Un equipo de arboristas ha clonado con éxito sequoias rojas, y lograron hacer crecer 75 retoños que fueron plantados en el Parque Nacional Presidio, de San Francisco, Estados Unidos. La clonación se llevó adelante a partir de material genético extraídos de los tocones de los árboles costeros más antiguos y más grandes del mundo, algunos de los cuales tenían unos 3.000 años de edad y sus troncos medían unos 11 metros de diámetro cuando fueron talados en los siglos XIX y XX.
La iniciativa está dirigida por Archangel Ancient Tree Archive, una organización sin fines de lucro que trabaja para restablecer los antiguos bosques de sequoias para ayudar a combatir el cambio climático. Las sequoias costeras (sequoia semprevirens), que pueden crecer un promedio de 3 metros por año, secuestran 250 toneladas de dióxido de carbono de la atmósfera a lo largo de sus vidas, en comparación con 1 tonelada de un árbol promedio.
“Estamos entusiasmados por establecer el estándar para la recuperación ambiental”, dijo David Milarch, un arborista de cuarta generación y cofundador del Archangel Ancient Tree Archive, en un comunicado. “Estos árboles tienen la capacidad de combatir el cambio climático y revitalizar los bosques y nuestra ecología de una manera que no hemos visto antes”.
Hoy en día, los tocones gigantes de las sequoias antiguas salpican el paisaje desde Oregon hasta el norte de California, recordatorios del bosque antiguo que solía extenderse a través del Pacífico Noroeste. Muchos arboristas asumieron que estos tocones estaban muertos, pero David y su hijo, Jake, descubrieron tejidos vivos que crecían de las raíces de los árboles, material conocido como brotes sin base o de tocón.
Los Milarch recolectaron ADN de tocones de cinco sequoias gigantes de la costa, todas más grandes que el árbol con vida más grande del planeta. Éste es Hyperion, de 115,5 metros de altura y está en una localización no divulgada en el Parque Nacional Redwood, al norte de San Francisco, California. Se descubrió el 8 de septiembre de 2006 y desbancó a Gigante de la estratósfera, de una altura estimada de 112,8 metros. Ambos siguen creciendo.
Entre el material genético recolectado por los Milarch se incluyó el de otra sequoia menor pero imponente: General Sherman, de casi 84 metros de altura y un diámetro de 7,6 metros de tronco, que está en el Parque Nacional de las Sequoias, en Sierra Nevada.
Luego utilizaron este material genético para cultivar docenas de árboles jóvenes, clones de árboles antiguos, un proceso que les llevó aproximadamente dos años y medio. Archangel Ancient Tree Archive ya ha plantado cerca de un centenar de estos árboles jóvenes en el jardín Eden Project, en Cornwall, Inglaterra, un par de cientos en Oregón, y están organizando más forestaciones de árboles jóvenes en otros nueve países.
En Argentina, donde el gigante del bosque nativo es el alerce patagónico (fitzroya cupressoides) –el árbol de mayor altura del Cono Sur– que no está emparentado con la sequoia, se alza una, traída de Estados Unidos en la plaza central de Junín de los Andes, la población más antigua de Neuquén.
Paradójicamente ambas especies, al norte y al sur del continente, están consideradas como “En Peligro” por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
En el caso de las sequoias ya se está remedando: “Estos árboles jóvenes tienen un potencial extraordinario para purificar nuestro aire, agua y suelo para las generaciones venideras”, dijo Milarch. “Esperamos que el «súper bosque» de San Francisco, que tiene la capacidad de convertirse en un bosque eterno, pueda crecer sin ser molestado por desastres naturales o provocados por el hombre y, por lo tanto, propagarse para siempre”.