Fueron compañeros de fórmula pero ella no lo piensa votar. La vicegobernadora radical de Hermes Binner ya tiene decidido que en octubre no va a apoyar al hombre que acompañó en estos últimos cuatro años en el gobierno de Santa Fe. Griselda Tessio va a poner en la urna de octubre la boleta de Ricardo Alfonsín.
Cuando se enfrenta a algún micrófono ella responde, con su tradicional educación, que el voto es secreto. Pero en privado, con los de su confianza, no oculta su decisión que debe ser leída como la pequeña punta del enorme iceberg de desencanto radical por la decisión de Binner de lanzarse a la candidatura presidencial. Porque ella es la más medida en sus calificativos. Los boina blanca más enojados, y los hay en cantidad, repasan con adjetivos bien despectivos el coqueteo que el gobernador sostuvo desde el verano pasado con el hijo del ex presidente radical. Romance que duró hasta que pasaron las internas locales y se impuso Antonio Bonfatti. “Alfonsín está con una chinche bárbara”, grafica un portavoz del intendente Mario Barletta. “Nunca se imaginó que Hermes iba a jugar de encantador de la novia a la que iba a dejar plantada en el altar. Y encima usando la excusa de Francisco De Narváez”, asegura la misma fuente.
Para Barletta y Tessio no hubo grandes sorpresas. Los dos dicen puertas adentro que el quiebre entre el PS y la UCR fue la crónica de una separación anunciada. Lo que no entienden (¿disculpan?) es que el hombre que demostró ser el traccionador de votos más grande de Santa Fe no haya tenido la deferencia de comunicársela oficialmente. Binner ni siquiera los llamó por teléfono para decirles que se lanzaba a la Casa Rosada. “A mí no me lo comentó”, puntualiza forzando un tono neutro Griselda Tessio cuando se la consulta en rueda de amigos. “No charlamos desde hace rato”, agrega. Para ser rigurosos, no conversan, de nada, desde la reunión y foto post comicios tomada en la capital provincial a horas de la interna. Con Mario Barletta pasó algo parecido. “Binner nunca me comentó que iba a ser candidato a presidente”, se queja con menos cortesía y sin reparos para no ser escuchado. Ante un grupo de partidarios y simples asistentes a una charla informal, el ex rector de la Universidad del Litoral confiesa tácitamente que esperaba una conversación como las que solían tener en su propio domicilio antes de que el socialista llegase a la Casa Gris. “En estos cuatro años encontré varias disidencias con Hermes a la hora de construir políticamente”, le explica a uno de los integrantes de la mesa provincial de la UCR que recuerda que uno de los pocos que se animó a llamar las cosas con nombre y apellido fue Jorge Boasso. “En el Hotel Riviera, Boasso le dijo a Alfonsín en el mes de febrero (el 16, para más precisiones) que dejara de ser tan generoso con los socialistas porque después de la interna ellos se iban a cortar solos. Y tuvo razón”, se queja este mismo hombre con 40 años de radicalismo a cuestas.
Es cierto que entre el intendente capitalino y el gobernador el aura de confianza mutua quedó estropeada mucho tiempo antes. Mario Barletta jamás reconocerá que sintió como una puñalada inesperada el veto que Hermes Binner impuso a la ley electoral que permitió el uso de la boleta única en la interna pasada. “Binner estaba en la reunión con nosotros. A la misma mesa estaban sentados Bonfatti, Rubén Giustiniani, Juan Carlos Zabalza, Carlos Comi y Eduardo Di Pollina. Allí se acordó dejar la boleta nueva para la elección abierta. Y después nos traicionó”, explica en extrema reserva uno de los más cercanos colaboradores del intendente de Santa Fe. Es que los radicales creían que con la papeleta clásica hubieran arrastrado más votos para su candidato a gobernador desde las comunas y pueblos tradicionales de la UCR. El nuevo sistema favoreció a Bonfatti, impuesto a fuerza de cintura personal del gobernador y de una fabulosa campaña publicitaria.
