Especial para El Ciudadano
Las efemérides son una tentación irresistible no sólo para lxs ciudadanxs de a pie, sobre todo para los gobiernos. Como afirmó el pensador Benedict Anderson, las naciones son comunidades imaginadas, creadas con la intención de construir una unidad de sentidos, o como lo afirma actualmente la antropóloga Rita Segato, los pueblos son el proyecto de ser una historia.
De esta forma, los símbolos patrios, los mitos fundacionales, las epopeyas, las escarapelas, las flameantes banderas y los himnos, constituyen el arsenal simbólico desde el cual construir dicha historicidad común, crearla inclusive allí donde no exista un atisbo de su real existencia.
Sin embargo, la construcción de sentidos de pertenencia suele omitir y excluir a otras identidades, o incluirlas en términos subordinados.
Bien sabemos, aunque haga falta repetirlo hasta el cansancio, como parte de una militancia de vida que, dentro de la narrativa e historia oficial, indígenas, afrodescendientes, mujeres, pobres, migrantes, habitantes de las periferias virreinales, y un largo etc., estuvieron fuera del orgulloso corpus histórico de la patria.
Que lxs sujetxs que hicieron la historia, que rieron, lloraron, lucharon y soñaron, fueron muchos más que aquellos (sin lenguaje inclusivo, pues fueron hegemónicamente hombres) que la patria ascendió al panteón, inmortalizó en bronce u otorgó calles para ser recordados por siempre.
No obstante, como ha dicho Eduardo Galeano, la historia es una mujer de digestión lenta, pero que finalmente completa su proceso digestivo.
La tarea de restitución de identidad de los excluidos resulta necesaria y urgente
Es por ello que hoy podemos bregar por una larga lista de contra-efemérides que buscan hacer justicia a los desposeídos de la historia, a todas aquellas vidas que fueron cayendo a los márgenes de los libros de historia para indignación de Walter Benjamin, quien nos enseñó a peinar la historia a contrapelo, para identificarlxs y restituirlxs al infinito pentagrama de la historia humana.
Pero conforme la historia se fue transformando no sólo en un potente instrumento de construcción nacional, sino también en un campo de batalla por los sentidos, la tarea de restitución de identidad de los excluidos comenzó a resultar necesaria y urgente.
De esta forma es que Bertolt Brecht, con su agudísimo e incisivo sentido de la empatía, se preguntaba quiénes habían construido Tebas o Babilonia, o la Gran Muralla China, invitándonos a problematizar y pensar a lxs “nuevxs” excluidos del moderno sistema mundial capitalista de fines del siglo XIX e inicios del XX.
La Argentina de fines del siglo XIX, sólida y consolidada como orden político después de setenta años de conflictos y guerras internas, comenzó a conocer un nuevo actor social que, progresivamente, se fue constituyendo en una preocupación: la clase obrera.
Si bien hoy día los estudios sobre el mundo del trabajo ya cuentan con largas décadas y avances destacables, perviven sentidos comunes en la sociedad que vinculan la existencia del movimiento obrero con el peronismo, como un fenómeno siamés.
Sin embargo, estxs otrxs desposeídos, cuentan (o, mejor dicho, contamos) con una larga historia de luchas y organización. Esta nueva categoría de desposesión aglutinó a buena parte de los que antaño no habían ocupado parte de la historia oficial, pues trabajadorxs han sido todxs aquellxs sin un destino de privilegios de cuna.
Es por ello que esta última fecha patria, el 25 de mayo de 1810, merece ser apretada para que haga lugar a otra que incluya un hito clave para la historia nacional del siglo XX y el actual.
Hito clave que marcó la irrupción de un sector que reclamaba su lugar en la historia
Entre los días 25 y 26 de mayo de 1901, un número significativo de obreros y obreras se congregaron en la Sociedad Ligure del barrio porteño de La Boca, con la finalidad de abrir sesiones de un Congreso que sería histórico y que reclamaría su lugar en las efemérides de cada 25 de mayo.
Después de dos décadas de ensayos y experiencias, el movimiento obrero logró construir su primera central obrera duradera, la Federación Obrera Argentina (FOA), conocida desde 1904 como Federación Obrera Regional Argentina (FORA).
No se trata de una efeméride más o de una experiencia obrera de las tantas habidas en el país, sino de un hito clave que marcaba la irrupción decidida de un sector social que reclamaba su propia agencia en la historia.
Conformada por trabajadorxs locales, migrantes internos e inmigrantes de ultramar, la FOA logró aglutinar a un movimiento obrero compuesto por diversidad de tendencias ideológicas, siendo las principales el socialismo (cuyo partido había sido creado tan sólo cinco años antes) y anarquistas, quienes se embanderaron detrás de su principal periódico, La Protesta Humana.
Si bien la convivencia armónica entre tendencias duró poco, la experiencia organizacional pervivió y sentó las bases de las experiencias futuras hasta el día de hoy.
Repensar las efemérides, problematizarlas y ponerlas en contexto
Sin lugar a dudas, fueron numerosos los eventos acontecidos un 25 de mayo a lo largo de la historia y dignos de recuerdo, incluido, cabe remarcarlo, el de la muerte de Juana Azurduy en 1862, quien debió esperar casi un siglo para ser restituida a su real lugar histórico. Sin embargo, pocos fueron de tan profundo calado histórico como la consolidación de un movimiento obrero organizado.
A pesar de ello, constituye una efeméride sólo recordada por quienes habitan el mundo de la militancia, el sindicalismo o el oficio de historiador.
De esta forma, a la larga lista de excluidos y excluidas de la historia, que progresivamente comienzan a aparecer a fuerza de luchas sociales, cambios de épocas y necesidades actuales, creo necesario, hoy más que nunca, repensar nuestras efemérides, problematizarlas, ponerlas en contexto, al tiempo que buscamos otras que hagan justicia para con aquellxs actorxs claves de nuestra historia.
Hoy toca recordar a todxs aquellxs que, exhaustxs por largas jornadas de trabajo, por el oprobio de la miseria y por la inseguridad en el futuro, decidieron organizarse, apostar por un mundo mejor, y sin quienes el actual sería aún peor.
(*) Historiador
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