Pau Turina / Especial para El Ciudadano
María Belén Campero y Romina Gianfelici son amigas y crearon Cosas Invisibles, un proyecto donde comparten la idea de construir, desde la acción, otros mundos posibles. María Belén es doctora en filosofía e investigadora y Romina psicóloga, y ambas consideran que es desde la niñez que se forjan las libertades individuales que permiten vivir en sociedad. Creen que es fundamental que los niños y las niñas puedan pensar y reflexionar porque es lo que les permitirá construir sus propias ideas así como también ayudará a reconocer y distinguir las ideas de los otros.
Uno de los proyectos dentro de este gran proyecto, es el de la editorial, con la que publicaron en 2018, Mine y el tiempo. Una aventura puede comenzar en tu ventana, su primer título de una serie de cuentos filosóficos para niñas y niños, premiado por Espacio Santafesino en 2017. El cuento tiene como protagonista a Mine, que es sorprendida por una aparición inesperada e iniciará una investigación. Una cámara de fotos, su mamá y Rosa, la vecina, colaboran con la pequeña detective. Mine explora el mundo y cuestiona las formas del tiempo: ¿qué es?, ¿puede usarse?, ¿medirse?, ¿controlarse? El libro es una invitación a descubrir inquietudes propias, para no dejar de asombrarse y preguntarse. El texto es de María Belén y las ilustraciones de Fabricio Caiazza, artista visual y educador, que junto a Inés Martino, forman parte de Estudio Valija.
Una base desde donde partir
Sobre la idea del cuento, su autora dice que primero apareció Rosa, la vecina y amiga de Mine y Mine, como un personaje con curiosidad, que saca fotos y que quiere investigar. Quizás un poco inspirada en la mirada hacia su hija Are. “Los niños y las niñas tienen una manera de ser curiosos que es muy irreverente respecto al tiempo. Para ellos las cosas van pasando muy rápido y a la vez, eso también va aumentando su interés sobre las cosas. Tienen una actitud de desobediencia con respecto al tiempo y de sus formas, y de la manera en que los adultos la entendemos. Ese es el punto de partida, después viene la historia”, cuenta María Belén. Hay una idea de la antropóloga francesa Michèle Petit que le gusta: el libro o el cuento es hospitalario, porque es lo que aloja y hospeda, ese lugar que hace que uno pueda, a partir de eso, poner en cuestión ciertas cosas. “Es difícil arriesgarse sin tener una base desde donde partir”, menciona.
Preguntas disparadoras
“La idea de escribir un cuento filosófico o un cuento en el que se cruce la narración con la filosofía surge de una invitación de Fabricio y de Inés, que ilustraron el libro. Ya estábamos trabajando con los talleres de filosofía de Cosas Invisibles, y nos invitaron para hacer algo juntos. Fue así como nos empezamos a juntar. El tema del «tiempo» surge de los encuentros con ellos, no es que propuse un tema específico sino que surge de un diálogo filosófico y de una problematización. Después decidimos participar de la convocatoria de Espacio Santafesino, pensar en autoeditarnos y que <Cosas Invisibles< fuese editora”, señalan Romina y María Belén.
En mayo de 2018 presentaron el libro en la Feria del Libro de Rosario. Su primera impresión de quinientos ejemplares, a finales de diciembre, se agotó y por ese motivo, realizaron la segunda edición con financiamiento propio y con una impresión de mil ejemplares más. Al final del libro, se pueden encontrar preguntas relacionadas al cuento que intentan ser disparadoras para continuar pensando y para generar otras. “Los adultos tenemos una pulsión de dar respuestas a todo, pero cuántas veces nos hacemos preguntas a nosotros mismos. Justo estoy leyendo en estos días La razón estética, de Chantal Malliard, filósofa y poeta belga, donde habla del silencio. Lo menciono porque el espacio para preguntarnos a nosotros mismos sobre algo, podría ser entendido en esos términos. El silencio en sí, es un concepto fuerte, que aparenta no tener ninguna sonoridad, pero si el silencio es el momento en el que la persona se hace preguntas, entonces podemos reformular la pregunta sobre qué es el silencio”, reflexiona María Belén.
Pronto Mine y el tiempo tendrá su segunda y tercera parte como piezas de una misma serie editorial. El hilo conductor seguirá siendo las situaciones cotidianas con las que se enfrentará Mine, en los que una vez más se mostrará que la filosofía puede estar cerca de las preguntas cotidianas.
Cosas invisibles para hacerlas visibles
En cuanto al cruce de filosofía y literatura, Campero, comenta: “Pensamos a la filosofía como una práctica, como una forma de vida, y en eso aparece el diálogo como un recurso indispensable para la problematización. A la filosofía la hacemos todos. Marina Garcés (filósofa y ensayista española, profesora de Filosofía en la Universidad de Zaragoza e impulsora proyecto colectivo Espai en Blanc de pensamiento crítico y experimental) dice que la filosofía es como la música, todos sabemos de ella por más que no la practiquemos, no es necesario leer Platón para sentir propia una pregunta, como por ejemplo, qué es el tiempo. Pero sí se necesitan herramientas, la literatura sin dudas, es una herramienta. La literatura pegada al juego, y en ese sentido, también, la construcción de un espacio que sea de disfrute. En general, cómo pensamos la literatura es otra cuestión, cómo pensamos la lectura en relación a los niños y las niñas, también es otra. La literatura, tanto un cuento o una poesía, son recursos para poder generar una pregunta”. Para ellas, el vínculo entre la filosofía y la literatura, es pensar la literatura como un recurso para poder hacerse una pregunta, cualquiera sea el tema. Y reflexionan: “Hay que pisar la orilla para meterse al mar o al río. La filosofía como forma de vida, la persona no como observadora, sino como parte del mundo y la literatura, como punto de partida. La literatura me parece que siempre es un salvavidas, la orilla que se necesita”.
Filosofadores
Además, María Belén y Romina dictan talleres de filosofía, en los que –aseguran– no hay ejes temáticos previos sino que los temas surgen en el mismo encuentro según las inquietudes del grupo. “Todos somos filosofadores”, señalan.
“Encontramos que el juego es la forma de reconocernos y de sabernos en el mundo. Más aún, pensamos que el jugar es nuestro propio estar viviendo. Nos disponemos a la búsqueda y exploración inagotable de nuestro asombro para, desde la creatividad, descubrir e inventar conceptos e ideas. Proponemos espacios para el diálogo, en el que será esencial la socialización de la palabra y la posibilidad de reconocernos en la mirada de otros”, concluyen.