Pocas cosas se marcan en piel y alma para los argentinos como un éxito deportivo, y si a esa conquista se le suma épica e identificación en el pueblo, ya nada podrá romper el lazo afectivo, ni siquiera el amenazante e inexorable transcurrir de los años. Porque las dos décadas doradas que se cumplen este 28 de agosto fueron una construcción de amor, de talento, de responsabilidad, pero también de vigencia, competitividad y de nunca fallarle a un país acostumbrado a que le fallen.
Ese 28 de agosto en el estadio olímpico de Atenas el mejor equipo de todos los tiempos dejó de ser el seleccionado argentino de básquet para transformarse en la Generación Dorada, para ganarse un nombre fruto del esfuerzo, sin necesidades ni búsquedas marketineras, para ser adoptado incluso por los neófitos. Ese 28 de agosto el equipo de Rubén Magnano dio el paso que le faltaba para vencer a un destino que los había dejado en la puerta en Indianápolis, y esa tarde criolla se gritó el oro de la noche griega como si de fútbol se tratara.
Había pasado la impresionante victoria ante Estados Unidos, la deconstrucción del Dream Team, el cimbronazo mundial, pero quedaba Italia con el antecedente de la caída en fase de grupos más un Oberto maltrecho que no iba a poder jugar.
Pero Argentina no iba a dar espacio a las dudas, a las sorpresas. El camino había sido largo como para dejar escapar otra vez el sueño. Y las diferencias se notaron desde el inicio, con control casi absoluto, Ginóbili y Scola dominantes, y apenas un pequeño y lógico momento de relajación que fue derrumbado por los triples de Montecchia.
Italia no tuvo forma, no tuvo manera. Argentina cumplía su destino de grandeza, le ponía el sello dorado a un grupo tan inolvidable como irrepetible, que logró ese oasis de bandera en lo alto y podio olímpico que de los países que todavía existen apenas puede ostentar Estados Unidos.
Y la enormidad de lo logrado fue revalidado por años y años de logros, conquistas, vigencia y responsabilidad ante la consabida e injusta obligatoriedad de volverse ejemplo que otorga, sin ser requerida, la popularidad.
Ya son 20. Dos décadas doradas. Y el amor del pueblo sigue tan fuerte como en aquella noche griega, la tarde argentina en la que se gritaron goles de básquet.
Síntesis:
Argentina (84): Juan Ignacio Sánchez 3, Emanuel Ginóbili 16, Andrés Nocioni 7, Luis Scola 25, Rubén Wolkowyski 13 (FI), Hugo Sconochini 2, Gabriel Fernández 1, Alejandro Montecchia 17, Carlos Delfino 0, Walter Herrmann, Leo Gutiérrez, Fabricio Oberto. Entrenador: Rubén Magnano.
Italia (69): Massimo Bulleri 5, Gianluca Basile 9, Matteo Soragna 12, Denis Marconato 6, Giacomo Galanda 7 (FI), Nikola Radulovic 0, Gianmarco Pozzecco 12, Alex Righetti 3, Rodolfo Rombaldoni 10, Roberto Chiacig 3, Luca Garri 2. Entrenador: Carlo Recalcati.
Parciales: 23-16, 43-41 y 60-54.