La pregunta que se responderá en el futuro inmediato apunta a saber si el Frente Progresista Cívico y Social se rompe con la candidatura a presidente de Binner, que sale a desafiar a Ricardo Alfonsín. En la provincia, no parecen coincidir los más optimistas. “Por ahora”, clavan el freno los radicales más enojados con el gobernador, que no dejan lugar a dudas con lo que piensan: “Binner no puede mezclar las campañas antes del 24 de julio. Si sale con la camiseta de candidato a presidente socialista en medio de la elección a gobernador los muchachos van a responder”. Los “muchachos” son las decenas de hombres y mujeres de la UCR, aspirantes a comunas, intendencias, diputaciones o senadurías que se ganaron el lugar el 22 de mayo y que no van a tolerar ese desplante al Frente. “No vaya a ser cosa que nos desencantemos y terminemos jugando para Miguel del Sel”, amenaza en solitario un dirigente con mucho ascendente en el norte santafesino.
Desde el socialismo cuentan con las tradicionales dotes del gobernador de sorteador de conflictos políticos. Habrá que ver si puede desdoblarse y no tropezarse a la hora de decir que es un aliado estratégico de los radicales en Santa Fe y un competidor de los mismos radicales en la Nación. “Binner es de acero inoxidable”, sentencia el colérico dirigente del norte. “No se le pega ningún conflicto. Por sólo poner un ejemplo, pienso en lo que hubieran dicho si a (Mauricio) Macri se les ahogaban dos obreros haciendo cloacas”, grafica este dirigente.
Diputados y algo más
Griselda Tessio guardó hasta último momento la esperanza de que el gobernador fuera candidato a vice de Alfonsín o, en el peor de los casos, a diputado nacional en el Frente Progresista. Quizá fue más deseo que convicción. Es que ella también cree que Francisco de Narváez es un límite ideológico. Lo acepta por disciplina partidaria. “Porque no le entusiasma nada este barniz de derecha con el que pintó la cosa Ricardo”, dice una de las secretarias de la vicegobernadora. Hoy, ella sabe que los radicales deberán ir en soledad a la elección de octubre. A lo sumo, compartirán espacio con la Democracia Progresista. Mario Barletta, que tampoco comulga con el Colorado bonaerense, no se muestra muy entusiasmado para encabezar la lista. Suele confesar que desde el 2 de enero de 1994, cuando asumió como rector de la Universidad del Litoral, no paró de gestionar desde cargos ejecutivos. “No me hago la idea de sentarme en una banca legislativa”, le aclaró a su mejor amigo, que sabe cuánto le costaría, además, alejarse de sus hijos, especialmente de su gurisita más chica, que lo espera cada mediodía a la hora del almuerzo. Pero, si se lo piden, no se va a poder resistir. ¿Y Jorge Boasso en el número dos? El edil rosarino asumió que tendría que pedir licencia en la Afip, donde trabaja como abogado desde hace años, y acostumbrarse a vivir en una Capital Federal que no lo enamora. “Es convertirte en un NN en Buenos Aires, soportar la locura de los porteños y asumir que es muy difícil cambiar cosas”, le planteó a los suyos antes de reunirse esta semana con Mónica Fein. Fue un encuentro que se pretendió hipersecreto. A solas. La flamante candidata a intendente conoce los pro y los contra de la metrópoli y ese fue el tema de acercamiento entre los dos. Por lo demás, la charla fue poco fructífera. El concejal radical se negó a sacarse una foto con la aspirante al Palacio de los Leones. “Fotos sólo después de acordar, y por escrito, cómo, de qué modo y con quiénes vamos a trabajar juntos”, le hizo saber Boasso a su jefe de campaña. La semana que viene se vuelven a encontrar. Sin muchas esperanzas de fumata blanca.