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Donde existe una necesidad nace un derecho

María de los Angeles Sacnun*

“Donde existe una necesidad nace un derecho” clamó nuestra Evita frente a la multitud de descamisados y resumió en esa enorme frase el profundo significado de las políticas sociales para todo gobierno peronista.

Retumban esas palabras a lo lejos y la escuchan los trabajadores con callos en las manos, los peones rurales, las enfermeras, las maestras…

Las palabras salen de la boca de una joven mujer que levanta sus manos hablándole a la multitud que canta con amor eterno su nombre.

Las generaciones que vinimos después cerramos los ojos y vemos cual una película cómo aparecen frente a nosotros las imágenes de una Evita con rodete y revolucionaria, la de una Evita con su cabello suelto y libre al viento, la de una Evita abrazando a un niño, la de una Evita acariciando a una anciana, la de una Evita atendiendo a infinidad de personas en la Fundación, o caminando junto a Perón, o soltando una paloma de entre sus manos, o entregando juguetes desde el tren, o refugiando su emoción junto a los trabajadores en el abrazo de Perón, o votando desde la cama.

El advenimiento del peronismo al poder allá por la mitad del siglo XX –después de haber protagonizado el histórico 17 de octubre que liberó de la cárcel a Juan Domingo Perón e inauguró el protagonismo de los trabajadores y trabajadoras– significó la irrupción de los derechos sociales y económicos junto a los derechos políticos del Pueblo argentino.

Nació un nuevo Estado a la luz de la Constitución de 1949, un Estado que construyó las condiciones económicas de soberanía política e independencia económica para hacer posible el faro de la Justicia Social.

Evita es el símbolo de la Justicia Social, esa Justicia Social que es posible cuando se abraza un modelo económico al servicio de la producción, el desarrollo y el trabajo digno.

Ya no más damas de beneficencia, ya no más uniformes grises para los niños y las niñas, ni pelos rapados, ni mendrugos indignos.

 

Derechos para los niños, derechos para la ancianidad, derechos para los trabajadores y trabajadoras, derechos porque son permanentes, porque el Estado los garantiza, porque ha convertido al amor en una categoría política que trasciende a los hombres y a las mujeres para darle continuidad y permanencia al Estado que abraza, que cuida, que educa.

No es casualidad que un personaje como el cortesano Carlos Rosenkrantz –quien fue designado por decreto por el ex Presidente Mauricio Macri violentando la Constitución Nacional– haya hecho declaraciones diciendo que no puede haber un derecho detrás de cada necesidad.

Esa expresión de Rosenkrantz no es más que la cabal expresión de una Corte Suprema de Justicia de la Nación que se ha convertido en la guardiana de los privilegios del poder real por encima de los intereses del pueblo argentino.

Así, en las palabras y acción de Eva Perón y en las manifestaciones que se le oponen pronunciadas por un miembro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, se subsume la puja histórica entre dos modelos de país que pugnan desde el nacimiento mismo de la Patria.

El paradigma de la Justicia Social se había hecho carne en las aspiraciones populares

Este 26 de julio, a 70 años de que Evita se hiciera nuestra bandera a la victoria, viene a hacer explícita una vez más la disputa por una Argentina capaz de poner nuevamente el énfasis en la construcción de un país que genere empleo digno y que sea capaz de dar felicidad a su Pueblo.

El modelo económico del gobierno de Mauricio Macri se caracterizó por un proceso de valorización financiera, destrucción de la industria nacional, precarización del empleo y endeudamiento; para consolidarlo requirió de un poder judicial que avaló y avala la persecución y proscripción a opositores para disciplinarlos.

Junto a las recientes declaraciones de Rosenkrantz, otros han vertido declaraciones tendientes a arrasar con 70 años de luchas populares compatibles con manifestaciones tales como “le hicieron creer a la gente que podían viajar, tener un celular o pasear y comer afuera”, en referencia a nuestros doce años de gobierno, los años de Néstor y de Cristina.

Estas declaraciones provenientes de un miembro de la Corte no son más que la pretensión de descalificar todo el andamiaje político, económico, jurídico y social sobre el que se asienta nuestra cultura política nacional y popular, la que incorporó los derechos humanos, los derechos sociales y económicos a nuestra Constitución Nacional.

A tal profundidad se grabaron a fuego los derechos nacidos con el primer gobierno peronista que la fusiladora de 1955 derogó la Constitución de 1949, pero debió mantener los derechos que se plasmaron en el artículo 14 bis ya que el Pueblo no iba a tolerar un retroceso respecto de la consolidación del paradigma de la Justicia Social, que se había hecho carne en las aspiraciones populares.

No es casualidad que Rosenkrantz haya hecho esas declaraciones confrontando con la frase de Eva Perón ni es casualidad que sea él el más fiel exponente de un Poder Judicial al servicio de los poderosos.

En honor a Evita este 26 de julio debemos reflexionar profundamente en cuanto a la necesidad de que los tres poderes del Estado sean salvaguarda de los derechos conquistados, debemos internalizar sus profundas convicciones, su pasión por los ideales de Justicia Social, su permanente coherencia entre el decir y el hacer, su amor al prójimo y a la Patria.

Evita fue, es y será siempre esa antorcha encendida que alumbra las luchas que la historia desata una y otra vez para garantizar los derechos conquistados y para establecer los nuevos, porque no hay homenaje más grande para ella que ayudar a parir nuevos derechos acompañando la historia y el devenir del Pueblo.

*Senadora Nacional (MC) / Directora del Banco de Inversión y Comercio Exterior (BICE)

 

 

 

 

 

 

 

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