Alan Gómez murió de un disparo en abril pasado luego de agonizar tres semanas. Tenía 19 años, un hijo pequeño y vivía con sus padres y sus dos hermanas menores. Su asesinato conmocionó al barrio La Esperanza (también conocido como El Churrasco), en zona norte, donde lo conocían desde muy niño porque fue el batuquero de la comparsa Ebacoi, que fundó su abuela Rosa hace más de una década. Este jueves, personal del Comando detuvo a Jeremías Tomás «Manchado» R., un pibe de 22 años involucrado en la investigación que instruye el fiscal de Homicidios Ademar Bianchini. Se trata del segundo detenido por el crimen: un adolescente, acusado de disparar, se encuentra alojado en el Irar.
Según se informó en forma oficial, la aprehensión fue en un control vehicular en la ruta provincial 18 a la altura del arroyo Saladillo. “Los policías interceptaron al joven y procedieron a realizar la identificación correspondiente, logrando determinar que era requerido por la justicia desde el 28 de mayo”, indicaron. El joven, que quedó alojado en la comisaría 26ª, será imputado por el asesinato este sábado por la tarde.
La madrugada del 1° de abril a Alan le dispararon por un altercado que tuvo un conocido suyo, Emanuel B., en el after La Previa, de zona sudoeste. Según contaron sus padres, cuando salió del bailable fue a buscar su moto que había dejado cerca del domicilio de Emanuel, en Biedma y Barra, cuando pasaron dos pibes en moto y les dispararon. Un plomo le impactó a Alan y otro le dio en una pierna a un adolescente. Gómez nunca volvió a su casa.
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Ese mes los padres del chico, Verónica y Claudio, recibieron a El Ciudadano en su casa de barrio La Esperanza. Allí nació Alan, el único varón, y luego Lara, de 17 y Naiara, de 4. La familia creció al compás de la comparsa Ebacoi que fundó hace 15 años Rosa, la mamá de Verónica. Alan era batuquero, contaron.
Ese mañana fatídica, Verónica notó que su hijo no había vuelto a dormir y lo empezó a llamar, preocupada. Nadie le respondía. Un rato después le avisaron que le habían disparado y que estaba internado en el Heca. Verónica y Claudio llegaron volando al hospital donde encontraron el consuelo de los policías. Les dijeron que Alan estaba fuera de peligro y les hicieron preguntas.
“Me hicieron firmar unos papeles porque ya estaba en cirugía. A los cinco minutos se acerca el policía del destacamento y me dice que me quede tranquilo que Alan estaba fuera de peligro. A la media hora aparece la Policía de Investigaciones (PDI) y me dice lo mismo, pero me pregunta si mi hijo andaba en algo raro. Y les dije la verdad: que mi hijo trabajaba conmigo en Cristalería, que se levantaba todos los días a las cinco de la mañana hasta las cuatro de la tarde que salía. Que vivía con nosotros, que tenía un hijo de un año y medio, que era un padre presente y responsable, que era un pibe sano y que no teníamos idea lo que le había pasado. Una hora y media después salió una cirujana y nos dijo que nuestro hijo estaba en estado crítico”, contó Claudio.
Alan agonizó tres semanas y fue sometido a cinco cirugías a causa de un balazo que le entró por la zona lumbar y le quedó alojado en el cuerpo. Nunca salió de terapia y estuvo los primeros 16 días conectado a un respirador. Durante ese tiempo, sus padres se instalaron a vivir en el hospital para no dejarlo solo: “Nunca habló, siempre estuvo inconsciente. Pero a veces le hablábamos y nos seguía con la vista o nos apretaba la mano”, recuerdan. Murió la madrugada del domingo 22 de abril.
“Mi hijo no era uno más del montón. No andaba en cosa raras. Era un chico sano, jamás anduvo en nada malo. Pueden preguntar en el barrio. Nunca tuvo problemas con nadie. Jamás. Él hizo siempre una vida normal, trabajaba, jugaba al futbol, estaba en la batucada, era educado, no se drogaba”, dijo a El Ciudadano Verónica, sin encontrar consuelo.
Además de Jeremías «Manchado» R., quien según contaron allegados a Alan, era quien manejaba la moto desde donde partieron los disparos, un adolescente está alojado en el Irar, acusado de haber disparado el tiro fatal contra el batuquero.