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Dijeron “Yo sí puedo” y se alfabetizaron

Dan certificados a 120 alumnos que participaron del programa de origen cubano.

Si puede leer esto, usted es miembro de un grupo de ciudadanos que, a partir de la internalización de la lengua castellana mediante la lectoescritura, ve modificada su existencia en miles de sentidos. Desde hoy, a este grupo se le sumarán alrededor de 120 rosarinos gracias a su participación en el programa “Yo sí puedo”, nacido en Cuba a principios de esta década y exportado a Santa Fe hace ya algunos años.

Norberto Galiotti, presidente del Centro de Integración Latinoamericana y Caribeña (Cilca), que coordina el programa alfabetizador en la ciudad, dialogó con El Ciudadano y explicó el espíritu de la iniciativa más su recorrido por Argentina y, en particular, por Rosario. “No podemos hablar de distribución de la riqueza sin distribuir el conocimiento. Si se logra conmover a la décima parte de los rosarinos podemos tener una ciudad libre de analfabetismo en un año”, enfatizó.

Esta tarde, desde las 16, en el teatro La Comedia se entregarán 120 certificados a la segunda camada de alumnos del método de alfabetización denominado “Yo sí puedo”, creado por el Instituto Pedagógico Latinoamericano y Caribeño (Iplac), que utiliza videoclases en formato DVD. El programa cubano consta de 65 lecciones de 30 minutos cada una en las que se aprende lectoescritura. Las clases se dictan de lunes a viernes durante tres meses. “El problema del analfabeto es la exclusión. Hay muchos factores que derivan en que el iletrado no vaya a alfabetizarse. El Ministerio de Educación tiene programas de alfabetización que apuntan a que el analfabeto ingrese a una institución que le es ajena. Salirse del edificio hace a la cuestión social de cómo este sujeto recibe presiones y se resigna a aprender. Algunos por vergüenza”, sostuvo Galiotti.

La Municipalidad de Rosario acordó en marzo con la Fundación “Un mundo mejor es posible” (Ummep), responsable del programa “Yo sí puedo” en Argentina desde 2003, que Cilca fuera el coordinador de las actividades en la ciudad. En abril se completaron los grupos y coordinadores, mediante la difusión en los distintos Centros Municipales de Distrito. Consultado por el modo de identificar a los iletrados, Galiotti explicó: “Estimamos que en Rosario el número estaría entre 35 mil y 40 mil analfabetos. Si nos propusiéramos declarar esta ciudad libre de analfabetos, la tarea se podría completar en un año”. Según el presidente de Cilca el Censo Nacional de octubre es una oportunidad única para identificar a los posibles beneficiarios. “No sólo con su domicilio sino por composición familiar y social”, interpretó.

Acerca del método

Los grupos de aprendizaje constan de entre 5 y 15 alumnos, un televisor, un reproductor de DVD y un facilitador, que es la persona que sirve de nexo entre lo representado en el aparato y los estudiantes. “Lo bueno del formato es que trabaja desde la asociación audiovisual, es ameno porque dura sólo 30 minutos y posee la asociación de las letras con números”, explicó Galiotti.

Según el presidente de Cilca, a cada letra del alfabeto le corresponde un número (por ejemplo: la “a” es el 1, la “e” es el 2), y luego se las combina para formar las palabras. “El analfabeto no conoce las letras pero sí los números por lo que vive en el día a día. A partir de eso, el Iplac genera este programa que consta en primera instancia de ejercicios psicomotrices –trabajo con el lápiz a partir de ejemplos– y llega al final cuando el alumno puede escribir una carta que comparte con el grupo. Allí comentan su experiencia”, describió.

Con respecto al facilitador, elegido por su cercanía –étnica, religiosa, familiar, barrial– con los alumnos, Galiotti señaló que éste sólo debe tener completa la primaria. “La predisposición: el ser paciente, solidario y respetar a quien le quiere transferir una experiencia es primordial. Tenemos alumnos que luego de haber sido alfabetizados se convirtieron, al año siguiente, en facilitadores”, graficó Galiotti.

El origen

“La tarea comenzó a partir de un encuentro fortuito con las actividades de la Multisectorial de Solidaridad con Cuba. Estábamos trabajando con las becas de Medicina y Educación Física en Cuba, donde enviamos jóvenes –de comunidades tobas y mapuches– de condición humilde que no podían costear el mismo estudio aquí. Desde Cuba nos notificaron que los alumnos no estaban recibiendo correspondencia de sus familiares. El problema es que los familiares no sabían escribir”, narró Galiotti. En ese momento, desde La Habana, les propusieron el programa que habían desarrollado para combatir el analfabetismo en Latinoamérica. “Lo trajimos a la Argentina a modo de prueba. Empezamos en el sur, con los mapuches” y aquí, con la comunidad toba, ubicada en Rouillón al fondo o en el barrio El Pumita. También estuvimos en la comunidad toba de La Lomita, en la ciudad de Santa Fe y en el barrio Mapic, en Resistencia”, explicó Galiotti.

Según el presidente de Cilca, el programa en Argentina funcionó, en primera instancia, a partir del aporte de distintos movimientos sociales, como el Movimiento Territorial Liberación (MTL) en Santa Fe, Barrios de Pie, el Movimiento Independiente de Jubilados y Desocupados (MIDJ), entre otros. “El neoliberalismo, desde la irrupción del menemismo, rompió con la responsabilidad que el Estado tiene con los sectores excluidos, por lo que los movimientos sociales empezaron a tomar esa tarea, formando comedores, promoviendo copas de leche, centros de salud”, reflexionó Galiotti.

La dinámica del programa “Yo sí puedo” facilita que el alumno no tenga que ir a la escuela –lo que lo enfrentará a un ambiente nuevo, desconocido y la posible ridiculización por su condición–, ya que las clases se pueden dictar en un centro comunitario, una vecinal, en un garaje o comedor comunitario de un barrio.

Aquellos que estén interesados en unirse al grupo de facilitadores o conozcan a quien desee comenzar a transitar el programa como alumno, puede consultar en cualquiera de los centros municipales de distrito o a la direcciónb de e-mail: yosipuedorosario@gmail.com.

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