Osvaldo Pellin (*)
Pareciera que la realidad nos hubiese condenado a vivir las plagas de Egipto, sin solución de continuidad: después de Macri, la pandemia.
No obstante y por si esto fuera poco, todavía le piden al gobierno un plan de pago de una deuda impagable que él no contrajo, que se rebajen los sueldos tipos que laburan 20 horas por día y un plan económico para que las grandes corporaciones mantengan e incrementen su nivel de rentabilidad. Sin hablar del 40% de pobres a los que hay saciar su hambre.
Esta pandemia por un coronavirus pareciera que es un hecho nuevo que nos afecta sólo a esta generación de humanos. Sin embargo su aparición responde a un ciclo cuyo intervalo se extiende por unos cuarenta años del episodio pandémico anterior y del que probablemente le seguirá.
Las pandemias del siglo XX fueron desde la llamada Gripe Española hasta la gripe de Hong Kong, pasando por la gripe asiática, todas producidas por el virus de la Influenza A y B.
En cambio, sin variar en demasía los síntomas de inicio, las pandemias de este siglo fueron a predominio de los corona, en 2002 y en 2006.
La banalidad de un cuadro gripal en época de epidemia es siempre una subestimación de la eventual gravedad en la evolución clínica del cuadro en cualquier época del año, quizás porque no se piensa en las complicaciones.
La respuesta de algunas naciones respecto de lo que poco después la Organización Mundial de la Salud declara “Pandemia”, tuvo parecida actitud a la que un ciudadano común tiene respecto del padecimiento de una gripe: subestimar la dolencia. Muchos siguen trabajando, y otros se meten en cama, toman un analgésico y esperan que baje la fiebre para volver otra vez a la actividad. Pero esta vez el Covid-19 mostró su virulencia, sobre todo en el terreno de las graves complicaciones que deja como secuela de su paso en un organismo susceptible.
El número de fallecidos en cada episodio pandémico casi siempre superó el millón de personas. No es sólo el virus el causante de semejante mortalidad. El virus le abre la puerta a los gérmenes de la comunidad, especialmente al neumococo, que se hace cargo del asalto final al cuerpo previamente atacado por el virus.
Las armas con las que contamos para combatir el corona-virus son las mismas que se tenían a mano cuando los que predominaban eran los virus de la influenza: ausencia de medicamentos específicos que destruyan o paralicen al virus, medidas de higiene como el lavado de manos y utilización de mascarillas que detengan la expulsión del virus por la palabra hablada, el estornudo o la tos.
A favor están los respiradores electromecánicos, cuya utilización masiva le permite sobrevivir al paciente estando bien oxigenado y esperar la acción de defensa de sus propios anticuerpos, mantener su medio interno equilibrado y utilizar la alimentación parenteral si fuera necesario.
Estos últimos procedimientos son hasta cierto punto aportes novedosos de no muy remota utilización: mantener al paciente en equilibrio homeostático mientras lucha contra la agresión viral. Estos aportes son decisivos a la hora de mensurar el éxito o el fracaso de los intentos terapéuticos.
Se carece de medicamentos antivirales específicos contra el corona por el momento, salvo el suero de convalecientes que utilizaron los chinos en esta pandemia y que provenía de una innovación que se practicara en la Argentina para tratar la epidemia del Mal de los Rastrojos de algunas décadas atrás.
Este método depende de que haya un dador de plasma de donde se extrae el suero que contiene los anticuerpos contra el virus. Esos anticuerpos del suero se inyectan o aplican al enfermo. Este método no se ha utilizado con los pacientes en nuestro país. Claro, se necesita un buen número de curados con anticuerpos para aplicar a los convalecientes. En una palabra, sumar defensa inmunológica a la del propio paciente en el período de estado.
Hasta ahora la conducción de la pandemia con base en la Salud Pública argentina se está llevando a cabo satisfactoriamente, con pocos fallecidos y también pocos infectados. Con un presidente que se deja asesorar y que toma decisiones con un gran sentido de la oportunidad.
De seguir manteniendo la cuarentena y/o evitar el contacto persona a persona se irá cortando la cadena de transmisión del virus y de a poco iremos integrando más conciudadanos al trabajo, más estudiantes a las aulas, más servicios a disposición de las mayorías.
(*) Médico. Ex diputado nacional por el Movimiento Popular Neuquino, afiliado después al Partido Socialista y colaborador de Guillermo Estévez Boero. De vaconfirma.com.ar