Mientras el mundo entero ve cómo Egipto se derrumba, se desmorona, se disuelve en una suerte de caos “controlado”, la administración estadounidense durante todo este tiempo en que han venido desarrollándose los acontecimientos parece sumida en la vacilación y las contradicciones. Esto ha dado una imagen mundial de que la gran diplomacia le queda grande tanto a Barack Obama como a Hillary Clinton. Ambos han quedado al desnudo en la inmensa sobrevaloración que los medios favorables al Partido Demócrata (casi todos) han hecho; a menos que…
A menos que aquellas declaraciones del inefable Barack no sean tan inocentemente neutrales como parecen, y me estoy refiriendo a la voluntad del presidente expresada por su secretaria de Estado en las que dijo: “Nosotros no queremos enviar ningún mensaje de apoyo ni de desaprobación”.
Esta curiosa posición, que de diversa maneras se ha venido sustentando hasta ahora, parece ser la piedra de toque de una operación que, según algún medio de prensa con mucha difusión y que usan las mismas fuentes y vínculos que WikiLeaks, se viene preparando desde hace tres años: el reemplazo del gobierno de Hosni Mubarak.
De todas formas, para un observador agudo no se le puede escapar –y en rigor de verdad a nadie que tenga una mínima percepción de la realidad– que todas esas contradicciones y falta de claridad en el gobierno estadounidense y en quienes lo apoyan dejan una certeza cada vez más clara, y ésta es que las señales apuntan hacia la probabilidad de que el presidente Obama, su Secretaría de Estado, los sindicatos, como así también las corporaciones mediáticas que tienen un sesgo de izquierda y aun algunas corporaciones comerciales y financieras, estén mucho más involucrados de lo que parece en encender la mecha de la agitación y los tumultos que en este momento sacuden a Egipto, tanto como antes sacudieron a Túnez con la “romántica” Revolución de los Jazmines.
Sería bueno hacer un breve racconto de lo sucedido en la “jazminera”, pues –por mucho que lo nieguen– tiene mucho que ver con los sucesos de Egipto. Digo por mucho que se niegue ya que hay una verdadera carrera para desvincular a ambos movimientos diciendo del tunecino que fue inocentemente espontáneo y no se lo puede atar al egipcio. En este caso la voz que tronó fue la del Washington Post, en el que se expresó con claridad que “ambos eventos no podían ser vistos separadamente”. Si esto es así, y lo es, habría que comparar cómo actuaron, por ejemplo, los sindicatos.
En el caso tunecino, la Unión General de Trabajadores Tunecinos (UGTT) estuvo inicialmente trabajando activamente para establecer un gobierno de transición (a pesar de ello una revuelta de las bases trabajadoras derrocaron a sus líderes), o que no obstó para que la más importante organización sindical de Estados Unidos –la AFL-CIO– lanzara una proclama en apoyo de la UGTT en los siguientes términos: “El movimiento sindical global reafirma su fuerte apoyo a la UGTT y al pueblo de Túnez en su valiente lucha por la igualdad, la justicia social, la libertad política y la democracia”.
En el mismo sentido se expresó la Confederación Internacional de Sindicatos (Ituc), la cual incluye a la AFL-CIO norteamericana.
En el caso de Egipto el centro de solidaridad de la AFL-CIO declaró su apoyo a los manifestantes en términos parecidos exhortando a Mubarak a responder a las demandas de los rebeldes.
A la luz de las anteriores expresiones, no resulta para nada incoherente actitudes de ONGs como las de Proyecto para la Democracia en Oriente Medio, uno de cuyos miembros estableció la naturaleza trasnacional de estos movimientos, a pesar de la intención clara de muchos de despegarlos de una acción coordinada y que seguramente se extenderá. En ese sentido es interesante el testimonio de otro de los integrantes de Proyecto para la Democracia en Oriente Medio: “Yo estaba en El Cairo el día en que cayó Ben Alí. Inmediatamente la conversación giró a la pregunta ¿cómo trasladamos esto a Egipto?”.
Todo esto sería anecdótico si no se tratara del polvorín del Medio Oriente y si Egipto no fuera la piedra sillar de la política de estabilidad para la región. El otro actor en el extremo de la balanza, Israel, ¿podrá seguir confiando en un aliado como Barak que expone a su otro aliado al silencio enigmático de la Hermandad Musulmana dejándolo sin soporte?
Difícil cuestión que trataremos de ir dilucidando en próximas entregas.