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Dicen que “el capitán estaba enfiestado” cuando se produjo el accidente

De esa manera se refirió una sobreviviente argentina que viajaba en el crucero Costa Concordia, cuando se produjo el accidente frente a las costas italianas.

La jueza María Inés Lona, una de las argentinas que sobrevivieron al naufragio del crucero Costa Concordia en el mar Tirreno, reveló hoy que según comentarios de los pasajeros el capitán de la nave «estaba enfiestado, con unas chicas» cuando se produjo el accidente, y apenas se supo lo que ocurría «se fue primero».

«Lo del capitán fue de terror. En general lo de toda la tripulación. No ví a ningún capitán de la tripulación» durante las tareas de rescate de los pasajeros, contó hoy la jueza Lona, de 72 años, quien se salvó arrojándose a las aguas del mar y nadó hasta la isla de Giglio.

En declaraciones a la prensa formuladas en el aeropuerto de Ezeiza, tras su llegada al país, la jueza Lona señaló además que había «otros pasajeros que decían que el capitán estaba enfiestado, con unas chicas» al momento del accidente que terminó con el hundimiento del lujoso crucero.

El naufragio se produjo en la noche del viernes pasado frente a las costas de Italia y en ese momento viajaban a bordo del Costa Concordia -el transatlántico italiano más  grande- un total de 18 argentinos, quienes lograron sobrevivir y no sufrieron heridas de consideración.

El caso de la jueza Lona -quien estaba en el barco con sus dos hijas de 36 y 41 años- cobró gran notoriedad porque la magistrada, al no haber podido acceder a los botes  salvavidas, decidió junto a otros pasajeros arrojarse a las aguas del mar y nadar hacia la costa de la isla ubicada frente al lugar donde se produjo el naufragio.

«En un momento se fueron todos los botes y no volvían a rescatarnos. Éramos como 80 personas que quedamos abandonadas a la mano de Dios. Alguien dijo: hay que tirarse al agua. Y entonces me tiré. Fue algo totalmente impulsivo», relató la jueza.

Con un tono calmo a pesar de la emergencia vivida, la jueza remarcó: «No fue heroísmo, fue un acto de supervivencia».

«Tuve suerte. Me tiré desde unos dos o tres metros hacia el agua y no me golpeé con ninguna piedra. Eran unos 50 ó60 metrosy pude llegar a la isla, a unos peñascos. Mi miedo era que el barco se hundiera y me chupara», contó.

Luego, se reencontró con sus hijas: «Ellas me encontraron como a las dos horas. Me fueron buscando y me encontraron. Estaba toda mojada, pero no tenía hipotermia», dijo.

Sobre los momentos previos al naufragio, señaló: «Después de comer, a eso de las nueve de la noche, estábamos en el camarote y sentimos un golpe fuerte. Nos quedamos a oscuras. Nos decían que era un problema energético y que nos quedáramos en los camarotes.

Después empezó la alarma y nos dijeron que había que ir hasta el cuarto puente y desde ahí a los botes».

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