Por Patricia Dibert
Una formación básica es suficiente: bajo, batería y guitarra. Si el bajo es de Diego Arnedo, la guitarra de Ricardo Mollo y la batería del pequeñín Catriel Ciavarella, es más que suficiente para describir el potente, ajustado y fuerte sonido, con sutilezas contundentes. Divididos realizó su décimo concierto en el Anfiteatro Humberto de Nito, el lugar donde más le gusta tocar al cantante y guitarrista.
El sábado pasado, 6000 rosarinos colmaron el teatro a cielo abierto lindero al río Paraná. Desde temprano una multitud de fans fue invadiendo el Parque Urquiza. Banderas de Quilmes, Avellaneda y Las Rosas se mezclaban con un público joven en su mayoría, pero con algunos cuarentones que son testigos del camino de la aplanadora del rock desde 1988.
A las 22 comenzaron a tocar y no pararon durante dos horas y cuarto. 25 canciones pasaron una tras otras. “Gracias Rosario por tanto cariño”, dijo Diego Arnedo, y la multitud coreó el típico “Diego….Diego…”. En otro momento fue Mollo quien expresó su agradecimiento: “Gracias por estos 10 anfiteatros, en serio”, expresó mientras le tiraban una bandera que el músico hizo firmar a todos.
“Narigón del siglo”, “Amapola del66”, Mantecoso”, fueron algunos de los temas que la gente cantó junto a Mollo, en una comunión sentida, donde ya el público sabe cómo van a sonar las canciones y las espera en el repertorio. La batería abarca y envuelve, el bajo de Arnedo es exquisito y potente, mientras la guitarra brinda la estocada que se completa con los diferentes tonos en los que canta Ricardo, de acuerdo a los temas, y aprovechando al máximo su amplio registro.
Mollo inicia el acorde, entra la marca de la batería y el bajo define el tema, así el público reconoce “Paisano de Hurlingham” y comienza a saltar y cantar, en una versión que extiende la intro y se transforma en celebración, en otro festejo más de los muchos que puede conseguir Divididos en estas tierras.
Sucio y desprolijo, ¿Che qué esperás? y Living de trincheras fueron momentos intensos. Sobre el tema que integra la banda de sonido de “Infancia clandestina”, Mollo aclaró que los sensibilizó la historia de la película y quisieron componer una canción, y la interpretación del sábado fue uno de los momentos más intensos. Otro fue la vuelta atrás en el tiempo: “Una de 1988”, dijo Mollo, e irrumpieron con “¿Che qué esperás?”, el segundo tema del disco editado en 1989 “40 dibujos ahí en el piso”, reconocida y festejada por los más veteranos. Mientras el tema de Pappo Sucio y desprolijo, ya es un clásico de los últimos shows de Divididos.
Una versión más relajada de “Sábado” que le redimensiona en su plenitud compositiva y el tema “Regtest” de Sumo (“una tarantella en honor a un tano que nunca se fue”, dijo Mollo) fueron también dos destacados de la actuación de Divididos. Una fecha importante por haber llegado a las diez actuaciones en el Anfi, como una reunión más entre el power trío más aplanador de la escena y el fiel público que cosecharon en Rosario durante más de dos décadas.