Cuando en febrero de este año el presidente Mauricio Macri dio luz verde para tratar el aborto en el Congreso Nacional entre las referentes del movimiento feminista repetían la palabra “clóset”. Referían a que el aborto era una práctica que la sociedad conocía y ocultaba. Las mujeres de todas las edades y de todas las clases sociales abortan y lo hacen en las condiciones que pueden y conocen. “Hay que sacar al aborto del clóset”, decían. En los últimos cinco meses la tarea dentro y fuera del Congreso fue contarlo, ponerle caras y nombres en primera persona. También darle contexto con estadísticas de salud, explicar las técnicas seguras y comparar la legislación Argentina con la de otros países. Y más, sumar sustentos jurídicos, biológicos y filosóficos. Lo principal fue hablarlo en todos lados.
Para lograrlo fue fundamental un movimiento de mujeres potente que tomó la lucha de 13 años de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal Seguro y Gratuito y la hizo propia. Las jóvenes del pañuelo verde y el glitter aparecieron como el sujeto político que promete marcar los próximos años de la escena nacional, con presencia en las calles y en cada espacio social. En 2018 el aborto dejó de ser un secreto y pasó a ser un problema de salud pública y de autonomía sobre el cuerpo. El país sacó al aborto del clóset y demostró que estaba listo para dar un paso en la ampliación de derechos de las mujeres. El límite fue el Senado.
Desde la vuelta de la democracia ninguna ley de ampliación de derechos fue bloqueada en el Congreso Nacional por los senadores. No pasó en las leyes de divorcio, la del el cupo femenino, de Matrimonio Igualitario, de Identidad de Género ni la de Educación Sexual Integral (ESI). La Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) fue la primera. El resultado de la madrugada del 9 de agosto con 38 votos en contra, 31 a favor y dos abstenciones evidenció una de las composiciones más conservadoras de la Cámara Alta. Después de la histórica media sanción del 14 de junio en Diputados, para que la ley no saliera fue necesario un articulado de legisladores y legisladoras de distintos partidos que actuó en sintonía con la vicepresidenta Gabriela Michetti, una de las principales opositoras a la ley. No estuvo sola. Trabajó con el lobby de la Iglesia Católica y de las organizaciones antiderechos. Esos grupos no surgieron con la ley de IVE. Son reconocidos por oponerse a lo largo de la historia democrática de Argentina a todas las leyes de ampliación de derechos. Ricardo Terrile, autor de la ley de Divorcio, lo dejó claro cuando expuso en el Congreso. Entre los opositores en contra veía las mismas caras que 30 años atrás.
El armado
La diferencia con el clima de la media sanción en Diputados fue más que evidente. Cuando el proyecto de ley de la Campaña llegó en abril a las comisiones empezó un armado transversal de todo el arco político a favor de la ley. Se llamaron con l@s soror@s, por el nombre de un grupo de Whatsapp. Trabajaron codo a codo con las referentes que impulsaban el proyecto. Las modificaciones fueron consensuadas para conseguir más votos y tener la media sanción. La cobertura periodística fue respetada y garantizada desde el primer momento y hubo diálogo fluido para garantizar la seguridad de la movilización popular de un millón de personas. Las diputadas y los diputados del grupo salieron varias veces a hablarle a las miles de mujeres que llegaron a apoyar la ley en la calle.
En el Senado pasó lo contrario. El articulado fue más difícil de construir y encontró a un grupo de legisladores en contra fortalecido. Michetti, a cargo de la organización, cambió las reglas del juego con un escenario más hostil: Restringieron acreditaciones de prensa, dos periodistas feministas fueron declaradas personas no gratas y no pudieron entrar a cubrir sesión, personal de seguridad revisó bolsos y sacó los pañuelos verdes. La frutilla del postre fue negarle la entrada a l@s soror@s y a la abuela de Plaza de Mayo, Nora Cortiñas. Quienes organizaban la movilización esperaron hasta último momento para repartir los espacios y desde la Campaña Nacional comunicaron que les dieron menos espacio, aún sabían que la convocatoria iba a ser más grande. Durante la sesión Michetti deslizó que iba a adelantar la votación porque no podían garantizar seguridad. Afuera el clima era de fiesta y celebración.
El rol del presidente Mauricio Macri mereció otro capítulo en el rechazo al proyecto. Habilitar el debate implica también hacerse cargo y tomar posición. El debate por el aborto legal no es un tema para pelear o competir con otro sector. No hay lugar tampoco para proyectos tardíos de despenalización. El ministro de Salud de Cambiemos lo expuso. En Argentina se hacen se hacen 354.627 abortos al año. Equivalen a 41 por hora. Uno cada un minuto y medio. El aborto es la principal causa de muerte materna. Desde la vuelta de la democracia más de tres mil mujeres perdieron la vida por hacerlo en condiciones inseguras. En 2017 fueron 43. En lo que va del año, y en pleno debate de la ley de IVE, se sumaron tres víctimas. La última fue el sábado en Santiago del Estero. Liliana Herrera tenía 22 años y dos hijos. Los tres senadores de su provincia votaron en contra.
Será ley
La salida del aborto del clóset es la despenalización social. El 2018 el aborto se metió en las casas, en los trabajos, en las escuelas, en redes y en todos lados. Mientras el Senado rechazaba la media sanción y decidía que el aborto seguiría siendo clandestino en Argentina, afuera el aborto ya era ley. La movilización de 2 millones de personas volvió a mostrar un movimiento de mujeres protagonista. La pelea por el aborto legal es la punta de un ovillo. Detrás está la lucha por la autonomía y la puesta en jaque de las relaciones sociales, políticas y económicas entre varones y mujeres. El tan nombrado patriarcado y la promesa de que se va a caer. La movilización también mostró una forma de luchar a partir de poner el cuerpo en la calle con baile, cantos, brillo y mucho verde.
El proyecto tenía muy pocas chances de salir. Desde hacía una semana el contador estaba parado en 37 a 31. Aun así, mujeres, lesbianas, travestis, trans y hombres no dudaron en que tenían que estar en la calle. Entendieron que era una fiesta. Recordaban que la fuerza y el aguante pueden dar vueltas resultados, como pasó la madrugada del 14 de junio. “Si no es ley hoy, será ley pronto. Eso ya lo sabemos. Nosotras ya ganamos”, repetían en cada esquina bajo la lluvia.
A medida que pasaban las horas en el recinto, la movilización se corrió del Congreso al escenario de 9 de Julio y avenida de Mayo. En una pantalla gigante miles seguían las palabras de los últimos senadores. La atención a los discursos se mezclaba con los cánticos. Arriba del escenario estaban las dirigentes históricas de la Campaña Nacional. En la votación el coro cantaba: “aborto legal en el hospital”. Cinco segundos de silencio pasaron hasta que el marcador puso “rechazado” en letras rojas en mayúscula. Desde el micrófono repitieron que lo conseguido en los últimos meses era el triunfo. Invitaron a darse un aplauso antes de desconcentrar de manera pacífica. Durante dos minutos no se escuchó otra cosa. El “que sea ley”, como saludo de despedida pasó a ser el “va a ser ley”.