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Dos penados por un triple crimen

Por Agustín Schcoler.- Los confesos asesinos de José Conrado Vallejos, Paulino Herrera y Mauro Vallejos, hecho ocurrido en 2010 en Liniers al 4200, fueron sentenciados a 13 y 11 años de prisión, mientras que otros tres hombres que llegaron a juicio fueron absueltos.

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Dos condenas y tres absoluciones. Eso fue lo que se escuchó en la mañana de ayer en el primer piso de Tribunales, en la jornada final del juicio que durante diez días intentó impartir justicia por los asesinatos de José Conrado Vallejos, Paulino Herrera y Mauro Vallejos, ocurridos en abril de 2010 en Liniers al 4200, zona oeste, cuando se celebraba el aniversario de casados de uno de los acusados y su pareja. “Por fin se hizo justicia; acá hubo 3 personas que estuvieron presas durante 3 años sin tener pruebas en su contra”, sostuvo el hermano de uno de las tres personas que fueron absueltas. “Esto es lo que vale la vida de tres personas, trece años para uno y once para otro; los demás a la calle”, exclamó entre insultos la hermana de una de las víctimas tras la lectura del fallo.

El tribunal integrado por Edgardo Fertita (presidente), Raquel Cosgaya y Juan José Alarcón ingresó pasadas las 11 de ayer en la sala acondicionada para los juicios orales y los murmullos de familiares, amigos y conocidos de víctimas y presuntos victimarios de a poco fueron haciendo silencio. Silencio que poco tiempo después dio paso a muestras de algarabía y también de quejas.

La lectura duró pocos minutos, pero la antesala al periplo legal estuvo cargada de emotividad y ninguno de los presentes se mostró imparcial. Los dos asesinos confesos, Claudio Villalba y Jorge Mendoza, fueron prudentes, respetuosos y conscientes de sus hechos cada vez que les tocó hablar durante el juicio. Los restantes acusados no contaban con pruebas relevantes que los inculparan. Las rimbombantes declaraciones de ciertos testigos habían dejado expuesto un final anunciado, donde Jesús Acosta, Juan Acevedo y Gustavo Villalba tenían el camino hacia la calle allanado; la absolución ya estaba latente en los días previos al dictamen.

Cuando las condenas a 13 y 11 años fueron reveladas por los miembros del tribunal, el llanto explotó, desde los familiares de las víctimas y los allegados a los acusados.

“Esto es lo que vale la vida de 3 personas, 13 años para uno y 11 para otro; los demás a la calle”, exclamó entre insultos la hermana de Mauro Vallejos, una de las víctimas de la masacre de 2010, que se encontraba a la derecha de los jueces, con un bebé en brazos. Del otro lado de la sala, los familiares de los acusados y los miembros de la defensa se abrazaban entre lágrimas.

Claudio Villalba fue condenado a 13 años de cárcel por los delitos de doble homicidio agravado, uso de arma de guerra y lesiones. Los peritajes arrojaron que los proyectiles que salieron de su pistola calibre 38 largo fueron los que le dieron muerte a José Conrado Vallejos y Paulino Herrera.

En tanto, Jorge Mendoza fue penado a 11 años de cárcel por homicidio agravado, uso de arma y lesiones. Los pesquisas indicaron que Mauro Vallejos falleció por las balas que disparó el muchacho con una pistola calibre 32 largo.

Mejor suerte corrieron los otros tres imputados, quienes finalmente fueron absueltos.

Juan Acevedo, el acusado que fue defendido incluso por la familia de las víctimas, no contó con acusaciones relevantes en su contra, por lo que desde un comienzo tuvo marcado el camino hacia la absolución.

Por su parte, Jesús Acosta sólo pudo ser sindicado como el conductor del Peugeot 504 en el que llegó Jorge Mendoza a la casa de los Vallejos. El ser conocido de la familia atacada amparó su versión de que fue al lugar para intentar ser el interlocutor entre las partes. “A mi defendido lo único que se le puede penalizar es su tarea como mediador. Incluso se le debería prohibir por ley que lo vuelva a hacer”, afirmó su abogado.

En tanto, Gustavo Villalba dejó clara su inocencia al comprobarse que se encontraba en estado de shock luego de la brutal tunda que recibió en la pelea que originó la posterior balacera. De hecho, ninguno de los testigos pudo reconocerlo en la escena del crimen.

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