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Dos films argentinos fueron premiados en Biarritz

“El Invierno” y el documental “Damiana Kryygi” obtuvieron reconocimientos.

La película El Invierno, ópera prima del argentino Emiliano Torres, que se estrenará el jueves próximo en la Argentina, ganó ayer el premio al mejor actor y el premio del Sindicato Francés de la Crítica Cinematográfica en el 25º Festival de Cine y Culturas de América Latina de Biarritz, en Francia, donde el documental Damiana Kryygi, de Alejandro Fernández Mouján, obtuvo una mención especial del jurado.

El primer largometraje de Torres, que venía de ganar el premio especial del jurado y el premio a la mejor fotografía del Festival de San Sebastián, en España, sumó ahora a su palmarés internacional el premio de la crítica francesa y el de mejor interpretación masculina obtenido por el actor y dramaturgo chileno Alejandro Sieveking, quien en el film encarna al viejo capataz de una estancia patagónica.

“Sieveking es un dramaturgo que escribía las obras teatrales de Víctor Jara, un personaje de una historia de vida infinita, muy activo e inteligente a sus 85 años”, afirmó Torres en relación con uno de los dos protagonistas de su primer film, en donde interpreta a un hombre viejo y solitario, curtido por la intemperie y la hostilidad de la geografía patagónica, que un día es reemplazado por otro más joven.

Torres recordó la génesis del film: “Fue cuando viajaba por el sur trabajando en un documental. Quedé bloqueado por una tormenta de nieve y terminé en la casa de un capataz de estancia, muy silencioso, que sólo hablaba de caballos y de perros. Creo que de alguna manera descubrí que quería escribir algo sobre este lugar y este personaje, aunque lo hice recién 10 años después”.

“Me di cuenta de que es común que ese sea el destino de casi todos los capataces: o el suicidio o el retiro en las montañas como ermitaños. Son la consecuencia de muchos años de soledad extrema y aislamiento”, agregó el cineasta, que aborda la problemática de los peones rurales pero “no para hacer una denuncia sobre una forma de trabajo injusta, que desde ya lo es, sino sobre el desarraigo”.

En tanto, el documental de Fernández Mouján suma un nuevo premio a los que vino cosechando desde el año pasado a partir de una profunda investigación acerca de la historia de persecución y humillación de los pueblos originarios en Paraguay, a través del caso real de una niña indígena secuestrada y convertida en objeto de estudio científico en Argentina y Alemania.

En una colorida ceremonia realizada en la Gare du Midi de la ciudad de Biarritz, donde la película de cierre fue Gloria, del chileno Sebastián Lelio, el jurado presidido por el argentino Alfredo Arias, y compuesto por Delphine Gleize, Laure Duthilleul, Sergio Ramírez y Alice Girard, entregó el premio Abrazo al mejor largometraje al film brasileño A cidade onde envelheço, de Marilia Rocha.

El cine brasileño fue el gran ganador de la noche, ya que además del premio al film de Rocha, la película Aquarius, del brasileño Kleber Mendonça Filho, obtuvo el premio especial del Jurado y el premio a la mejor interpretación femenina, que en este caso recayó en la gran actriz Sonia Braga, por su interpretación de una escritora que enfrenta a una empresa constructora que quiere quitarle su departamento.

Mientras que el film de Marilia Rocha sigue la evolución de una amistad creciente entre dos mujeres –una de las cuales llega a Brasil para quedarse y la otra sueña con irse del país hacia otro destino–, Aquarius aborda los lazos familiares y la lucha de una mujer por mantenerse firme en la vivienda ubicada frente al mar que alberga la historia de su vida y la mayoría de sus mejores recuerdos.

En la competencia de documentales, el jurado presidido por el francés Cyril Dion entregó el premio Abrazo al mejor documental a Nueva Venecia, del uruguayo Emiliano Mazza de Luca, mientras que otorgó sendas menciones especiales a Damiana Kryygi y al film chileno Yo no soy de aquí, de Maite Alberdi. Damiana Kryygi indaga en la sangrienta persecución y masacre de los pueblos originarios del Paraguay, muchos de cuyos miembros fueron vendidos como sirvientes, a través del caso de una niña de la etnia Aché capturada en 1896 tras la matanza de su familia y convertida –obscenamente, incluso después de muerta– en objeto de estudio científico en La Plata y Berlín.

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