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Deuda con intereses: la pandemia pasó factura y movió los cimientos electorales

Las variables que han empujado la decisión de la gente en la recientes PASO han sido principalmente dos: la recesión económica y las restricciones obligadas para mitigar el avance de la pandemia, las mismas que, por otra parte, han resultado “piantavotos” para todos los gobiernos del mundo

Elisa Bearzotti

 

Especial para El Ciudadano

 

Desde estas crónicas –no siempre plagadas de buenas noticias– hoy nos complacemos en realizar un anuncio muy esperado por la ciudadanía argentina: la “grieta” se ha sellado. Sí, lo decimos sin tapujos porque después de las elecciones primarias hemos visto a ambos bandos unidos por el mismo estupor, idéntico desconcierto y similar incertidumbre sobre el futuro de nuestro vapuleado país. Los analistas políticos, que no supieron predecir las consecuencias del abrumador cansancio de la población, tampoco son capaces ahora de avizorar un derrotero honorable para los próximos dos años de gobierno, amenazado por peleas internas y una oposición que no termina de saber cómo utilizar el legado de la voz popular, ahora que los vientos les son nuevamente favorables. Y es que la pandemia no resultó gratuita para nadie y menos para los políticos, de modo que hoy se cobra la deuda con vocación de usura, imponiendo más intereses que el Club de Paris y el FMI juntos.

De acuerdo a la opinión de propios y ajenos, las variables que han empujado la decisión de la gente han sido principalmente dos: la recesión económica y las restricciones obligadas para mitigar el avance de la pandemia, las mismas que, por otra parte, han resultado “piantavotos” para todos los gobiernos del mundo encargados de timonear esta crisis. Es cierto que en nuestra apasionada tierra todo siempre termina asumiendo aspectos de vodevil, con renuncias masivas de funcionarios y guerra mediática de tuits, pero incluso en la “aburrida” Europa o en el más previsible Estados Unidos fue necesario reacomodar las fichas para calmar la sed vindicativa de la población. Una prueba de ello es el reciente referéndum convocado por los republicanos para destituir al gobernador de California, el demócrata Gavin Newsom, quien finalmente logró mantener su puesto con un amplio margen del 66,8% de los votos. Según el portal Euronews, las drásticas medidas tomadas para transitar la pandemia, unidas al escándalo por las fotos de Newsom desacatando sus propias restricciones (cualquier parecido con nuestra realidad NO es simple coincidencia) hicieron temblar los cimientos demócratas en California, aunque sin lograr derrumbarlos. Con los comicios cerrados, Newsom afirmó: “Estamos disfrutando del abrumador voto por el «No» esta noche. Pero quiero centrarme en aquello sobre lo que hemos dicho sí. Hemos dicho sí a la ciencia, a las vacunas. Hemos dicho sí a acabar con esta pandemia, al derecho de la gente a votar sin miedo al falso fraude y a la supresión de votos. Hemos dicho sí a la diversidad y a la inclusión”.

En relación al tema de la cuestión económica y el impacto de la pandemia, hay que decir que en otras partes del globo –incluso en países con una “espalda” mucho más ancha que la nuestra– tampoco todo fueron rosas, y aún hoy el desafío para salir de la recesión mueve las mentes y los corazones de los economistas hacia propuestas que trascienden los límites de la ideología y la conveniencia de clases. En este sentido se expresó Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía 2001, en una reciente entrevista realizada por el antes mencionado portal de noticias. Frente a la pregunta de la periodista Efi Koutsokosta sobre qué tipo de políticas económicas deberían aplicar los gobiernos en el mundo pospandémico, el especialista no dudó en aseverar: “En Estados Unidos se está produciendo un replanteamiento importante de la situación. Por ejemplo, la política industrial se consideraba algo en lo que los gobiernos no debían participar, tanto en Estados Unidos como en Europa. En cambio ahora, de forma bipartidista, se aprobó un enorme proyecto de ley de política industrial para fomentar la investigación y tratar de ser más competitivos. Supuso un gran cambio de la noche a la mañana. La gente no ha hablado mucho de ello, pero es un cambio fundamental en la política”. En otro párrafo de la entrevista admite “La pandemia expuso y agravó las desigualdades en nuestra sociedad… El mercado, una vez más, no hizo lo que tenía que hacer. El tipo de lo que a veces se llama ideología neoliberal, que ha prevalecido durante los últimos 40 años, no ha servido bien a nuestra sociedad y, por ello, necesitamos que el Estado cumpla un papel destacado en muchos sentidos”.

“Si no morimos por el cambio climático, necesitaremos una mejor protección de los trabajadores, de las leyes laborales y de las leyes de monopolio”, concluye Stiglitz haciendo una clara proyección de los cambios que se proponen a nivel global.

Como siempre, el arte define la marca de los tiempos y, con su modo grotesco y transgresor, nos hace poner la mirada sobre las contradicciones, el sufrimiento y las aberraciones de este mundo loco y desigual. Una muestra de esto pudo verse en la reciente Gala del Instituto del Vestido del Metropolitan Museum of Art de New York –el icónico Met que alberga algunas de las colecciones más importantes del mundo– cuando Kim Kardashian subió las escaleras que dan a la mítica 5ta. Avenida cubierta con un traje negro de pies a cabeza que destacaba su llamativa figura y ocultaba su cara, desafiando antiguos cánones sobre la ubicuidad de la figura femenina. Otro llamado de atención fue el atuendo utilizado por la congresista hispana Alexandra Ocasio-Cortez, un impoluto vestido blanco con aires nupciales que llevaba escrito en grandes letras rojas “tax the rich”, es decir “impuestos para los ricos”. Ambas imágenes confluyen en la difusión de símbolos muy actuales: el escándalo ocasionado por la desigualdad mundial y la negación de las mujeres a seguir asumiendo roles clásicos impuestos por los hombres.

En “Nieve”, una increíble novela del escritor turco Orhan Pamuk, el personaje principal –Ka, un periodista exiliado en Alemania– vuelve a su ciudad natal con el objetivo de descubrir qué hay detrás del suicidio de varias jóvenes de 15 y 16 años, entre ellas algunas ultra religiosas que defendían su derecho a cubrirse la cabeza. El relato –que transcurre por los cauces de la política, la tradición e incluso el amor, siempre envuelto por una blanca y fría nostalgia (como la nieve)– muestra la resolución de las casi niñas que deciden, con la fuerza arrolladora del contagio, no adherir más a los cánones patriarcales de una sociedad machista y controladora, poniendo en jaque a todo un pueblo y cuestionando las costumbres más arcaicas… Claro que cuando el velo se corre lo que hay detrás es intolerable. Sin llegar a tales extremos, es cierto que quizás para conseguir los cambios que el mundo necesita, las mujeres debamos tomar definitivamente la bandera y atrevernos a maternar el mañana, como si de un hijo enfermo se tratara… Hoy es el momento, la marea viene subiendo y amenaza con cubrir cada resquicio.

 

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