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Día de San La Muerte, un mito propiciador de la vida

Por Ana Bertolini / Télam. Cada 15 se agosto el noreste del país rinde culto con procesiones, ofrendas, rezos y mucho chamamé.

San La Muerte no es un mito arcaico que persiste en el relato memorioso de algunos, sino un culto de vigencia actual y cotidiana: cada 15 de agosto su día es festejado en el nordeste argentino con procesiones, ofrendas, rezos, velas rojas y blancas, y por supuesto, mucho pasodoble y chamamé.

Esta fiesta, que arraiga en la tradición guaraní, se celebra especialmente en Formosa, Chaco, Corrientes y Misiones; y también en el sur de Paraguay y Brasil.

El Día de San La Muerte coincide con el de la Asunción de la Virgen, que conmemoran universalmente los católicos, y con el del Toreo de la Vincha, fiesta exclusiva de Casabindo, pequeño poblado de la Puna jujeña, que consiste en arrebatarle la vincha al toro para ofrecérsela, precisamente, a la Madre de Dios.

La coincidencia no es gratuita: la fusión de elementos hispánicos con indígenas fue realizada intencionalmente en la época jesuítica: en procura de desterrar el paganismo, los misioneros revestían los mitos autóctonos con fiestas o ropaje cristiano, como sucedió en el Viejo Mundo a la hora de reemplazar a los dioses mitológicos con la figura del Dios cristiano.

De tal modo, si bien San La Muerte es una creencia que el santoral no registra porque es un “santito” de la canonización popular guaraní, sus devotos, que lo consideran el más poderoso del santoral profano, lo recuerdan con novenarios, procesiones y cultos esotéricos.

Aunque tiene su leyenda negra, lejos de ser del todo maligno o perverso, San La Muerte propicia la vida, ayuda a los perseguidos injustamente, cobija a los enfermos y, llegado el caso, proporciona una buena muerte.

Es que, si bien nadie discute su origen guaraní, se admite que este pueblo pudo tomar de los relatos evangelizadores de los jesuitas la devoción a un santo católico: el Señor de la Buena Muerte, que ayuda al bien morir, y el Señor de la Paciencia, un Cristo flaco y sentado, que se parece a San La Muerte.

Otros relatos populares sobre el origen del santo hablan de un impreciso y remoto tiempo en el que existía un rey que administraba muy bien la justicia.

Cuando murió, Dios lo recibió y le dijo: “A ti, que fuiste tan justo en la Tierra, te encomiendo el cuidado de la vida y la muerte de tus semejantes”.

Lo tomó de la mano y lo llevó hasta un lugar cubierto de muchísimas velas encendidas de distintas alturas, y le dijo que las más pequeñas, eran de los hombres que estaban por morir. Y que él tenía que ir a buscar esas almas.

Los que creen en este relato afirman que hay que ser justos en esta vida, para que el santo los proteja en la hora final.

A San La Muerte lo representan como un pequeño esqueleto humano, sentado o parado, a veces dentro de un féretro, con capa roja para hacer el bien, o negra para el mal, y con una guadaña en las manos. También se venden estampitas con su imagen.

Los esqueletos están tallados en madera, al igual que otros “santos” paganos como San Pilato, el que ayuda a encontrar las cosas perdidas o Santa Librada, la que protege las fugas. Ellos y muchos más forman la constelación de los llamados “santos de palo”. En este caso las maderas más usadas son el palo santo, el quebracho, el ñandubay y la yerba mate.

Pero a San La Muerte también se lo hace con plomo, con alambre, con balas servidas que hayan herido o muerto a alguien, y con huesos, tanto de animal como de algún difunto.

También se fabrican diminutos amuletos, especialmente infalibles cuando se los hace en Viernes Santo, dicen, que son incrustados debajo de la piel para protegerse de heridas de bala.

Se les atribuyen poderes extraordinarios como tornar invulnerables a quienes lo poseen, además de favorecerlos en el amor, la salud y la fortuna, y mucho más si es de hueso de humano bautizado.

La estampita o la talla debe bendecirse para que tenga valor sagrado y sirva para cumplir con lo que se le pide, y esto requiere llevarlo un viernes a una iglesia y convencer al cura.

Pero como casi ninguno quiere, se recurre a un artilugio: se mete al santo en un paquete de velas o dentro de un pan, de manera que el cura lo bendiga sin darse cuenta.

Aunque el culto a San La Muerte en general se hace a escondidas porque no ha faltado obispo que no amenazara con excomulgar a quien le rinda culto, en ciertos lugares el 15 de agosto se lo celebra con procesión por la tarde y baile por la noche.

Para esa ocasión, San La Muerte luce capa roja y encabeza multitudinarias procesiones por los barrios, con rezadoras que van orando en forma de letanías y grupos de chamameceros que no paran de tocar mientras dura el recorrido, porque de lo contrario el santo se disgustaría.

En Sáenz Peña, Chaco, los festejos comienzan antes del 15 y finalizan el 16, en medio de comilonas, bailes y sesiones de rezo. Además, tanto en Resistencia, como en Villa Itatí, hay capillas en la que ese día los creyentes dejan velas rojas o blancas y regalos, que van desde sables a colas de trajes de novia.

En Corrientes, camino a Saladas, hay una capilla a donde llegan todos los 15 de agosto promesantes de los más variados lugares, que tras rendirle culto bailan con música regional.

También hay fiesta en otros dos santuarios correntinos: el de Mercedes y el de Empedrado, este último, próximo al kilómetro 983 de la ruta nacional 12.

En Formosa hay por lo menos dos capillas: una en cercanías de Herradura y otra en Clorinda. Y en Misiones, se lo celebra en Posadas, Apóstoles y Villa Dolores.

En otros lugares no se ve al santo, pero se sabe que allí se le puede rezar porque la capilla está inviablemente pintada de azul o celeste, colores considerados sagrados.

Según la creencia, para hacerle pedidos de trabajo se le debe rezar el lunes; los miércoles y viernes son para el amor. Y si de algún animal perdido se trata, hay que encenderle de inmediato una vela y observar el tamaño y dirección de la llama: si es débil o se apaga, el animal está enfermo o muerto; si está fuerte, el animal está vivo, y hay que salir a buscarlo hacia donde indica el pabilo.

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