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Discurso de odio en la esfera pública, canales de difusión y lawfare

Un informe del Laboratorio de Estudios sobre Democracia y Autoritarismo sobre discursos de odio en Argentina lo conceptualiza como cualquier tipo de discurso pronunciado en la esfera pública que procure promover, incitar o legitimar la discriminación, la deshumanización y/o la violencia hacia una persona o un grupo de personas en función de la pertenencia de las mismas a un grupo religioso, étnico, nacional, político, racial, de género o cualquier otra identidad social. Estos discursos frecuentemente generan un clima cultural de intolerancia y odio y, en ciertos contextos, pueden provocar en la sociedad civil prácticas agresivas, segregacionistas o genocidas.

Este informe refiere que el 26 por ciento de la ciudadanía promovería discursos de odio mientras que el 17 por ciento es indiferente y el 56.8 por ciento los desaprueba. En tanto la región más proclive al uso y legitimación de discursos de odio se ubica en el centro del país, es decir la zona de Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos y La Pampa.

El estudio resalta en sus conclusiones que si bien el 26,2 parece un porcentaje minoritario se trata de respuestas afirmativas a enunciados extremadamente violentos, y los indiferentes pueden leerse con cierto grado de aceptación e indiferencia de este tipo de discursos. A lo que se suma que los millennials, personas de entre 24 y 40 años, son los que registran mayor grado de acuerdo con los discursos de odio y nuclean el 31,1 por ciento. El estudio refiere que  este fenómeno podría estar vinculado a una mayor exposición de esta generación a los algoritmos de la comunicación digital con sus formas violentas de clasificar o intervenir el espacio público o los problemas de integración al mercado laboral.

Los discursos de odio no tienen nacionalidad

La investigadora de Conicet y comunicadora social Irene Gindin refirió que los discursos de odio no tienen nacionalidad. “Los argentinos podemos ser tan propensos como puede ser un brasilero o un italiano. Si de alguna manera establecemos algún tipo de vínculo entre los discursos de odio, por ejemplo, y la emergencia de las derechas, tenemos sin ir más lejos el caso de la recientemente electa presidenta italiana, que ha dicho barbaridades en un montón de circuitos comunicacionales”, apuntó Gindin.

Y agregó: “No creo que los argentinos per se, ni los italianos per se tengan alguna propensión especial a los discursos del odio, creo que en todo caso, si hay algo que puede ser denominado como discurso de odio, su reproducción tiene que ver más con los tipos de tecnologías o plataformas mediáticas con las que habitualmente nos comunicamos y a través de las cuales leemos y recibimos noticias e informaciones de diverso tipo; está más ligado al nivel de reproductividad de un discurso, de aceleración de la reproductividad de un discurso que a la nacionalidad.

Para Gindin hay que cuestionarse qué queremos decir cuando hablamos de discurso de odio “porque pareciera que hay una idea unívoca, hay ciertos discursos de odio que los podemos tipificar, que los podemos catalogar, poner en algún casillero y pareciera que son esos los que llevan a una determinada acción”, aseguró.

Y añadió: “Sin embargo como cualquier otro tipo de pasión, porque al fin y al cabo es un tipo de pasión negativa pero pasión al fin, no a todas las personas le producen odio las mismas cosas. Entonces puedo escuchar atentamente un programa de radio y ese programa despierta algún tipo de pasión que no me despierta odio y a otra persona ese mismo programa la puede hacer enojar, generar algún tipo de reacción fea pero ahí también hay una relación con los efectos”.

 

Fenómenos a escala global

En cuanto a qué lectura hace sobre el intento de magnicidio contra la vicepresidenta Cristina Fernández y su relación con los discursos de odio, la comunicadora explicó que hay un prejuicio respecto a una relación causal entre los discursos de odio y el intento de magnicidio de Cristina Fernández. “El problema es cuando vinculamos de una manera lineal ciertos discursos que podemos denominar de odio y algún tipo de accionar que en este caso tiene que ver con gatillar un arma”, dijo.

Y apuntó: “Pareciera que porque se dijeron tales y tales cosas sobre la actual vicepresidenta, de algún modo, eso llevó a que un grupo de personas, resumida en la banda de Los Copitos, a este intento de asesinato, que por supuesto repudio y agradezco que no tuvo ningún tipo de éxito y haya quedado como un manchón en nuestra historia y veremos qué consecuencias tiene ese manchón. Creo que sí hay cierto caldo de cultivo donde germinan estas semillas a las que tampoco le podría ni nombre ni apellido, no creo que solo tenga que ver con Cristina Fernández ni con este grupo de la banda de Los Copitos, creo que son fenómenos a escala global, así como en los comienzos del kirchnerismo vivimos un gran giro, lo que se denominó el giro a la izquierda latinoamericana, ahora estamos viviendo otro movimiento que en un primer momento lo tuvimos con (Mauricio) Macri. El gobierno de Macri terminó y la reelección no tuvo éxito, pero mundialmente tenemos algunos vecinos que están disputando la elección. Sin ir más lejos Brasil, donde los discursos, ahí no diría de odio, diría fascistas, violentos, de una derecha conservadora que está dispuesta a abortar libertades conquistadas por el pueblo brasileño y eso sucede en muchas partes del mundo”.

El Poder Judicial como poder propio de la política

En su artículo “Cristina Fernández y el Poder Judicial. Apuntes sobre un vínculo –discursivo– conflictivo”, Gindin habla sobre la judicialización de la política, anclada en el lawfare o guerra jurídica. Acerca de qué análisis puede hacer de esta figura en general, y en el caso puntual del juicio a la vicepresidenta en la causa conocida como Vialidad Nacional, la investigadora del Conicet señala: “En cuanto al lawfare tampoco es un fenómeno local, volviendo al caso de Brasil tenemos el impeachment de Dilma (Rousseff), tenemos la encanada de Lula y ahora la excarcelación, afortunadamente. Tenemos ejemplos a lo largo y ancho de este planeta donde podemos apreciar determinados acontecimientos que otrora eran solucionados en los pasillos de la política y ahora son solucionados en los pasillos judiciales. No sé muy bien cuáles son las consecuencias de esto a largo plazo, sí puedo decir que aparece un actor que comienza a tener cada vez más peso”.

En referencia al Poder Judicial, afirmó: “Es uno de los poderes que garantiza la democracia y hay que garantizar que ese poder siga garantizando la democracia. Esa es una de las claves y hay que apuntalar el sistema democrático en el país y ello tiene que ver con el respeto a todas las instituciones que conforman el sistema democrático y el Poder Judicial es uno de ellos. Si después el Poder Judicial se transforma en un partido judicial, así lo define Cristina desde el 2014 más o menos, hay que ver qué pasa con ese pasaje de poder a partido, pero también sería un poco ingenuo pensar que hay algo parecido a la transparencia absoluta, como un vidrio donde vemos del otro lado lo mismo. Pensar que no hay nada que interfiera y dotar al Poder Judicial de neutralidad, de objetividad, me parece que es pedirle demasiado a una institución democrática que tiene en algún punto ciertos vicios que podemos observar, criticar, cuestionar”. Y concluyó: “Me parece una ilusión pensar que el Poder Judicial funciona como si estuviese por fuera de la política, es también un poder propio de la política”.

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