El presidente de Estados Unidos Barack Hussein Obama ya está desde ayer en Washington –tuvo que interrumpir su descanso en Hawai– en busca de un acuerdo de última hora con los republicanos que evite a partir del próximo 1º de enero la suba generalizada de impuestos y recortes de gastos conocida como “abismo fiscal”, en un escenario que altera los nervios de los estadounidenses y el mundo entero.
Con sólo cuatro días por delante para evitar la suba automática de impuestos que afectará principalmente a la clase media y la entrada en vigor de una serie de recortes de gastos, el líder de la mayoría demócrata en el Senado, Harry Reid, sostuvo que ve poco probable que sea posible un acuerdo con la oposición antes de fin de año, dado el poco tiempo que queda para solucionar el tema.
Los analistas coinciden en que los políticos estadounidenses tienen en sus manos una verdadera bomba de tiempo. O logran un acuerdo bipartidista sobre el presupuesto antes del próximo lunes 31 de diciembre o el país sufriría una contracción económica de tal magnitud que arrasaría con la débil recuperación lograda por Barack Hussein Obama y desataría una reacción en cadena que golpearía a todo el mundo.
Si republicanos y demócratas no logran un entendimiento sobre cómo reducir el déficit fiscal, a partir del 1º de enero aumentarían los impuestos en 536.000 millones de dólares, los gastos del Pentágono se recortarían en 55.000 millones (9%) y se restarían otros 55.000 millones (8%) a los programas sociales para el desempleo y la asistencia sanitaria, medidas heredadas de la presidencia de George W. Bush.
Los primeros golpeados por la caída en el llamado “abismo fiscal” serían los propios estadounidenses. Para una familia promedio, con un salario anual de entre 50.000 y 75.000 dólares, los impuestos subirían 2.400 dólares, mientras se perderían 3,4 millones de empleos y la tasa de desocupación pasaría de 7,7 a 9,2 por ciento.
Pero también el mundo pagaría las consecuencias. La drástica retracción de los ingresos y del empleo golpearía duro a una economía que se basa en el consumo (70%), hasta el punto que el crecimiento en 2013 caería del 3,1 al 0,5 por ciento.
En otras palabras, Estados Unidos podría volver a entrar en una recesión que sin duda afectaría seriamente el comercio y las finanzas en todo el planeta.
Al borde del default
En medio de las indefiniciones por los pasillos del Capitolio, el titular del Tesoro, Timothy Geithner, advirtió anteayer al congreso que la deuda estadounidense llegará a su límite de 16,4 billones de dólares el próximo 31 de diciembre.
Geithner aclaró no obstante que el gobierno tomará “medidas extraordinarias” para evitar que el país entre en default a partir del 1º de enero, dándole nuevo aire por aproximadamente dos meses más. Sin embargo, “dada la gran incertidumbre que existe ahora respecto a impuestos sin resolver y a políticas de gasto para 2013, no es posible predecir la duración efectiva de estas medidas”, dijo el responsable de Tesoro.
Mientras que algunos demócratas sugieren que los republicanos buscarán dilatar el acuerdo del “abismo fiscal” hasta después del 3 de enero, cuando Boehner será posiblemente reelegido y por lo tanto tendrá menos presión para negociar, otras voces comenzaron a predecir posibles escenarios ante este desenlace.
Analistas, economistas, miembros del congreso e inclusive el mismo presidente Obama, advirtieron que de no llegar a un acuerdo en cuanto a la suba de impuestos y a los recortes en los gastos públicos antes de fin de año, el país podría entrar en una nueva recesión en momentos que está comenzando a recuperarse de la fuerte crisis del 2008.