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El 24 de Marzo ayer y hoy: la «historia completa»

En el último tiempo vimos cómo discursos de ciertos sectores intentaron desdibujar el significado del 24 de Marzo y sobre todo el concepto de “desaparecido”. El número, 30 mil personas desaparecidas, pareciera ser el tema en cuestión, y se niega o deja sin efecto la matriz de fondo.

Circula un video que reclama a los maestros de las escuelas que se enseñe la “historia completa». Con tono didáctico, propone el argumento de que hasta ahora sólo se mostró una cara de la moneda, la que decide no tratar de héroes a los que tomaron el gobierno democrático por la fuerza para “salvarnos” de la guerra subversiva. Es decir, pide que se trate como héroes a los golpistas de la última dictadura militar.

Es verdad: frecuentemente en las escuelas, por diversos motivos, no se cuenta la historia completa.

Más allá de los currículos, que por lo general no se llevan bien con los tiempos escolares, y de los contenidos que quedan relegados por los cortes de los que solemos enseñar la materia Historia, uno se pregunta: la historia completa ¿cuándo empieza?, ¿cuándo debería empezar?

Para responder a esta pregunta es menester recorrer el accionar de las Fuerzas Armadas en lo que concierne a la democracia.

Según el Ejército y la Marina, ambas instituciones comienzan en 1810, luego de un decreto de la Primera Junta inmediatamente posterior a la Revolución de Mayo. Según la Aeronáutica, ésta dio los primeros pasos en 1912 para convertirse en 1945 oficialmente en la Fuerza Aérea Argentina.

Empezado ya el siglo XX, luego de afrontar intensas luchas y revoluciones fallidas, habiendo visto también el fracaso de sus propias leyes represivas, la oligarquía agroexportadora argentina entendió que la única salida ante la revolución maximalista (así se llamaba a la oposición del régimen conservador) era la del sufragio universal que lograron poner en marcha en 1912.

Como sabían que no contaban con el voto del pueblo argentino, montaron una maquinaria electoral, ni más ni menos que el fraude, que llevó a las clases populares a mantenerse al margen de la vida política. Es por ello que a la oligarquía argentina se le perdió de vista un factor elemental: los actores populares. El descuido no fue gratuito. Esos mismos sectores olvidados resultaron ser quienes ayudaron a Hipólito Yrigoyen a llegar a la presidencia en 1916.

¿Cuánto tiempo le tomaría a las clases dominantes recuperar el poder?

Catorce años: ese fue el tiempo que la oligarquía, con el teniente general José F. Uriburu y el general Agustín P. Justo a la cabeza, necesitó para recuperar sus privilegios.

Así, se abre una nueva etapa en la historia argentina, una etapa en la cual el golpe de Estado se transforma en método y costumbre de los poderosos para gobernar. Entre 1930 y 1976 se produjeron seis golpes de Estado en el país. Tenían la rara consigna de “salvar a la patria”.

Podemos decir que los generales argentinos aprendieron bajo este lema dos lecciones que al día de hoy siguen vigentes.

La primera, defender los intereses de clase o, mejor dicho, defender los intereses de su clase.

Con el objetivo de curar el llamado cáncer subversivo, los superiores de las FFAA aprendieron la segunda lección. Era necesario cambiar de raíz el modelo económico y político del país, más allá de las consecuencias y el tiempo que este proceso conllevara.

El 24 de marzo de 1976 no fue un golpe de Estado más. Detengámonos en ese año y dejemos atrás otros accionares como La Semana Trágica, La Patagonia Rebelde, El Bombardeo de la Plaza de Mayo de 1955, la Noche de los bastones largos, las proscripciones políticas.

No debemos olvidar que aquel golpe fue cívico-militar. Participaron uniformados para servir a los ganadores y privilegiados de siempre.

Entre 1976 y 1983 se incrementó abruptamente la deuda externa, se redujo el presupuesto educativo, hubo 606 docentes desaparecidos, 20 mil fábricas cerraron; hubo una incontenible inflación con pérdida real del salario, además de aumento de la pobreza e indigencia, extensión de las importaciones. La ley de Entidades Financieras cercenó las posibilidades de ahorro mutual y algunas privatizaciones abrían posibilidades de negocios a grandes empresarios, limitando el trabajo. Se estima que 6 de cada 10 desaparecidos eran trabajadores. Muchos delegados de fábrica siguen sin aparecer. ¿Hace falta seguir?

¿Podemos todavía creer que es por casualidad que en tiempos de funcionarios hablando de “verdades incompletas” en una nación cuyo presidente “no tiene idea” de los desaparecidos se refloten políticas neoliberales?

Es ahí mismo donde se encuentra el hilo conductor, la trama de nuestra historia.

Es evidente la necesidad que tienen determinados sectores de refundar una Historia Pasiva, bien lejos de incentivar la memoria.

*Profesor de Historia

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