Por Clara Olmos / Télam
Milagros García y Alejandra Clavijo, jugadoras del equipo de fútbol La Nuestra del barrio Padre Mugica, y Mariana Vera y Oriana Vega, del Club Villas Unidas, destacaron el rol que tiene ese deporte en los barrios populares y la doble batalla que dan frente al machismo y el clasismo, en el marco de la primera celebración del Día de la Futbolista Argentina.
El crecimiento del fútbol femenino en el país no es un fenómeno ajeno a los barrios populares y a diferencia de lo que ocurría una década atrás hoy es más común ver mujeres y diversidades jugando a la pelota en los potreros de villas y asentamientos, aunque la discriminación persiste.
Las futbolistas coincidieron sobre «lo duro que fue poder lograr que nos respeten como mujeres en el fútbol».
Tanto Milagros (18) como Alejandra (19) comenzaron a jugar desde muy chicas con el apoyo de sus familias, algo inusual ya que en muchos casos los padres son las primeras barreras para practicar este deporte, considerado aún «de varones», indicaron las chicas.
La Nuestra, el equipo dirigido -entre otras personas- por la exjugadora Mónica Santino, se puso de pie en el año 2007 en la cancha del Barrio Güemes en lo que entonces se conocía como Villa 31, en la zona porteña de Retiro, que en aquel entonces era de tierra.
Hoy no sólo agrupa a más de 120 jugadoras entre todas las categorías, sino que también construye y fortalece redes feministas y comunitarias en el territorio, acompañando diversas situaciones.
Alejandra, quien a los cinco años migró con su familia de Bolivia al barrio Padre Mugica, aseguró que cuando llegó «el espacio no estaba tan ganado como ahora».
«Yo era chiquita y veía como las pibas hacían frente a los insultos e incluso a las agresiones físicas o los piedrazos que les tiraban los varones», narró la joven jugadora de La Nuestra.
Es que el espacio actualmente conocido como «La cancha de las mujeres» lejos estaba de serlo unos años atrás, cuando grupos de varones instaban a ir «a lavar los platos» a las mujeres que jugaban a la pelota y les disputaban el lugar, evocaron las jugadoras.
«Fue pasando el tiempo y cada vez se iban sumando más y de diferentes edades. Así que empecé con siete años y desde ahí el fútbol me cambió, porque me dio herramientas para afrontar la vida de una chica migrante, un poco gordita, que juega al fútbol», relató Alejandra antes de ingresar al campo de juego.
Milagros, delantera del equipo, también jugaba desde chica pero en La Nuestra comenzó en 2016.
Mientras las entrenadoras solicitaban sin insistencias que se retiren los varones que peloteaban en la cancha del barrio para que ellas inicien su entrenamiento, Milagros aseguró que «ver pibas jugando a la pelota en una de las canchas más grandes e importantes del barrio no es menor».
«Los cambios que disfrutamos hoy fueron posibles por luchas anteriores y la batalla que estamos dando ahora con las pibas son para que las generaciones que vengan las disfruten», coincidieron ambas.
Por su parte, Oriana, una joven de 19 años, llegó desde Chaco a Buenos Aires en busca de trabajo y sabiendo que habría «más oportunidades de crecer como futbolista».
Una vez radicada en la localidad bonaerense de San Miguel, asistió a una prueba en el Club Villas Unidas, en el cual jugaba Daiana Mareco, una compañera chaqueña que conoció a los 12 años en los Juegos Evita en Mar del Plata.
El Club Villas Unidas surgió en 2019 en una especie de fusión de la Escuela Oficial de Entrenadores «César Luis Menotti» y organizaciones sociales como el Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) y Nuestramérica.
Se trata del primer club integrado por organizaciones de barrios populares en disputar un torneo de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA).
Luego de las pruebas y una vez aceptada, Oriana comenzó a formar parte de la primera división del «Villas», plantel dirigido por Gustavo Levine y su hija, Cielo Levine, entre otras personas.
A diferencia de sus compañeras, Oriana contó que si bien creció jugando con sus hermanos varones, su papá «no quería que jugara» en un equipo y se lo tenía «totalmente prohibido».
«Desde los 6 años acompañaba a mis hermanos a los entrenamientos, siempre iba de ojotas, con la excusa de que sólo iba a mirar, hasta que me animé y empecé a entrenar», continuó.
A pesar de los «retos y castigos», comenzó a escaparse de su casa para jugar y finalmente sus papás «lo terminaron aceptando». Desde entonces, Oriana sueña con vivir del fútbol profesional.
El sueño es compartido por Mariana (17), mediocampista del «Villas» proveniente del porteño Bajo Flores, quien destacó el acompañamiento del club «en el desarrollo futbolístico y personal» de las jugadoras.
Para ella es fundamental el sostén económico -el club cubre todos los gastos- para lograr «pasar de la canchita del barrio a un club que compite en la AFA».
El fútbol femenino «creció mucho en Argentina, ahora a donde vayas hay torneos de mujeres de todas las categorías; antes no era así», aseguró Oriana antes de comenzar a entrenar con su plantel en el Polideportivo del Parque Avellaneda.
A diferencia de muchos de los equipos que integran la AFA, el club aún no posee instalaciones propias, sino que alquilan distintos espacios para entrenar y jugar.
«A veces las condiciones en las que entrenamos no son en las que deberíamos, pero igual llegamos con muy buen nivel a competir, incluso aspiramos a ascender de categoría», contó la mediocampista antes de iniciar su entrenamiento.
El domingo próximo comenzará un nuevo torneo de la Primera C de la AFA, «tras un año y medio de entrenamientos virtuales, mientras los varones hace rato que ya volvieron», manifestó dejando claro que persisten las diferencias.
Las jugadoras de ambos equipos marcaron la desigualdad que existe en el deporte más popular de la Argentina, que es «profundamente machista» y que para la mayoría de las mujeres y diversidades necesariamente «debe ser un hobbie».
«Cada avance es un triunfo enorme, como este día o que ahora se empiece a televisar la liga femenina», manifestaron desde La Nuestra.
Por último, concluyeron que es necesario «ocupar más espacios en el fútbol e impulsar cambios estructurales que posibiliten un deporte más equitativo y justo para las mujeres y diversidades».
La ley 27.596 que instauró al 21 de agosto como Día de las Futbolistas Argentinas, en homenaje a Elba Selva, que en el Mundial de México de 1971 convirtió cuatro goles en el triunfo 4 a 0 contra Inglaterra, fue promulgada el 17 de diciembre de 2020.