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Domingo de La Cruz, el argentino que gambeteó el boicot de Videla a Moscú 1980

Argentina por la decisión de la Junta Militar no participó en los Juegos Olímpicos que se llevaron a cabo en la entonces Unión Soviética, pero el basquetboiista bonarense de La Cruz se dio gusto de disputarlos vistiendo la camiseta de España

La última dictadura cívico-militar, con Jorge Rafael Videla a la cabeza, le negó la posibilidad cientos de deportistas argentinos de participar en los Juegos Olímpicos de Moscú 1980 en lineamiento con el boicot de Estados Unidos en su Guerra Fría con la Unión Soviética.

La ausencia nacional se organizó en una visita de José Martínez de Hoz, el ministro de Economía del gobierno de facto, a Washington, la capital estadounidense, donde se reunió con la gente de seguridad del país norteamericano.

Con la Guerra Fría encima de la mesa, Argentina decidió bajarse junto con otros 65 países, mientras Reino Unido y Australia, aliados geopolíticos de Estados Unidos, le dieron libertad a sus atletas. Solamente participaron 80 países, la cantidad más baja desde Melbourne 1956.

Estados Unidos quedó mal parado en la disputa con la Unión Soviética cuando cayó en la votación de la sede entre Los Ángeles y Moscú por 20 a 39.

En ese contexto, hubo un basquetbolista argentino llamado Juan Domingo de La Cruz, figura del Barcelona, que saltó al campo olímpico con la camiseta española.

«Marquinhos», como lo apodaron en honor a un par brasileño, medía 2.03 metros y con 26 años se metió entre los cuatro mejores del certamen aunque no se llevó medalla por el cuarto lugar.

De La Cruz en su carrera ganó 3 Ligas ACB, 7 Copas del Rey y de 2 Recopas de Europa y a los cuatro años se sacó la espina al obtener la plata en Los Angeles 1984. Su ciclo con España duró nueve años desde que se nacionalizó, a pesar de su breve ciclo con el seleccionado juvenil nacional y el título del Sudamericano 1973 en Bahía Blanca.

Sus inicios en el deporte se dieron en San Lorenzo, producto de que su familia tenía una panadería en Venezuela y Quintino Bocayuva. Tras una prueba fallida en el fútbol, lo llamó Erio Cassettai y poco a poco se enganchó con la pelota naranja.

Su paso por San Lorenzo, por entonces reconocido como La Catedral del básquet, la primera mitad de la década del ’70.

España terminó segundo del grupo B por detrás de la poderosa Yugoslavia, y sobre Polonia y Senegal. En la siguiente ronda no pudo con el local y sí festejó con Brasil y Cuba, lo que le dio el acceso a la pelea por el bronce.

Sin embargo, encontrarse otra vez a los soviéticos y su inspirado Sergei Belov en el último partido fue imposible de superar. Otra vez hubo un marcador ‘de correcalles’ (117-94). El cuarto puesto estaba, en todo caso, muy bien. Empezaba una época dorada de la selección española.

Sus partidos no se vieron por la televisión argentina y solamente se siguieron a través de la revista Goles, que envió un periodista para la cobertura y fue el único medio nacional que atravesó la cortina de hierro. El acreditado, Roberto Fernández, padeció amenazas en la redacción, en su casa y casi no viaja por la demora del Comité Olímpico Argentino.

«Ningún país está obligado a participar en los Juegos Olímpicos», esgrimió el coronel Antonio Rodríguez, el presidente del COA, en el documental ‘Nuestros Juegos Ocultos’.

Unión Soviética, con 80 medallas doradas, 69 plateadas y 46 de bronce fue número uno del podio; Alemania Oriental (47-37-42); y Bulgaria (8-16-17) ocuparon el segundo y tercer lugar. Además se rompieron 36 récords mundiales y 74 olímpicos.

La gran estrella de esos Juegos Olímpicos resultó el gimnasta soviético Alexander Dityatin, el primer atleta en conseguir 8 medallas: 3 doradas, 4 plateadas y 1 de bronce, en una misma edición.

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