Una oportunidad de ingresar en el mundo del artista Roberto Echen es el que ofrece la muestra fenómeno Echen que, hasta el viernes 11, puede recorrerse en el espacio de arte Richieri (Richieri 452) de 16 a 19. En la exhibición, curada por Georgina Ricci, el artista se corre de su actividad cotidiana marcada por la docencia y la gestión y, sabiéndose vulnerable, abre las puertas de su universo a la mirada extraña unificando las apuestas presentes en textos y curadurías con un cuerpo de obra que conecta de forma sensible con su pensamiento.
Configurado por la forma de Richieri (se trata de una casa construida para ser habitada más que como sala de exhibición), la muestra se presenta en tres escenarios definidos por su arquitectura. Y allí, recorriendo las habitaciones (y el baño) se accede a producciones del artista de todas sus etapas: desde cuadros de la serie “Es contemporáneo?”, “Pinturas sobre tela”, la escultura “Columna pictórica”, los cuadros “Problema de espacio en los gallineros”, hasta los videoarte de la serie “Home Stripper”.
Se exhiben obras literarias que marcaron la personalidad de este artista y, como plus, se vende la flamante edición de un texto insignia de autoria del propio Echen editado por primera vez en forma de libro: El arte del coyote (Editions du cochon, 2015).
“Echen es el primer trabajador”, concluye Ricci en el texto curatorial a la hora de pensar la producción del artista rosarino. La artista visual, docente y diseñadora especializada en temas de arte conoce a Echen desde hace muchos años; esa proximidad parece haberle jugado a favor a la hora de atravesar la difícil tarea de hacer un recorte de su vasta trayectoria. “Hay un cuerpo de obra, un cuerpo desconocido. O conocido fragmentariamente. Allí nos concentramos. Porque hubo un momento en que esta muestra sería una sinópsis de las distintas órbitas «echeneanas»”, escribe.
En un encuentro con El Ciudadano del que participó el artista y la curadora, fue ésta la primera en expresarse al opinar que, en la obra de Echen, “hay un grado de generosidad pero también de timidez”, enunciado que compartió el protagonista: “Yo siempre necesité otro. Para mis muestras individuales siempre necesité alguien que funcione como bastón o, más terapéuticamente, como acompañante contra-fóbico. Siempre me sentí discapacitado en esta cosa de lo autosuficiente”, contó. Y en relación al modo que adquiere el trabajo artístico, confió: “El autor como sujeto individual que produce como si no hubiera nadie más en el mundo me parece una idiotez”.
A la hora de expresar sus pensamientos, Echen cita algunos autores: Jacques Derrida, Jacques Lacan y Nicolas Bourriaud, entre otros. Habla de interdisciplina en el modo de producción pero fundamentalmente parece querer referirse al tema de los lenguajes, a experimentar con ellos, llevarlos a sus bordes.
Para Ricci, en este artista, la pintura es un lenguaje, el net.art es otro, pero lo interesante es la intraducibilidad: “No es que Roberto tiene una idea y la traduce al lenguaje, tiene ideas en los lenguajes; los lenguajes hablan a través de sí mismos”.
Para la curadora, fenómeno Echen es una oportunidad ineludible de ver y conectar “perfiles” que existen dentro de su pensamiento. “En esa argumentación que él construye en vínculo con otros, en respuesta a otros, nosotros –que no somos él–, nos perdimos una pata de la argumentación. Por eso lo de fenómeno Echen como una constelación a un mundo amplio, más complejo, más rico, con más preguntas”.
Citando al crítico francés Nicolás Bourriaud (director de la Escuela Nacional de Bellas Artes de París), Echen opina que el creador del concepto “arte relacional” instaló “al menos” algo en un lugar como París “que todavía no está preparado como nosotros para proponer cosas que tienen mucho más que ver con la intersubjetividad o con una subjetividad que ya se sabe no-individual”. “Se trata del artista desbordado, del artista fuera de los límites del objeto: el artista haciendo gestión, haciendo curaduría, pensando. Roberto es la bandera en eso para muchos de nosotros”, selló la curadora.
