En un par de oportunidades tuvimos la posibilidad de charlar mano a mano con el rey del fútbol mundial. Hoy durmiendo en un féretro mientras la pelota, los dirigentes, los clubes, los futbolistas y todos los que rodean el negocio de la redonda se están incendiando. Ese “rey” era nada más ni nada menos que Julio Humberto Grondona.
Quizás la definición más acertada sobre el hombre de Sarandí la brindó Pablo Scarabino, ex titular de Rosario Central. Jaqueado su poder por propios y extraños a la institución, alguien le expresó a Scarabino para aliviar sus preocupaciones: “quedate tranquilo, sos amigo de Grondona, nadie te podrá desplazar”. Pablo, que era rápido y sarcástico, respondió de una “te equivocás, Grondona sólo te acompaña hasta la puerta del cementerio. Después te suelta la manija del cajón y él ni entra”.
Y no se equivocó en nada. Eras bien recibido mientras servía a sus intereses. Pablo fue uno de los preferidos del Padrino de calle Viamonte. En los temas complicados, donde necesitaba una votación rápida (por ejemplo la televisación de los partidos de la selección) lo llamó previamente y le solicitó que él presentara la moción: “después están los cheques para todos”. Y la cuestión se resolvió en minutos.
Otro que tuvo que rendirse ante la dictadura de don Julio fue Eduardo López. A él lo designó secretario de Relaciones Institucionales. ¿Qué significaba ese puesto?…simple, manejar los negocios de Grondona en la AFA. El barbado nunca tocó nada que no le correspondiera. Le alcanzaba con la protección y no irse al descenso.
“A vos te mandó Vesco”
Tenía una lucidez impresionante. En 1986 viajamos a Chile para cubrir los Juegos Odesur, siguiendo a la selección argentina que dirigía Carlos Pachamé y que terminó logrando el título. En ese equipo lucían Goicoechea, Basualdo, Theiler, Caniggia, el Puma Rodríguez, Perazzo, Hugo Maradona, entre otros.
Antes de subir al avión, Víctor Vesco nos había solicitado que si encontrábamos a Grondona le preguntáramos por qué el Negro Palma no era convocado por Bilardo. En ese momento el mediocampista descollaba en el elenco de Zof que luego se consagraría campeón 86-87.
Tuvimos la suerte que el presidente de AFA llegara para las instancias finales. Concertamos la entrevista en el lobby del hotel Carreras, frente al Palacio de la Moneda. Nos sentamos cómodamente en los sillones mientras alrededor nuestro hablaban y caminaban periodistas, jugadores y hasta el propio Bilardo. Todos parecían en sus mundos, sin prestarnos atención.
La nota transcurría normalmente hasta que llegó la pregunta clave. Grondona saltó de su asiento y a los gritos contestó: “a vos te mandó Vesco para preguntarme eso. Decile que me llame a mí directamente y que no se olvide de las manos que le dí en los campeonatos que ganó. Es un traidor”. Todas las miradas todas se posaron sobre mi persona. Se hizo un silencio sepulcral. Sinceramente no sabía como disimular y hubiera preferido que la tierra me trague. No había manera de sorprenderlo. Siempre estaba un paso adelante.
Mucho tiempo antes, Grondona visitó las instalaciones del Decano de la Prensa Argentina y los integrantes de la sección Deportes fuimos convocados para entrevistarlo. Eran épocas en que las preguntas debían ser tranquilas, sin incomodar a la figura. Hasta que salí con una requisitoria que no sólo molestó a Grondona sino a mis jefes y compañeros. El que se encargó de tirar la pelota lejos fue el propio Padrino, quien con una sonrisa socarrona buscó la complicidad de todos queriendo saber de dónde había salido. Alguien le dijo: “es de Fighiera, un pueblito, le falta calle, tiene que perdonarlo”. Grondona rápido de reflejos acotó…“ah…en Fighiera son todos trolos”. Mi reacción no se hizo esperar y si bien no llegamos al insulto, la postura fue enérgica. Grondona, sin borrar la mueca de placer en su rostro sentenció: “no te enojés pibe. Lo dije en broma. Yo soy cliente desde siempre de la cerámica de tu pueblo”.
No respondió nada de lo que pregunté. Me hizo poner ancho por el cumplido y telón para una entrevista que prometía ser diferente.
Y como dijera alguna vez Mario Giammaría, presidente de la Rosarina, “nunca conseguís nada de lo que vas a buscar pero te saluda y te pregunta por tu esposa, hijas y nietos. Hasta se acuerda de los nombres de todos. Es un fenómeno”.
Pequeñas referencias para entender por qué ostentó durante tres décadas y media el poder en el fútbol argentino y cuando murió hasta se desmoronó Blatter y la Fifa.
Gorosito también se rindió a sus pies
Patricio Daniel Gorosito, con prontuario cero kilómetro, desembarcó en el fútbol y rápidamente se puso bajo el ala de Grondona. El nexo era Pastoriza. Constructora Deportiva S.A., que dirigía el yerno de don Julio, Genaro Aversa, realizó todas las obras en el predio de 21 hectáreas en Arroyo Seco. El estadio, hotel, piletas y demás instalaciones se levantaron en tiempo récord. Plata sobraba. Grondona visitó varias veces el lugar. Hasta que el 4 de octubre de 2006 hizo aterrizar al presidente del Barcelona de Messi, Joan Laporta. Allí se anunció un convenio donde el Real se convertía en filial de la entidad catalana. En realidad, los pibes llegaban a Arroyo y antes de viajar a España pasaban por Arsenal. La relación se rompió apenas Laporta subió al avión de regreso. Allí le informaron con quién se había fotografiado y estrechado la mano. Precisamente, Gorosito es descubierto con nombre y apellido (en el exterior siempre usó pasaportes diferentes) en la operación Carbón Blanco porque los medios españoles publicaron aquella famosa foto en Arroyo Seco. Grondona ni se arrimó esa tarde a la pomposa ceremonia.