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Ejecutaron a dos muchachos en barrio Puente Gallego

Según fuentes de la investigación, los jóvenes veinteañeros Rodrigo Carrizo e Ivan Van der Meulen fueron ejecutados por al menos una persona que iba a pie y se les puso a la par de un Peugeot 504. Atribuyen la muerte a un conflicto por el negocio del narcomenudeo; hubo incidentes con la policía.

La escena parecía ser como cualquier otra noche de verano en barrio Puente Gallego, el modesto barrio de la zona sudoeste a la vera de la ruta 18. Era poco después de las 21 de este martes. Vecinos aprovechaban el fresco de la tardecita y los pibes se juntaban por las esquinas. El 504 gris atravesó la cuadra de calle Punta del Indio al 7900. Al llegar a la esquina de Viña del Mar se detuvo. Dos hombres se acercaron y uno de ellos, sin importarle nada, desató una lluvia de balas. “Uno quedó tirado ahí y el otro allá”, señaló un vecino. Se refería a los cuerpos de los ocupantes del Peugeot, Rodrigo Carrizo e Ivan Van der Meulen, ambos separados por la calle como si uno por cada lado hubieran intentado huir de la balacera.

Carrizo, un pibe de 22 años, recibió 9 disparos que lo dejaron malherido sobre una pasarela que atraviesa la cuneta. El pedido desesperado de familiares logró que un patrullero lo llevara al hospital Roque Sáenz Peña. Fue en vano. La saña contra Van der Meulen, de 25, fue certera: recibió varios plomos en la cabeza y murió en el acto. “Tenía la cara destrozada”, graficó un vecino. Un plomo perdido fue a dar contra la mano de una muchacha que recibió curaciones y fue dada de alta. Según fuentes de la investigación, los agentes de Criminalística encontraron, entre las ropas de Van der Meulen, 42 envoltorios con drogas que fueron remitidos a Gendarmería. “Había un poco de todo, merca y faso”, reveló un vocero judicial. Además, el 504 fue incautado junto con su documentación, consignó el Ministerio de Seguridad.

Fuentes judiciales revelaron que la escena, poco después, devino en una batahola, acaso por la reticencia de la Policía a levantar los cuerpos y contra la esperanza de los familiares de que ocurriera un milagro en el hospital. Algunas personas desataron la bronca contra los agentes arrojándole piedras, por lo que debieron utilizar cartuchos antitumulto, se informó. Dispersado el entuerto, llegó Criminalística, a pedido del fiscal, para efectuar los peritajes de rigor.

Por la mañana la imagen era desgarradora. Los deudos deambulaban por la cuadra, como en una procesión errante, buscando un porqué a tanta muerte.

“Hace tres años me mataron a mi hermano acá cerca para robarle la moto y ahora me mataron a mi marido. Él no tenía nada que ver, la bronca era con el otro”, dijo a El Ciudadano una chica de remera rosa que iba y venía con el celular en la mano. Dijo ser la mujer de Carrizo, pero declinó hablar “porque los diarios ponen cualquier cosa”.

“El asesino vive acá a media cuadra”, se escuchó, aunque no apuntaron nombres.

Cerca de allí una mujer junto con dos niñas se abrazaba con una vecina. Lloraban sin consuelo. La mujer no atinó siquiera a responder la consulta de este diario: quiso esbozar unas palabras pero el dolor se lo impidió.

“Este es un barrio tranquilo, podés caminar a las 3 de la mañana. Pero si alguien busca problemas los va a encontrar”, reflexionó un hombre que miraba la escena junto con otro vecino montado en una bicicleta. Las caras adustas denotaban respeto por los deudos. “A veces, eso sí, vienen pibes de Las Flores y hacen destrozos”, advirtió.

Como tantas muertes que marcan a sangre y fuego los barrios de Rosario, las ejecuciones de Van der Meulen y Carrizo se enmarcan en las disputas de jóvenes de sectores populares que se conocían con sus victimarios. El crimen fue ante testigos y, según testimonios que recogió este diario, víctimas y victimarios vivían en un radio de 4 cuadras. Algunas fuentes especularon que el doble homicidio se enmarca en una pelea por el control del negocio del narcomenudeo, y por el barrio se escuchó que al menos una de las víctimas se dedicaba al delivery de drogas y poseía una causa federal por infracción a la ley de estupefacientes.

El caso está en manos del fiscal de la Unidad de Homicidios Dolosos Miguel Moreno, quien trabaja junto con la Policía de Investigaciones y la subcomisaría 33 para identificar al matador y sus posibles cómplices.

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