El deporte suele ser una radiografía de la sociedad. Es común que ponga en escena los mejores y los peores instintos y construcciones, pero que también que permita reflejar tendencias y hacer un muestreo de situación con la misma fidelidad o mayor que un enorme cúmulo de estadísticas pormenorizadas.
Por eso el éxodo de basquetbolistas que comenzó a hacerse visible ya de manera inequívoca en las últimas semanas tiene un correlato lógico en la devaluación de la moneda, la crisis económica y la incertidumbre de calendarios generada por la pandemia, probablemente en ese orden. ¿Pero podrá ser realmente al nivel de 2001?
No sólo Europa
En el contexto, son muchos los basquetbolistas que iniciaron trámites para obtener las nacionalidades española e italiana y así tener una posibilidad de jugar en Europa, ya que desde aquella oleada de 2001 a 2003, las restricciones para jugar en las categorías de ascenso fueron creciendo, lo que obligaba a probar suerte desde muy joven o ir ya consagrado a una máxima divisional como comunitario o extranjero.
Pero ya no son España o Italia los únicos destinos posibles. El efecto dólar es determinante, porque en las competencias del exterior se paga en moneda estadounidense o en euros, lo que amplió la lista de paradero para los jugadores y jugadoras albicelestes. El mapa se hizo mucho más amplio.
Joyas para nutrir el básquet europeo siempre aparecen y forman parte de una necesidad mutua, de valores para los grandes equipos a precios más accesibles que los del viejo continente, pero también le permiten a los jóvenes argentinos acceder a un salto en su nivel basquetbolístico. Fue el camino que desde el 98 tomaron los integrantes de lo que sería la Generación Dorada.
La opción de Estados Unidos en el básquet universitario sigue siendo atractiva para algunos valores jóvenes que apuntan a la formación. No es novedad que los talentos en proyección puedan ser tentados por elencos del exterior.
Pero ahora el camino en el corto plazo es otro, porque desde la pasada campaña aumentó ostensiblemente el número de entrenadores y jugadores que aterrizan en las ligas de todo el continente: México, Uruguay, Chile, Brasil, y en el caso de las mujeres también en Bolivia. Y en esta ocasión se agudizó el fenómeno.
El efecto pandemia
Cuando los nombres de las figuras de la Liga aparecen en vinculados a competencias que tienen supuestamente un nivel basquetbolístico inferior que la de Argentina o al menos menor tradición como punto de referencia (organización, duración, prestigio), hay que buscar las razones del éxodo. Y allí aparecen las matemáticas, porque al sacar cuentas, cobrar en dólares permite hacer una enorme diferencia y en épocas difíciles no es un detalle para dejar pasar.
Pero no es el único, ya que los torneos que tienen fecha de inicio y de cierre toman ventaja. Despejan la incertidumbre autóctona de cuándo se podrá jugar y permiten proyectar a futuro una posible reinserción en Argentina o en otro lugar del mundo en apenas algunos meses. En este momento corren con ventaja México y Uruguay, pero cada uno de los torneos que va poniendo fecha se transforma automáticamente en polo de atracción para los jugadores y jugadoras argentinos.
Y España e Italia permanecen allí también, siempre atractivos.
“Hay varios factores que están incidiendo en que sean muchos los jugadores y jugadoras que acuerden su llegada a ligas del exterior. Aquí hay incertidumbre sobre los torneos locales, porque no se sabe cuándo van a poder jugarse. En otros países ya hay fecha de inicio y de finalización y empiezan a confeccionar las plantillas, por lo que te permite proyectar el futuro”, explicó Ariel D’Orazio, de la agencia Paxon, quien obviamente agrega al cambio monetario como el otro gran factor: “Está el tema económico, ya que por las devaluaciones, cuando se hace la comparación de dólar o euro con el peso resulta beneficioso jugar en el exterior. En Europa se simplifica para los que tienen pasaporte comunitario, pero también hay que pensar que los atletas de Argentina resultan convenientes para ellos porque tienen jerarquía y tienen un costo más bajo que los de elite del viejo continente. Es un combo muy seductor para nuestros jugadores”.
El pivot Leandro Faranna está en el mismo camino de pensamiento: “Yo me fui en 2008 porque me interesó la propuesta y en ese momento no fue como en 2001 ni por enojo con el país ni con la crisis. Creo que se mantiene la relación de que lo que te pagan afuera no te lo pueden pagar acá y se suma el no saber si se va a poder jugar acá por la pandemia”.
En el caso de las competencias femeninas la situación es todavía más difícil para jugar acá. Prácticamente no hay elección, sin chances concretas de algo parecido al profesionalismo, con una Liga de pocos equipos, un Federal muy corto y, además en este momento sin competencias en el horizonte cercano.
“Pensé que mi carrera terminaba en Argentina pero tuve que mirar a otros horizontes porque la dedicación y esfuerzo es el misma pero la paga es indiscutiblemente incomparable”, explicó en su momento Natalia Ríos para tratar de analizar por qué la única opción posible para las jugadoras argentinas es buscar fichar en el extranjero.
¿Será masivo?
La crisis de 2001 hizo que a aquellas figuras que se fueron para dejar su huella en Europa se le sumaran muchísimos jugadores de torneos provinciales y locales, sin mucho renombre a nivel nacional y que fueron a buscar su lugar en el mundo a las diferentes categorías, sobre todo de España e Italia. Fueron a buscar su lugar en el mundo, pero no sólo del básquet, sino de estudio, de trabajo y de futuro. Había una cuota de enojo con la situación del país y de malestar general que los invitó a buscar una salida y el básquet fue parte del combo. Algunos encontraron allí respuestas y se quedaron a vivir. Otros regresaron.
«En el 2001 se fueron todos, pero la situación en Italia era distinta. Había plata en todas las categorías. Y ahora no es así. Había jugadores de liga en la división C2, con muchos equipos. Acá en Argentina era todo un desastre, y en Italia conocías otro país, vivías la experiencia y ganabas un dinero», clarificó Diego Fessia, quien llegó a Italia en el 2000 y pasó por numerosos equipos.
Hoy, más allá de la grieta y sus exteriorizaciones en redes sociales, el nivel enojo con el país no es ni por asomo el de entonces, pero la crisis de la economía sumada al tendal que dejará la pandemia puede llegar a abrirle una puerta de salida a muchos basquetbolistas. La real dimensión se podrá tener una vez que retornen las competencias argentinas y se haga un balance de cuánto talento se perdió realmente ante el dólar y la incertidumbre por el coronavirus.