peligro es que ingresemos a un mundo mucho más desigual en poder y riqueza que el de antes de la pandemia, dado que algunos países y corporaciones saldrán más poderosos que antes, y otros colapsarán por completo”, aseguró el filósofo en un tramo de la entrevista. También habló del comienzo de una nueva “Guerra Fría Digital” entre Estados Unidos y China, ya que ambos países se dieron cuenta de que quienes controlan el flujo de datos, el flujo de la información, controlan el mundo. “En el Siglo XXI no se necesita enviar tanques y soldados para tener poder sobre un país, sólo quitarle el control de su información”, indicó Arari, y luego –sin temor a caer en una espeluznante distopía imaginada por el más disparatado autor de ciencia ficción– agregó: “Actualmente, Estados Unidos y China están compitiendo entre sí para recolectar toda la información del mundo y armar la infraestructura digital del planeta. El resultado será un nuevo tipo de colonialismo: el colonialismo de datos. Imaginen cuando la información de cada individuo del planeta esté en un solo lugar, ya sea Pekín, San Francisco o Washington”. Y, enfatizando aún más sus dramáticas proyecciones, ante la pregunta periodística sobre las consecuencias de una disputa de estas características, el intelectual respondió: “Si esto ocurre, nadie ganará; la humanidad entera perderá. En este tipo de carreras, una carrera armamentista de inteligencia artificial, no importa quien gane: todos perderemos. En un escenario así se ignorarán todas las regulaciones y todos los peligros que imaginamos en relación a las nuevas tecnologías se harán realidad: robots asesinos, creación de sistemas de armas autónomas, regímenes totalitarios, dictaduras digitales que sepan todo sobre nosotros. Hoy ya es posible destruir por completo la privacidad y si entramos a una nueva guerra mundial digital es posible que éste sea el resultado”. En este punto, Oppenheimer aludió al pesimismo de su entrevistado, dando lugar a la siguiente réplica: “Si, es cierto, soy más pesimista que hace dos años. La pandemia fue muy decepcionante. Había una clara amenaza para la humanidad, y era bastante obvio –y lo sigue siendo– que la única manera de superar eso era mediante la cooperación global. Y, sin embargo, no se logró, no hubo un liderazgo mundial real. Incluso ahora no hay un plan mundial. Si no pudimos hacer esto, ¿cómo haremos para manejar problemas más acuciantes como el cambio climático o el control de la inteligencia artificial?
Una nueva oportunidad para cambiar un poco el estado de cosas –para algunos la última si queremos revertir los efectos del cambio climático– tiene lugar este fin de semana, cuando se realiza en la ciudad escocesa de Glasgow, Reino Unido, una nueva edición de la Conferencia del Clima (COP26) que tiene como objetivo ir un poco más allá del Acuerdo de París, firmado hace ya seis años y que entró en vigencia en 2020. En él, los 197 países firmantes convinieron mantener el aumento de la temperatura global promedio por debajo de los 2°, aunque no definieron detalles sobre cómo alcanzar esta meta. Actualmente, existe un consenso de que para cumplir con estos objetivos se apuntará a reemplazar los autos con motor a combustión por autos eléctricos, y cambiar la energía generada por el carbón a energía solar y eólica.
Para meter algo de presión sobre el tema, hace unos días la ONU dio a conocer un informe que alerta sobre un “catastrófico aumento” de la temperatura global de 2,7% en este siglo si el mundo no despierta. Así lo ha manifestado el secretario general, António Guterres, quien califica el documento como “otra llamada de atención atronadora”, en la que aseguró: “El liderazgo que necesitamos es inexistente. Ha pasado el tiempo de las sutilezas diplomáticas. Si los gobiernos –especialmente los del G20– no se ponen de pie y lideran este esfuerzo, nos encaminaremos hacia un terrible sufrimiento humano. Todos los países deben darse cuenta de que el viejo modelo de desarrollo que quema carbono es una sentencia de muerte para sus economías y para nuestro planeta”.
Los activistas ambientales, sin embargo, descreen de los líderes mundiales. “Palabras. Palabras que suenan bien pero que no han provocado ninguna acción (…) Llevan 30 años de bla bla bla y, ¿adónde nos ha conducido eso?”, señaló Greta Thunberg en septiembre pasado durante un encuentro de jóvenes en Milán convocado por Naciones Unidas, Italia y la presidencia británica de la COP26. “Invitan a jóvenes elegidos a reuniones como esta y hacen como que nos escuchan”, se quejó la activista, asegurando que la inacción de los líderes “es deliberada y una traición a las generaciones actuales y futuras”. Duras expresiones para definir un problema que ya no acepta más dilaciones. Palabras que buscan despertar conciencias adormecidas por la patética acechanza del lucro permanente. “Money, money, money”, canta Lisa desde La Meca financiera del mundo… Un sitio que –a pesar de todos sus millones– en pocos años más se volverá tan inhabitable como el resto del planeta.