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Diversidad y sororidad en los márgenes de Montreal en clave de urgente interpelación

Cuando alarma el incremento de femicidios y el movimiento de mujeres asume “la voz de las que ya no están”, la serie canadiense "¿Me escuchas?" muestra, con singular banda sonora, la rabia y el humor de tres mujeres en un contexto de racismo, abuso, aborto, prostitución y violencia machista

Florencia Bianchi / Especial para El Ciudadano

En días en que alarma el incremento de femicidios y el movimiento de mujeres asume “la voz de las que ya no están”, ¿Me escuchas? –título en español de la serie canadiense creada y protagonizada por Florence Longpré– resuena como una interpelación urgente y desesperada de trascendencia global.

M’ entends-tu? –así su nombre en el idioma oficial–  fue producida por el canal estatal de televisión Télé-Québec en 2018 y subida por la plataforma Netflix en octubre pasado.

Con excelentes actuaciones, exquisita selección musical y un guion que es subrayado por la crítica como el gran acierto de esta comedia dramática, distinguida como mejor comedia en el Festival Internacional Séries Mania y premiada como mejor serie dramática de habla no inglesa en los Banff World Media Festival, la propuesta fue escrita por la actriz mencionada junto a Pascale Renaud-Hébert y Nicolas Michon, la dirección quedó en manos de Miryam Bouchard (ganadora del Prix Gémeaux) y Charles-Olivier Michaud y la música original es de Tim Rideout.

Juntas consiguen una melodía perfecta

En sus veinte episodios de poco más de 20 minutos cada uno (dos temporadas estrenadas en la plataforma estadounidense) invita a conocer la rabia y el humor de Ada (Florence Longpré), el dulce optimismo de Fabiola (Mélisa Bedard) y la silenciosa vulnerabilidad de Carolanne (Eve Landry).

Tres personajes construidos con belleza e inteligencia como no abundan en la ficción por streaming. Roles, vínculos, clases, raza y, por supuesto, el flagelo de la violencia machista son reflexivamente abordados y acompañados por una variada y preciosa paleta musical.

El primer capítulo desarrolla con intensidad la historia de las protagonistas, con sus singularidades y demonios, y finaliza con la impecable interpretación de «Amazing Grace», himno religioso del siglo XVIII que dio título al impresionante álbum doble de Aretha Franklin grabado en vivo en 1972.

Podrían haber cantado «Respect» (reversión de la reina del soul devenida en emblema feminista), pero esto hablaría de una construcción simbólica más simplona.

Les guionistes ven un poco más allá de la superficie cultural de moda y ofrecen personajes, situaciones y resoluciones de conflictos complejas: no hay superheroínas, hay «Gracia Sublime» en la amistad, en la empatía, en la sororidad.

Como solistas –haciendo un paralelo entre las características de los personajes y los géneros musicales– Ada sería una fiel representante del mejor punk setentista; Fabi, una indiscutida discípula de Aretha en su faceta gospel, y Caro una bajista escondida en las sombras del escenario de cualquier banda del subgénero sadrock. Solas suenan bien, pero juntas consiguen una melodía perfecta.

Fragmentos de la vida real

Otro aspecto que resalta es la elección estética y política de los escenarios donde transcurre la trama. La precariedad de la vida cotidiana es retratada tanto en interiores como exteriores.

En el primer caso las locaciones muestran cómo y dónde viven los sectores marginales y pobres de una ciudad central como Montreal, “capital cultural” de la próspera Canadá.

Los planos exteriores son ricos en movimientos panorámicos que invitan a recorrer las calles periféricas, donde les jóvenes pasan gran parte de su adolescencia entre plazas, puentes, bares, vías y basurales.

Inmigrantes, travestis y prostitutas cohabitan el espacio de las protagonistas, que contagian el contraste permanente entre la alegría y el desenfreno de la juventud con la angustia y la fragilidad de sus trabajos temporales, hogares vulnerables y relaciones tóxicas.

Racismo, abuso, maternidad, aborto, sexualidad, prostitución, familia, adicción y violencia se entrelazan capítulo a capítulo, con altibajos que llevan de la risa al espanto con la rapidez y la adrenalina de una montaña rusa.

Otro gran mérito del guion que, según cuentan sus creadores, basó gran parte de su argumento en fragmentos de la vida real.

En un país en el que las cifras arrojan un femicidio cada 29 horas, en un contexto mundial en el que una de cada tres mujeres sufre violencia física o sexual desde que es muy joven; ¿Nos oyen cuando gritamos de rabia?; ¿Nos escuchan cuando lloramos de impotencia?; ¿Nos ven cuando temblamos de terror?

Estas son algunas de las preguntas que quedan flotando en una ficción que aparece atravesada de una grave actualidad.

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