Luis Fernando Rodríguez nació el 24 de julio de 1962 en Yuchán, una pequeña localidad ubicada hacia el centro de la provincia de Santiago del Estero. Su familia fue una de las tantas que vinieron a Rosario en busca de nuevos aires y se establecieron en 1969. Con apenas 7 años, Luis era atormentado por una enfermedad que lo persiguió varios años y de la cual por suerte pudo recuperarse. Su madre Pastora Catalina Chávez y su padre Nicéforo Rodríguez tuvieron otros 12 hijos. El único sostén económico era don Nicéforo, por eso Luis, siendo uno de los más grandes, se vio obligado a dar una mano en la casa.
El trabajo lo curtió antes que los golpes dentro de un cuadrilátero y la imperante necesidad de alimentar a la familia fue la primer responsabilidad de un pibe que empezó a hacerse guapo de niño, actividad que le forjó su famoso temperamento boxisitico: el de no rendirse. Fue una vida difícil que aún la lleva en su recuerdo. Su papá era empleado del frigorífico Swift y juntos alimentaron a los 7 varones y 6 mujeres que componían la “pichonada” Rodríguez.
Su primera pasión es –y sigue siendo- el fútbol, en el cual gozaba de buenas habilidades, pero su padre no firmó la autorización para poder probarse en Newell’s, porque consideró que la prioridad era el trabajo y que la familia no corra riesgo de pasar hambre. Fue así que la posibilidad se truncó.
“A los 8 años empecé a trabajar en una panadería y luego en una cafetería, pero a los 16 la vida me fue encaminando al boxeo. Conocí un muchacho que se llamaba Omar Ramírez, boxeador él, y como yo me peleaba mucho en la calle cada vez que me molestaban, porque yo era chiquito, él siempre me decía que vaya al gimnasio. Tanto me habló que me convenció”, recuerda Luis.
Así comenzó su paso por la vida pugilisitica y su primer “pelea”, antes de subir al cuadrilátero, fue con su mamá que no lo dejaba hacer boxeo, pero fue un “combate” que ganó por convencimiento ante la inseguridad de la calle. Se metió de lleno al gimnasio, entrenó el tiempo recomendado y debutó como amateur, etapa en la cual participó en el campeonato argentino novicio de la provincia de Mendoza. En esta primera etapa deportiva realizó 70 peleas como aficionado y perdió sólo 4 combates. Fue subcampeón argentino, campeón rosarino y santafesino, todas en peso gallo.
Hasta que llegó la etapa rentada donde se hizo profesional a los 20 años, en el año 1982. “No me fue bien en la primer pelea, perdí por puntos y desde mi rincón amagaron con tirar la toalla porque el rival me hizo visitar la lona, pero yo me levanté igual y continué combatiendo porque no era fácil nockearme”, evocó Rodríguez con una sonrisa desafiante.
Y continuó: “Como profesional llevé adelante 45 peleas con resultados diversos. Perdí con Soria y me suspendieron un año: ahí me fui a jugar al futbol de nuevo, a la Liga Rosarina, donde logré un ascenso con Tiro Suizo y un récord de goleador. Eso me hizo muy feliz. Luego volví al ring, me robaron varias peleas con los grandes boxeadores y dieron injustos empates. Algunas las había ganado con claridad. Combatí con Miguel Ángel Francia, que era un tipo muy difícil: ese rival fue para mí el nivel más complicado, ya que no podía pegarle y no lo encontré en toda la noche. Me ganó bien, aunque mis combates siempre se caracterizaron por ser muy parejos”.
Ante los más encumbrados
El especialista en boxeo Sergio Ferrer nombra en una de sus tantas crónicas parte de la carrera y contrincantes que enfrentó el santiagueño: “Entre los nombres propios de fuste que combatió Luis Rodríguez fueron, y que en un contexto internacional como el actual podrían haber sido campeones del mundo, el cordobés Ramón Balbino Soria, el chaqueño Ramón Antonio Domínguez y el Moncho Domínguez, sparring de Sergio Víctor Palma”.
“El Cui”, como lo apodaban, no impresionaba por su fuerza pero generalmente se las ingeniaba para salir bien parado: podían superarlo y vencerlo, pero nockearlo jamás. Y en tal sentido su aspecto físico poco musculoso era engañoso, ya que poseía gran facultad para sobrevivir al castigo del adversario y para mantenerse en pie hasta el final de cada contienda.
A lo largo de su campaña, Luis se enfrentó de igual a igual entre categorías súper gallo, pluma y liviano juniors (ahora súper pluma). Así pudo verse sobre el ring con algunos pugilistas de carreras extensas y notorias, con cierta figuración internacional como Ramón Balbino Soria, Ramón Antonio Moncho Domínguez, Hipólito Segundo Núñez, Miguel Ángel Francia y Víctor Hugo “El Gauchito” Paz.
Al margen de sus peleas con los nombrados, todos ellos primeras figuras, Rodríguez recorrió la distancia pactada contra peleadores que llegaron a estar muy bien posicionados en el orden nacional y sudamericano. Entre ellos podemos citar a Eduardo Humberto Chávez, Alberto Eduardo Aragón, Roberto “Rocky” Defooz, Osmar Alfredo Ávila, Eduardo “Maravilla” Galán y Julio Cesar “La “Ardilla” Miranda. El Cui siempre se la aguantaba bien.
También tuvo dos buenas rivalidades de entrecasa, una en el comienzo de su carrera con Marcelo Zenon Araya, peleador nacido en Cañada Rosquen y radicado en Rosario. La restante con Nicasio Cáceres, otro de los pugilistas chaqueños hecho boxísticamente en la Chicago Argentina, al igual que Cirilo Ruiz y Oscar Alvarenga.
Su duelo con Araya se inició el 6 de abril de 1984 en Armstrong con un empate en ocho asaltos y siguió en Rosario el 23 de noviembre de ese mismo año, oportunidad en la que Luis ganó por puntos en doce vueltas para quedarse con el título rosarino pluma (fue sin dudas su noche de gloria).
Con Cáceres combatió el 25 de septiembre y el 4 de diciembre de 1986, venciendo por KO en el cuarto round, primero, y empatando en diez episodios después. El Cui también se midió con varios púgiles menos conocidos pero que se repiten continuamente en los records de los consagrados.
(*) Especial para El Ciudadano de Ever Palermo, ex boxeador amateur y autor de “Rebeldes de uniforme” y “Puños Rosarinos: tierra de campeones”, libro declarado de interés Municipal y Provincial.
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