Por: Ana Laura Picolo
Hasta hace poco tiempo, donar sangre respondía al pedido exclusivo de algún familiar o amigo por razones de salud. Pero en los últimos años se puso en relieve la importancia de generar conciencia sobre el rol del donante voluntario, un acto altruista que propicia una mayor seguridad transfusional y permite que quien necesita sangre la reciba de forma oportuna. Así lo destacó Alejandra Matteaccio, jefa del servicio de Medicina Transfusional del Sanatorio Británico, quien resaltó la necesidad de un cambio de mentalidad a fin de que todos los ciudadanos tengan el hábito de donar sangre en forma sostenida.
A diferencia del donante por reposición o condicionado, que en ambos casos responden a pacientes que se realizaron transfusiones o a los que necesitan someterse a una cirugía, lo que se está intentando implementar por medio de campañas nacionales es informar a la comunidad que la sangre es un “bien limitado” y que donarla tiene repercusiones trascendentes en el tratamiento de las personas.
“Siempre en nuestro país el donante de sangre fue por reposición o condicionado, manejándose dentro del núcleo de la familia y de las amistades”, dijo Matteaccio.
“Lo que se está buscando ahora es que el donante sea voluntario. Que seamos todos ciudadanos que tenemos el hábito de donar sangre tres, cuatro o cinco veces al año y que no esté destinada a nadie en particular”, resaltó la médica tras mencionar que eso promulga la ley nacional de sangre 22990.
Riesgos del período ventana
La importancia del donante voluntario y repetido radica en garantizar al paciente la mayor seguridad transfusional posible. “Si nosotros estudiamos a una persona cada tres o cuatro meses vamos a saber que está sana y que no tiene conductas de riesgo en cuanto a enfermedades infecciosas”, explicó Matteaccio.
En ese sentido la especialista dijo que las transfusiones no son cien por ciento seguras ya que durante los primeros días en que se contrae un virus, lapso conocido como el período de la ventana, es imposible de detectar.
“Si una persona viene a donar sangre en forma ocasional porque está condicionado por un familiar que lo necesita, y hace dos días tuvo una conducta de riesgo como mantener relaciones sexuales sin cuidarse con alguien que tuvo hepatitis, aunque le hagamos todos los estudios posibles, nos va a dar negativo. No hay ningún análisis en el mundo que lo detecte”, graficó Matteaccio.
Por eso, para brindar al paciente la máxima seguridad se hacen interrogatorios exhaustivos, preguntándole al donante con respecto a conductas de riesgo. Matteaccio explicó que las respuestas son confidenciales y que se deja en un buzón un papel que dice “no use mi sangre que tengo dudas”.
“Por eso las prácticas también dependen de la sinceridad y del grado de conciencia que tengan los donantes ante toda la información que nosotros le brindamos”, indicó.
Una vez obtenida la unidad de sangre del dador, aproximadamente medio litro, la misma se somete a un proceso de centrifugación diferencial en la que se obtienen los hemocomponentes clasificados en suspensión de hematíes, concentrado de plaquetas, plasma fresco congelado y crioprecipitado. Cada fracción, con diferentes tiempos de conservación, se destina a pacientes según el trastorno que padezca y muchas veces salva vidas.
A modo de ejemplo, la especialista explicó que las personas con niveles muy bajos de plaquetas, como en casos de leucemia o trasplantes de médula ósea, pueden sufrir hemorragias espontáneas que ponen en riesgo su vida. “Lo único que salva a una persona con esas características de una hemorragia severa es trasfundirle plaquetas, que tras la donación duran conservadas sólo cinco días”. En cambio, los glóbulos rojos se pueden almacenar entre 21 y 41 días y el plasma dura hasta un año, precisó Matteaccio tras reforzar la importancia de la donación a conciencia.