Tras el juego, varios minutos después de la consagración de Timbués y el alegrón de Saladillo, y cuando los festejos comenzaban a amainar, la emoción fue el punto de encuentro entre el entrenador campeón Gustavo Sandrini y el símbolo de Saladillo Gabriel Domínguez.
“La verdad es que acá se resume el esfuerzo de todo el año, la dedicación, la predisposición de los jugadores para entrenar, para escuchar. El objetivo era ser campeón y lo pudimos cumplir”, explicó Sandrini, emocionado en la dedicatoria a su familia, y conocedor de que no es sencillo conducir a un equipo que estaba llamado a ser campeón: “En este caso me tocó dirigir y armar un equipo que era candidato, lo que fue una responsabilidad muy grande. Tengo que destacar al presidente comunal Amaro González, a su hijo Juan Cruz que es el manager del equipo y al Director de Deportes Fede Rodríguez porque en todo momento sumaron y fueron clave para tranquilizar en momentos de las temporada en los que las cosas no salían. Eso nos llevó a esta parte final en la metimos una racha creo que de once triunfos seguidos”.
“Los cuadrangulares son difíciles, un gol más o uno menos te puede dejar afuera, sino mirá lo que le pasó a Talleres. Es todo muy difícil pero pudimos cumplir el objetivo”, analizó el ex DT de Unión y Progreso.
Entre foto y foto con la copa y los pibes del Sala, el base Gabriel Domínguez estaba exultante con un regreso exitoso al club que lo vio nacer: “No tengo palabras. Es inexplicable. Estoy muy feliz por haber vuelto al club, por adaptarme a un grupo bárbaro. Con los años uno aprecia eso más allá de lo basquetbolístico, por lo que estoy muy feliz, agradezco a todos los que me permitieron estar acá y quiero festejar con ellos”.
“Somos un equipo para estar 20 o 30 puntos debajo de Timbúes o de Talleres, es una realidad. Pero también somos un equipo de barrio, humildes, que suplimos las falencias y lo que nos falta en jerarquía con garra y corazón. Trabajamos al pie de la letra y tenemos un entrenador que nos supo potenciar. Durante toda la temporada peleamos cabeza a cabeza y sabíamos que en este cuadrangular todo podía pasar”, analizó el ex jugador de Ferro y con pasado en el básquet español.
Saladillo debió mirar el juego desde las tribunas y recién cuando Timbúes liquidó la historia se animó a festejar. Fue una situación extraña para los jugadores del Sala: “Me mataba la ansiedad. Era como si estuviera jugando. Tenía las “patas” un poco duras (risas), pero tiene que ver con lo que siento por el equipo y la ambición de subir”.
El doble de Domínguez en el cierre del duelo ante Talleres y la victoria fue el que permitió ganar ese desempate directo, y Gaby lo recuerda con sencillez: “Valió, pero en ese momento sirvió para arreglar la cagada que me había mandando de perder la pelota en la última bola. Por suerte entró y ahora todo es felicidad”.