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Día del Estudiante Solidario

El 8 de octubre de 2006 una docente y nueve alumnos del colegio Ecos, de la ciudad de Buenos Aires, perdían la vida en un siniestro vial en el departamento Vera. Volvían de una actividad en una escuela de Chaco, y en su memoria se instaura la fecha.

Nueve alumnos y una docente de la escuela Ecos de Villa Crespo, de la ciudad autónoma de Buenos Aires, perdían la vida un domingo 8 de octubre de 2006 en un accidente vial ocurrido en la ruta nacional 11, en el departamento Vera. Los estudiantes regresaban de una jornada solidaria que habían realizado en la escuela N° 375 de El Paraisal, en la provincia del Chaco.

Desde entonces, cada 8 de octubre se conmemora el Día Nacional del Estudiante Solidario en distintas provincias del país. El Ministerio de Educación de la Nación ha incorporado este día al calendario escolar, donde propone generar prácticas de aprendizaje en servicio vinculados con actividades comunitarias.

El Concejo Municipal de Rosario aprobó recientemente un proyecto del edil Sebastián Chale para conmemorar el Día del Estudiante Solidario en la ciudad. En sintonía con lo que se hace a nivel nacional, el decreto propone, principalmente, jornadas de educación vial y colectas para escuelas. Además, recitales con bandas en vivo y espectáculos culturales.

“Si los homenajes de conmemoración los enfocamos principalmente en la educación vial y no en las acciones solidarias y comunitarias, estaremos recordando a esos alumnos por lo que murieron y no por lo que vivieron. Los estudiantes de la escuela Ecos llevaban adelante desde el año 1994 un proyecto con profunda conciencia comunitaria por el cual pretendían (y pretenden) implementar un programa solidario, que basado en el intercambio entre las comunidades, produjera un cambio en ambas poblaciones mejorando los niveles de vida de la población chaqueña y consolidando una conciencia solidaria que se enriqueciera con una experiencia vincular en la población local”, marcó el edil.

Los objetivos de esos docentes y alumnos eran claros: buscaban un cambio real en las condiciones de vida de comunidades que, como las del El Paraisal, tienen carencias que sólo se justifican en la desidia de un Estado que no prioriza los recursos educativos de la comunidad. Este es el legado de esos estudiantes y por esto deberían ser recordados.

Su propuesta comunitaria no estaba vinculada con el concepto de “colecta para escuelas”. El Proyecto Chaco de la escuela Ecos sostiene: “Diferenciamos el proyecto de una acción caritativa. Desde nuestra concepción entendemos que la solidaridad se diferencia de la caridad. Consideramos que la caridad necesita que el otro al que se asiste esté permanentemente carenciado… La solidaridad es muy diferente: establece vínculos simétricos, es tanto lo que nosotros podemos brindar como lo que podemos recibir, ese intercambio nos enriquece mutuamente. El semejante es un par que tiene otras riquezas, otros recursos, que los que uno tiene. Es desde esta perspectiva que trabajamos en la escuela, pensando en el semejante, en sus posibilidades, respetando sus diferencias y compartiendo las vivencias que cada uno puede aportar”.

El mejor homenaje que se podría rendir a las víctimas de la tragedia de Santa Fe es a través de la promoción de actividades que vinculen a los alumnos de todos los niveles con las necesidades de su entorno. Las escuelas se abrieron durante mucho tiempo para recibir a otras instituciones. Hoy deben hacerlo para que los estudiantes tomen contacto con su comunidad, ofreciendo su experticia y profesionalismo, principalmente a los sectores postergados. Estas son las propuestas que las autoridades, entre ellas las políticas, deberían alentar en los jóvenes.

Los estudiantes, como los de la escuela Ecos y tantas otras, deben ser protagonistas en su comunidad; en este sentido, es importante identificar las necesidades y asumir el compromiso de llevar a la práctica lo que aprenden en las aulas para convertirlo en una herramienta de cambio planificado. Es también una manera de dar cuenta de una enseñanza que debe ponerse a disposición del entorno del cual los jóvenes son parte.

Los aprendizajes en servicio favorecen la motivación creadora y empodera a los estudiantes de compromisos y actitudes sociales. Las escuelas no son más que los recursos educativos que posee la comunidad. En este sentido, el proceso pedagógico debe preparar para adquirir conocimientos, pero también debe educar para la vida en un contexto histórico y social.

La acción comunitaria de docentes y alumnos no debe limitarse sólo a describirla desde la quietud de las aulas; es importante interpretarla en concreto para darle valor a la enseñanza. La comunidad es un valioso recurso educativo que puede ser empleado en el desarrollo curricular para fomentar en el estudiante sentimientos de pertenencia hacia el lugar de origen.

“En las condiciones actuales, la sociedad exige a la escuela instruir y educar en valores, desarrollar la independencia cognoscitiva de los alumnos, potenciar la creatividad, así como la capacidad de observar. Para ello se hace evidente el vínculo con el entorno que rodea al escolar y donde vive y se desarrolla: la comunidad. En el decursar del nuevo milenio la clase debe cumplir exigencias que incidan en una adecuada educación para la vida, donde el vínculo con la comunidad de la escuela se convierta en el eje conductor para el logro de dichos propósitos”.

Desapego por la vida

Es innegable que la tragedia de Santa Fe, como la de Tostado y tantas otras, dan cuenta del desapego que los gobiernos tienen por la vida de los que circulan por las rutas argentinas. En este sentido, la educación vial y el reclamo a las autoridades es un recurso necesario para evitar accidentes de tránsito.

Estas tragedias (y otras) han limitado la capacidad de movimiento de las escuelas.

Directivos y docentes sufren fuertes trabas burocráticas al momento de pedir autorizaciones para que sus alumnos puedan salir de la escuela. Lejos parecen haber quedado los paseos que las hermanas Cossettini realizaban por las calles del barrio.

No obstante ello, es necesario recuperar la confianza y revalorizar el contacto de los alumnos con su comunidad a través de prácticas solidarias. El trabajo de los establecimientos educativos debe visibilizarse, en la medida de lo posible, a través de proyectos de desarrollo local.

La carta de familiares y amigos por la tragedia de Santa Fe sostiene: “Nuestros hijos eran jóvenes que soñaban con un país mejor, por eso viajaron a Chaco para solidarizarse con chicos con una realidad diferente. Tenían ideales y proyectos por los que luchaban sin perder la frescura de su edad… Fueron a Quitilipi, Chaco, a una escuela rural con carencias materiales que no deberían ser. Emprendieron ese viaje y creían que se podía aportar mucho desde una actitud solidaria. Solidaridad entendida no sólo por el aporte de bienes materiales sino desde el compartir sus vidas, quiénes eran, lo que hacían, su tiempo, sus juegos, su música y chistes y, por qué no, también sus carencias. Solidaridad que implica respetar la realidad del otro, sus costumbres y su cultura. Solidaridad que no espera nada a cambio. Solidaridad de saber que siempre algo uno tiene para dar…”.

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