La comedia absurda Último recurso, dirigida por Matías Szulanski, que se estrenó este jueves en salas de la ciudad tras ser presentada en la función de apertura del último Bafici, esta ambientada en el día a día de dos periodistas de una revista deportiva decadente que deben investigar una conspiración mundialista.
La décima película del prolífico realizador de 31 años, que debutó con su primer largometraje en 2016, maneja el subgénero humorístico que frecuentó en sus anteriores films. No obstante, Szulanski, que suele también escribir sus propias películas, tuvo esta vez su aporte desde la realización, ya que Último recurso se basó en una historia original de Juan Mazzoleni con guion de Maximiliano Rodríguez.
La disparatada trama sigue la cocina de una investigación periodística a partir de la llegada de un misterioso paquete a la redacción de una revista deportiva, que sostiene que el primer Mundial de Fútbol se jugó en 1926, lo ganó Argentina y, por algún motivo, se borró de la historia oficial.
Laura, una periodista de la revista, encarnada por María Villar, y su nueva asistente Julia, interpretada Tamara Leschner, se sumergen en esta intriga que podría cambiar la historia del deporte y el periodismo.
El aporte de la propuesta va por el lado de la frescura y la película se apoya en un humor disparatado que no cae en la tentación de hacer una vuelta de más, sino que configura una comedia cercana y efectiva que le gustará a su público más natural de veinteañeros y treintañeros urbanos, además del espectador de cualquier edad con sentido del humor y cierto cariño por elementos nostálgicos que el film abarca.
La historia detectivesca, que hilvana gag tras gag con sutileza y sin saturar, también tiene el potencial específico de atraer a toda persona que haya transitado una redacción periodística de tiempo atrás, a través de una aproximación estética que remite a décadas anteriores a pesar de la presencia de smartphones como herramienta central de la investigación.
En diálogo con la agencia de noticias Télam sobre la experiencia de dirigir un guión ajeno y su aporte desde la realización a un registro que conoce bastante, Szulanski señaló que se dedicó «a encontrar el tono, evitar ciento por ciento lo épico, que quizás se podía prestar a eso, e ir bien más a lo pequeño».
«Quería que la película se sienta como un recuerdo, por eso le dimos también desde la fotografía cierto tratamiento para que se asemeje a eso y, de alguna manera, genere melancolía y se centre en lo natural. Porque ya de por sí, obviamente, que la historia es un poco desbaratada. Entonces, si hacíamos todo disparatado, iba a quedar cualquier cosa o no lo que estamos buscando, tanto en tono, como en actuaciones, arte y vestuario. Buscamos lo más común posible», agregó.
Sobre el guión, sumó: “Entre las ventajas, está buenísimo tener una mirada de otra persona. Surgen cosas que a uno naturalmente no se le ocurren. Entonces eso me pareció que está bueno. Y desventajas no le encuentro, porque principalmente lo bueno es que tenés la visión de un tercero desde todo, entonces uno empieza a trabajar sobre algo que ya hizo otro. Había comentado que estaba buscando guiones y me llegó este, que me gustó mucho. Me pareció una idea muy, muy buena. En la versión original, los periodistas están quizá más pintados como héroes de acción, entonces mi «input» en la escritura fue hacer a los personajes personas comunes y más desencantadas. Me centré más en la historia de ellas dos”.
Ante la consulta de cómo se las ingenia para ser prolífico y filmar tanto, aseguró “no tener un método”. “Trato siempre de estar escribiendo. Estar haciendo, buscando, ser prolijo con los tiempos. Tampoco quiero hacer obras maestras, yo sé que no voy a hacer una obra maestra, entonces no es que me obsesiono. Hay directores que conozco que por ahí están dándole mucha vuelta. Yo quiero hacer pelis y pasarla bien. Prefiero hacer varias pelis que estén bien a hacer una gran obra maestra y después no hacer nada por un montón de tiempo”, aseveró con modestia.
En tanto, quien comenzó a estudiar gestión de medios, a sus 19 años, explicó como le ayudó esa formación en el mundo del cine: “Empecé a estudiar gestión de medios a los pero no sabía bien qué hacer, y es cuando me empezó a gustar el cine. Lo bueno de tener formación en administración es que me ayuda a ser un poco más pragmático en ciertas decisiones. Obviamente, también el hecho de producirme las cosas con mi productora facilita ciertas cosas, pero, a la vez, trato de siempre ser pragmático y filmar lo que se pueda, de la mejor manera posible”.