Es programador y trabaja para varios bancos pero dedica mucho más que su tiempo libre a realizar esculturas con trozos de madera o metal que encuentra en la Costanera porteña. Sus obras evocan a los refugiados que llegan a las costas europeas y los cuerpos arrojados al río por los vuelos de la muerte.
La idea surgió casi por casualidad con un trozo de madera de procedencia desconocida que encontró mientras paseaba por la Costanera porteña. A cualquier otra persona aquel desecho no le hubiese llamado la atención. A los más soñadores, les hubiera recordado las historias de naufragios y las aventuras de Sandokán, el célebre Tigre de la Malasia.
En cambio, a Christian Acuña aquella tabla le recordó el arte de su tío Juancho, al que veía tallar un bastón para su abuela, a orillas del río Los Chorrillos en la casa en la que pasaba los veranos en Cabalango, una pequeña localidad del Valle de Punilla, en las Sierras de Córdoba.
Lo que el río no quiso
Por entonces, Acuña tenía 11 años pero no pudo sustraerse a la fascinación por ese trabajo sobre la madera. Y se animó a elegir una rama gruesa de ligustro para dibujarle formas con una navaja española del tamaño adecuado para sus manos.
Aquella obra le llevó tres veranos y fue su primer bastón que aún conserva en su casa de Belgrano. Después siguió haciendo bastones tallados en madera o máscaras africanas en hojas de palma, durante medio siglo, dedicándole a la actividad muchas de las horas que le dejaba libre su trabajo como programador para varios bancos.
“A partir de entonces, cada verano, tallar esos bastones, similares a los que tenían los jefes tribales como muestra de su poderío, y máscaras africanas, fue parte de mis vacaciones en la casa de mis abuelos, actividad que me acompañó toda la vida, casi como una terapia de concentración, nunca más pude dejarla y cada vez me sentía más atraído”, recuerda.
Pero el hallazgo durante su paseo por la orilla lo hizo prestar atención a los desechos, y también a los tesoros que podía encontrar.
Aquel proyecto quedó bautizado como “Lo que el río no quiso” y ya no se concretó en bastones y máscaras, sino en esculturas realizadas con los materiales que las aguas dejaban en las costas: “Trabajo mayoritariamente con madera, pero también con metales que deja el río.
Tengo trabajos a los que agregué piedras de las orillas y otros realizados con objetos insólitos como un tanque de nafta de una moto que alguien arrojó y la corriente dejó en la costa. Si uno se fija bien mientras recorre las orillas encontrará una gran cantidad de material para usar”.
Una fusión entre las artes del tallado y el reciclado
El resultado es un conjunto de más de cuarenta obras que se expusieron en el Centro Cultural Borges, la galería Centoira y la Casa de la Cultura de la localidad bonaerense de Mar de las Pampas.
En las próximas semanas, algunas estarán en una galería del barrio porteño de San Telmo y muchas ocupan un lugar de privilegio en las casas de los fanáticos de estas esculturas surgidas de una fusión entre las artes del tallado y el reciclado.
“Trato de no intervenir demasiado los restos que uso: en general hago personajes: seres humanos o animales. Les tallo ojos u orejas para acentuar las caras, pero la inspiración surge de las piezas tal cual son”, explica Acuña mientras enumera la docena de obras que acumula en su taller y en otros rincones de su casa.
Las obras reflejan situaciones en los que el río tiene una implicancia directa
Sin embargo, los conjuntos escultóricos que realiza el artista de Belgrano no tienen solo una finalidad estética, o de armonía con la naturaleza. “Las esculturas intentan transmitir la crudeza de su origen, y al mismo tiempo son atravesadas por las angustias y tensiones inherentes al proceso creativo”, define el artista.
Y asegura que cada trozo que el río le regala le sugiere en qué debe usarlo. Por eso, si bien algunas obras homenajean al mundo del jazz, la vida, la muerte, las mascotas, la gran mayoría de las obras reflejan situaciones en los que el río tiene una implicancia directa.
En palabras del autor: “Los primeros restos que encontré en la orilla me hicieron pensar en los refugiados que llegan desde África a Europa. Otras, a los «vuelos de la muerte» y los cuerpos arrojados en este río».
Seguir poblando el taller con los personajes surgidos de los desechos
Precisamente los trabajos relacionados con los refugiados ilustraron los afiches de la Muestra del Museo de Arte Popular y captaron la atención de la representación para Latinoamérica del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados.
“Me contactaron para realizar alguna subasta juntos para concientizar sobre el problema. También quieren comprarme algunas obras, pero con la pandemia todo quedó demorado”, cuenta el hombre que aprovechó las restricciones de movilidad para dedicar las madrugadas a seguir poblando de personajes surgidos de los desechos del río su taller.