Gabriel tiene 44 años y vive con sus tres hijos y su esposa en Belgrano, el mismo barrio de zona oeste que lo vio nacer. Quedó desocupado de una empresa de reparto de bebidas tras ser sometido a una cirugía por una triple hernia de disco y nunca más consiguió trabajo. Así decidió montar un negocio familiar en el que invirtió todos sus ahorros: un cíber, que abrió sus puertas el lunes pasado. Pero lo poco que recaudó en su primera semana se lo robaron anteanoche cuatro hombres que además lo molieron a palos. Según la denuncia que radicó Gabriel ayer en la seccional 14ª, sus asaltantes eran efectivos de Gendarmería Nacional que actuaron con uniforme, chalecos, boinas y armas.
“Ya no sabés a quién tenerle miedo, si al que viene encapuchado para robarte, o a los uniformados, cuatro energúmenos que te dan una golpiza bárbara para robarte un monto irrisorio”, dijo Gabriel a El Ciudadano tras relatar la pesadilla que vivió anteanoche dentro de su local que inauguró en la esquina de Riobamba y México días atrás.
Según contó, a las 23 despidió al último cliente y solo le faltaba apagar la luz para cerrar, cuando escuchó que le tocaron timbre y lo llamaron por su nombre. “Abrí la puerta porque me dijeron «Gabi» y como vivo a la vuelta pensé que era un conocido”, relató.
“Por eso bajé el picaporte sin mirar por detrás de la cortina. Ahí me empujaron de prepo, se metieron y cerraron la puerta”.
Cuatro
El comerciante dijo que eran “cuatro gendarmes con uniformes reales” que primero le pidieron “los papeles de las máquinas y la habilitación” y que él les creyó y los invitó a su domicilio, a la vuelta del local, para mostrarles que tenía los recibos de las computadoras. También dijo que les explicó que no contaba con la habilitación porque hacía sólo cinco días que había abierto. Pero en pocos minutos entendió que era una farsa.
“Uno de los gendarmes se fue para el baño, otro empezó a revisar los cajones, otro se paró en el pasillo y el cuarto se quedó en la vereda de campana. Cando me di cuenta lo que era, un show mediático para llevarse la recaudación les dije que debería darles vergüenza y ahí recibí el primer golpe”, lamentó Gabriel quien contó que todo el tiempo lo amenazaban con llevarlo preso y que en total lo golpearon siete veces, todos golpes internos en lugares que no dejan marcas.
Según el relato de Gabriel, los uniformados estuvieron alrededor de 45 minutos, que fueron “eternos”, lapso en el que “daban vueltas, se hacían señas, se chiflaban y se turnaban para pegarme de a uno”. La demora para llegar a su hogar alertó a sus hijos de 22, 17 y 14 años y a su esposa. “Me vino a buscar mi hijo con un amigo y lo sacaron de vuelo. Después vino mi mujer y le tiraron el celular a una zanja”, contó Gabriel que dijo no entender “semejante paliza por un monto irrisorio”. Y en forma de confesión, agregó que hasta la noche del domingo, si un uniformado le golpeaba la puerta él le abría sin vacilar: “Están para cuidarnos, jamás les tuve miedo y ahora estoy aterrorizado”.