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Ejecutan de tres disparos a un joven en barrio Saladillo

Ocurrió este lunes a la mañana. La víctima, de 23 años, fue atacada a balazos desde un automóvil. Vecinos dijeron que Miqueas acarreaba "muchas broncas" a partir del consumo problemático de sustancias

“Fue una vendetta”. Así resumieron vecinos de Saladillo, sin aportar más detalles, el crimen de Miqueas Hugo Brion, un joven de 23 años que fue ultimado de  tres disparos en Avenida del Rosario y pasaje Messina, a unos 150 metros del arroyo que lleva el mismo nombre que el barrio. La explicación de parte del vecindario vino acompañada de referencias a la vida de la víctima, que según testimonios “acarreaba problemas de consumo de drogas y tenía varias broncas” que decantaron en su muerte violenta. La Policía halló durante la mañana un auto que, se sospecha, fue el que usaron el o los homicidas, un dato que no fue confirmado por la Fiscalía Regional.

Un vecino de unos 50 años que vio crecer a Miqueas dijo que segundos antes de que lo mataran lo vio pasar con una jarra de fernet en la mano. “Te estás comprando todos los números de la rifa”, contó que le advirtió a modo de consejo, ya que “el «Mique» se venía mandando muchas cagadas”. La frase resultó premonitoria. Segundos después, un Taunus blanco subió por la angosta colectora de Avenida de Rosario y, antes de que Miqueas completara su trayecto –sólo quedaban unos diez metros para llegar a la vía y enfilar a su casa–, un hombre bajó con actitud decidida del viejo Ford y abrió fuego con una pistola nueve milímetros. Fueron tres disparos certeros. El vehículo se fue como vino, “para el lado de Villa Diego”, describió. La víctima agonizó unos minutos y murió en el lugar, dejando una estela de sangre bajo un cartel que marca el 888 bis de Avenida del Rosario.

Más tarde, un Taunus 78 primer modelo, de similares características al descrito, fue hallado por la Policía no muy lejos, en pasaje Moliere al 500. “Vehículo en el cual se trasladarían los involucrados en el hecho”, según una fuente policial. El fiscal de Homicidios en turno, Ademar Bianchini, quedó a cargo de desentrañar el caso, junto a la ex Policía de Investigaciones, hoy Agencia de Investigación Criminal (AIC).

Colectora. A la víctima sólo le quedaban unos diez metros para salir a la vía y llegar a su casa. Foto: Franco Trovato Fuoco.

El asesinato ocurrió en momentos en que el barrio comenzaba a despabilarse, en un sector de mucha historia, con mansiones –o los restos de ellas– que supieron pertenecer a don Manuel Arijón, sitio que vivió épocas de prosperidad comercial en el siglo pasado. Los tiros partieron en dos la mañana de los pescadores y quiosqueros. Ellos contaron a movileros y periodistas gráficos lo poco que pudieron reconstruir del crimen. En una casa ubicada a la vera del ferrocarril, donde vivía Miqueas y a la que se dirigía cuando lo mataron, sus familiares lo lloraban y buscaban explicaciones al trágico destino. Otros lo tenían claro: “Se mandó muchas cagadas, no nos sorprende que haya pasado esto”, fue el decir de un muchacho que lustraba con un paño su automóvil. Otro contó que Miqueas se drogó desde los 12, “tuvo una vida dura y era esclavo de la cocaína” y que su muerte es una consecuencia natural “de esta sociedad de consumo voraz”.

“Lo lamento mucho. Siempre tuve la esperanza de que cambiara”, cerró resignado.

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