Por: Agustín Aranda
En la ciudad existen casi 700 emprendedores del rubro textil. La mayoría son mujeres, que comenzaron a remontar sus esperanzas luego de la crisis del 2001, a partir de diseñar, confeccionar, arreglar y vender prendas de vestir. Con el acompañamiento de la Secretaría de Promoción Social de la Municipalidad de Rosario, estos pequeños empresarios dedicados a vestir a sus familiares y vecinos, a reparar ropa, ofrecer sus servicios especializados a terceros, crecieron en número y en calidad. Tras haberse nutrido de cierto cooperativisimo improvisado, ahora buscan especializarse y formalizar su trabajo mediante el flamante club “A Todo Trapo”, creado a partir del acuerdo entre el municipio, el Instituto Nacional de Tecnología Industrial y la Asociación Empresaria de Rosario.
Daniel Destito, director del programa de Vestimenta y Calzado de la Secretaría de Promoción Social de la Municipalidad, explicó: “El club parte del asociativismo no forzado y propone integrar a quienes están en el Registro Único de Emprendedores (RUE), más aquellos que no están integrados a los programas de la Secretaría de Promoción Social”. El RUE es una base de datos que se origina durante la crisis económica del 2001, cuando el municipio salió al cruce con políticas sociales a contener la gran cantidad de desocupados. “El recorrido fue largo, empezamos a reconocer qué es lo que la gente sabía hacer y encontramos, entre otras actividades, que mucha gente tenía ganas de empezar un emprendimiento, algunos sin experiencia previa”, detalló Destito. Por eso el RUE no arroja datos completos de la actividad textil en Rosario, sino que es una aproximación parcial ya relevada. “El club A Todo Trapo intenta relevar la potencialidad del rubro textil en Rosario, más allá de la informalidad que tiene la actividad en algunos casos”. Dentro de esta base de datos existen tres grupos: Prestadores de servicios a terceros –trabajo de fasón con mano de obra calificada, por ejemplo cortadores con máquinas industriales tales como remalladotas, rectas o collaretas–, productores –quienes asumen la responsabilidad en el diseño, producción y comercialización de los propios productos–, y costureros, dedicados a confeccionar prendas básicas para consumo propio, del núcleo familiar o vecinos del barrio o también arreglos.
Un 60 por ciento se reparten de forma equitativa entre productores y prestadores de servicios a terceros, mientras que el restante 40 por ciento corresponde a costureros. Además, hay que agregar un porcentaje mínimo de productores de calzado y marroquineros.
En el ranking de producción de este segmento del sector que es el RUE, se destacan las prendas artesanales –mezcla de tejidos y distintas texturas, como ser piedras, metales o cuero–, ropa urbana, ropa interior femenina y masculina y mallas. “Hay una gran variedad, tenés ropa deportiva inclusive. Existen algunos productos que por elaboración se sitúan sobre el resto mientras que aquellos que producen lo que se fabrica a gran escala –ropa tiempo libre o deportiva– tienen ciertas dificultades debido a los costos y los canales de comercialización”, detalló Destito.
Según apuntó el funcionario, algunos logran convertirse en proveedores, siempre de un bajo volumen que corresponde a la demanda estacional y el financiamiento que permita una producción sostenida, de comercios locales y en algunos casos en otros puntos del país. El crecimiento de estos emprendimientos tiene, de acuerdo a Destito, la frontera formal de instalar un local. “Es difícil debido a los parámetros impositivos y ordenanzas en torno a la reglamentación de un comercio exigidos”, precisó. Es importante para el crecimiento de estos emprendimientos cursos de capacitación en diseño y maquinaria y líneas de créditos accesibles.