Diego Maradona vivió un intenso pero muy corto sueño cuando pasó por Newell’s Old Boys, tras su regreso desde España, aunque los cinco encuentros oficiales que jugó el eterno ’10’ con la casaca ‘rojinegra’ le sirvieron para meterse de por vida en el corazón del club del Parque de la Independencia.
Un abarrotado estadio de la Doble Visera de Avellaneda fue imponente testigo del debut del astro en el equipo rosarino. Ocurrió un domingo 10 de octubre de 1993, por la quinta fecha del torneo Apertura de aquella temporada. Pasaron ya 27 años.
Casi con 33, Diego sentía que la relación con Carlos Bilardo, entrenador en aquel entonces del Sevilla de España, ingresaba en un tobogán barranca abajo.
Después de que lo reemplazaran en un segundo tiempo de un encuentro de Liga ante Burgos (1-1), el astro se enojó con el DT, lo insultó, pegó el portazo e interrumpió el vínculo con la institución andaluza.
El lacerante 0-5 del seleccionado argentino en eliminatorias ante Colombia, en cancha de River, en septiembre, encendió las alarmas en AFA y en el campamento que conducía Alfio Basile.
La racha interrumpida de 33 partidos invicto se derrumbó como un castillo de naipes ante la posibilidad, más que concreta, de que la Argentina no clasificara al Mundial Estados Unidos 1994. Por eso resultaba indispensable que Maradona actuase en los partidos repechaje ante Australia, en octubre y noviembre del ’93.
Para que el ’10’ tomase ritmo de competencia había necesidad de que jugase en el certamen local. Argentinos Juniors, por ser su club de origen, era una idea que seducía; mientras San Lorenzo, con Héctor ‘Bambino’ Veira como DT, asomaba como otra alternativa.
Por esos días, Jorge ‘Indio’ Solari era el técnico de Newell’s. Y, quizás, el principal mentor de un sueño que pronto tomaría forma. El otro resultó el excompañero de seleccionado, Ricardo Giusti, identificado con la entidad del Parque y amigo del entrenador.
La opinión del presidente del club ‘rojinegro’ de ese momento, Walter Cattáneo, fue modificándose, a medida que pasaban los días y crecía la chance de que el astro llegase. Y en septiembre se dio el acuerdo definitivo, con una presentación que concentró más de 40 mil gargantas en el Coloso, en un entrenamiento a puertas abiertas.
Un miércoles 7 de octubre, Diego marcó su único gol en el club del Parque de la Independencia. En un amistoso con Emelec de Ecuador, a cancha repleta, el enganche metió un derechazo inapelable al ángulo y desató la fiesta con el 1-0 del debut.
Pero tres días más tarde, por los puntos, el Newell’s de Solari se trasladaba hasta Avellaneda para enfrentar a Independiente. Diego vistió la camiseta 10 y heredó la capitanía de un símbolo y emblema como Gerardo ‘Tata’ Martino.
Las dos hinchadas, amigas por esos días, se turnaron para corear su nombre. Independiente era conducido por el inefable Pedro Marchetta, que remarcó la necesidad de hacerle «marcación en zona, escalonada, porque si agarra la pelota diez minutos, Diego te complica», tal lo apuntado a ‘Fútbol de Primera’.
El conjunto ‘rojo’ terminó desenvolviéndose mejor esa tarde y se impuso por 3-1, con una inolvidable performance de Carlos Alejandro Alfaro Moreno, autor de las tres conquistas. El descuento ‘rojinegro’ fue obra de Carlos Morales Santos.
La actuación del ídolo exhibió un tono opaco, a excepción de una rabona que metió casi sobre el borde de la raya y que exigió una notable respuesta de Luis Islas, quien luego fuera su ayudante de campo como técnico en los Dorados de Sinaloa, en México, en la temporada 2019.
Newell´s formó esa jornada con Norberto Scoponi; Fabián Basualdo, Sergio Gallucci, Juan Manuel Llop y Marcelo Escudero (Cristian Ruffini); Diego Castagno Suárez (Morales Santos), Alfredo Berti, Rodolfo Aquino y Maradona; Carlos Torres y Alfredo Mendoza.
Después, con lesiones y achaques a cuestas, Diego sólo pudo jugar otros cuatro partidos más: Gimnasia La Plata (0-0), Huracán (1-1), Belgrano de Córdoba (0-1) y Boca Juniors (0-2), ya con Jorge Castelli como entrenador.
El último contacto de Maradona con la parcialidad de un Newell’s que lo adora casi con la misma devoción que le tributa a próceres de la jerarquía como Marcelo Bielsa, ‘Tata’ Martino o Mario Zanabria, se dio un 26 de enero de 1994 en un amistoso con Vasco da Gama de Brasil (0-0).