Como pensador, artista, curador y escritor, Roberto Echen –quien también fue unos de los pilares en la creación del Museo de Arte Contemporáneo de Rosario (Macro)– ha profundizado mucho en torno a la idea de borde, aquello que no estando afuera tampoco está adentro. Los límites separan dos cosas definidas aunque, para Echen, es bastante incierto si el límite se construyó a partir de esas disimilitudes o éstas se produjeron en torno al límite: “El borde demarca, pero lejos de limitar, propone”, escribió en el manifiesto Al Borde (2009) donde concluía: “Queremos pensarnos en el borde”.
—Tomás tu vida completa incluyendo todas las actividades como la producción de obras, la curaduría, la docencia y el pensamiento como espacio creativo…
—(Echen) Hay artistas que mostraron esas cosas aunque lo hayan hecho con nombre y apellido como los Vivo Dito de (Alberto) Grecco; están mostrando una actitud que puede ser arte en cualquier momento y en cualquier instancia. Eso es lo que a mí me parece maravilloso. Desde las artes visuales podemos hacer, como decía Charly Herrera, un “gesto idiota”, porque ese gesto idiota es un disparador para pensar un montón de cosas.
—La idea de “gesto” tiene coherencia con tu otro gran concepto que es el de “borde”…
—Totalmente. Algo que voy a sostener siempre es que los lugares, cuando están completamente establecidos, me provocan fobia, y realmente lo primero que empiezo a pensar es en cómo desplazarlos, cómo correr ese lugar, cómo llevarlos a sus propios bordes. Es un modo de pensar el arte, un modo no vanguardista de pensar el arte. Es un modo diseminado, que puede estar en cualquier lugar. Indudablemente es mucho menos autoritario que la vanguardia: esta no es la verdad, yo la defiendo como una verdad, pero es una verdad que encuentro y acepto que puedan haber otras 10 mil.
—¿El hecho de jugar con tantos lenguajes busca afirmar esas primeras hipótesis subjetivas sobre un determinado objeto posibilitador de expresiones que sólo se alcanza en el contacto material?, ¿buscás reafirmar esas hipótesis?
—Sí, siempre. Yo creo que es inevitable. El libro que estoy escribiendo me vuelve loco porque no sé quien aceptará las hipótesis. La cosa es que no te creas la afirmación en el sentido “se transformó en un universal” porque ahí estás perdido. No puedo defender algo que no creo pero creer no quiere decir que descubrí cómo funciona el mundo para siempre: esa cosa es la que nos ha dado, afortunadamente, cierto cambio epistémico que se puede haber llamado posmoderno y que ya tenía una cantidad de antecedentes. Yo, obviamente, afirmo cosas pero lo que afirmo es completamente provisional. Cuando me meto en algo es porque llego aceptándolo como lenguaje, inscribiéndome yo como lenguaje. Derridá habla de asediar y eso es maravilloso porque uno no destruye el concepto pero lo pone en juego todo el tiempo, lo pone al borde de sí mismo. Eso fue lo que me encantó en la posibilidad de hacer un museo al borde de sí mismo como es el Macro.
Nuevas actividades
La galería de arte Richieri (Richieri 452), propiedad de la escritora y artista rosarina Lila Siegrist, propone para esta semana nuevas ofertas culturales que comenzarán el miércoles con la presentación de la novela Herodes, de Pablo Bilsky, que saldrá a la venta a través de Yo Soy Gilda editora. El libro, que cuenta con un arte de tapa a cargo de Mauro Guzmán, será presentado por el periodista Horacio Çaró en un encuentro abierto con el autor que comenzará a partir de las 19. Además, este viernes, en el marco del clásico ciclo Zona Liberada por el que, a lo largo del año pasaron artistas como Carlos Herrera, Eugenia Calvo y Georgina Ricci, se presentará el historiador Pablo Montini quien disertará sobre los modos de investigar y leer arte. La muestra individual de Roberto Echen permanecerá abierta hasta el viernes 11 de martes a viernes. No obstante, hasta el jueves 17 de diciembre, estará abierto el espacio cultural que, entre otras actividades, sigue con su trastienda para coleccionar arte.