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Dillom not dead

Visuales y luces pensadas a la perfección y una banda que suena sin errores. El viaje sonoro es impecable, se revisita de todo un poco: hip hop, metal, punk, harcor, funk, electrónica y hasta reguetón; como para enmarcar lo estimuladas que están las nuevas generaciones de músicos

Por Roki Bigiolli

¿Por qué tengo que escribir sobre Dillom?, me pregunto mientras voy llegando a las inmediaciones del hipódromo. Lo primero que veo es la fila de gente que espera para ingresar al predio. Es muy extensa. Recorre gran parte de la calle Dante Alighieri y varios metros del bulevar Oroño. Pura juventud. El promedio no pasan de 25 años. También veo personas que superan los 40, pero o venden cervezas o venden remeras y posters. No van a entrar. Me cruzo con Juan Manuel, también viene a cubrir el evento. Nos tomamos unas latas mientras esperamos el ingreso. Conversamos sobre las posibilidades del rock n roll en lo que va del siglo XXI, cómo mostrar la obra y hacerla masiva. ¿Por qué uno comete el error de enmarañarse y teorizar sobre estos asuntos? Juan Manuel además de escribir para un medio se dedica a la música. Sabe lo que es caminar dentro de ese laberinto. Hoy venimos a ver y escuchar a uno de los últimos consagrados. Nuevamente Dillom llega a Rosario. El rapero porteño otra vez visita el hipódromo, pero en esta ocasión, la noche solo es para él y su show (su última visita fue el año pasado en el marco del Festival Bandera). La excusa de esta gira es despedir su celebrado primer disco: el conceptual “Post Mortem”. Salió en las redes y plataformas digitales a finales del 2021; recuerdo que la primera (y única) vez que lo escuché completo y de un tirón, pensé: este pibe dejó de ser el trapero que se divierte siendo el maldito de la escena, el punki traumatizado por las inclemencias de la vida. Ahora abraza un concepto artístico más reverberante y organizado. Con “Post Mortem”, Dillom funda su PyME. Decenas de personas van a trabajar junto a él. Ya no vas a ver solamente un recital, vas a ver un espectáculo.

Viernes 28. Una templada noche otoñal, en los estertores de abril, cerca de 4000 personas se agolpan frente al escenario. Estamos a la espera. Es inminente el comienzo del show. Suena un réquiem de Mozart. El último réquiem del rebelde compositor austríaco. Obra que tuvo que terminar (¿casualmente?) post mortem, el compositor  Franz Xaver Süssmayr, teniendo en cuenta las órdenes que le había dejado el propio Mozart. Esto es nada más que un detalle pintoresco. De pronto silencio y apagón de luces. Los gritos del público y la voz de Mario Pergolini relatando la posesión de Demian. Es el puntapié que te empuja al show. El pibe Dillom, como si fuera un vástago de Alice Cooper, aparece rapeando con su andar jorobado, maquillaje de muerto y cuernitos en su peinado. Nos lleva endemoniado a recorrer los temas de “Post Mortem”  como si estuviéramos dentro de en una película de terror clase B. En este espectáculo todo está perfectamente producido. No hay espacio para salirse del libreto ni demasiadas improvisaciones. Visuales y luces pensadas a la perfección y una banda que suena sin errores. El viaje sonoro es impecable, se revisita de todo un poco: hip hop, metal, punk, harcor, funk, electrónica y hasta reguetón; como para enmarcar lo estimuladas que están las nuevas generaciones de músicos. Tienen más recursos y son más inteligentes que nosotros los antiguos. Aunque todo esto pueda ser su talón de Aquiles y con el tiempo pasen de ser artistas a ser meros entretenedores. El tiempo dirá. En la letra de la coreada OPA, Dillom canta que lucha con demonios que parecen los de Lovecraft o que su vida está escrita por Allan Poe. En declaraciones posteriores dijo no haber leído a ninguno de los dos autores yanquis. ¡No te das una idea de lo que te perdés, pibe! 

Fin del show y todxs contentxs. Pasó la fiesta con su ritual de pogo y celular. Dillom not dead. Ahora nos toca volvernos hacia la noche rosarina. Otro tipo de terror nos espera allí. Saludo a algunas querencias que cruzo y camino entre la gente. Detrás mío dos chicas conversan. Una de ellas le cuenta muy emocionada sobre las penurias existenciales por las que tuvo que pasar Dillom hasta convertirse en el astro que es hoy. La fórmula de cómo se va construyendo una estrella rock ya es universal. Vuelvo a mi pregunta del comienzo. ¿Por qué tengo que escribir sobre Dillom?, y agrego ¿con qué necesidad? Resoplo, miró lo hermoso que es el laguito de noche y me respondo: por un puñado de dólares, amigo. Por un puñado de dólares.

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