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El amor en los tiempos del narcomenudeo: otra vida se apagó a fuerza de plomo en Ludueña

Misael tenía 17 años y casa y trabajo en zona sur, pero el domingo del Clásico había cocinado choripanes para vender en el noroeste, donde vive su novia, para ayudarla con el cumpleaños de 15. Allí fue blanco de los disparos que acabaron con su vida, y que aun no encuentran explicación, si la hay

El ritmo que alcanzó la violencia urbana en la ciudad arroja hechos trágicos y resonantes a diario. Legajos de tiroteos y homicidios se acumulan en los escritorios de los investigadores y en la prensa cada caso tapa a otro. En medio de esa voracidad quedan historias de vida truncas y el dolor irreparable.

Un ejemplo es el caso de Misael Godoy, un adolescente de 17 años de barrio Las Flores asesinado a tiros el domingo en los pasillos de un asentamiento en Camilo Aldao y Humberto Primo, a metros de las vías, en una de las zonas más humildes de Ludueña. Allí, contaron sus familiares, el chico estaba vendiendo choripanes para ayudarla a su novia con su cumpleaños de 15. Las distintas versiones del ataque ubican a Misael ajeno a los conflictos que derivaron en su joven muerte.

Víctima equivocada de una venganza por una violación. O blanco errado de una agresión relacionada con la narcocriminalidad. Los familiares de Misael reclaman saber la verdad de lo ocurrido y que se haga justicia. El chico vivía en Las Flores Este y a la par que cursaba quinto año de la secundaria se ganaba la vida con distintas changas.

“Misael era una persona honesta, cristiana, iba a la iglesia con nosotros. Era sano, no se drogaba. Trabajaba de mecánico junto con mi hijo y ayudaba con el reparto de la distribuidora de la esquina de casa”, contó Ramón, tío del chico, desde su casa de Las Flores. El hombre sintió la necesidad de aclarar: “Era excelente. Y no lo digo porque haya muerto”.

El anochecer del domingo encontró a Misael en barrio Ludueña, donde vive M., su novia. Se habían conocido en el sur, siendo vecinos, contó su tío Ramón. Y aun a su corta edad, la pareja no escapaba de los proyectos a futuro. “Un día como hoy ya son 7 meses al lado tuyo, vamos por más, mi reina, te aprecio, nunca me faltes”, reza un posteo de Misael del 1° de marzo.

Horas antes de que lo mataran, Misael había promocionado en sus redes el puestito de choripanes. “Vamos que todo podemos los dos juntos”, dice que el texto que acompaña la foto y ahora es testimonio de un plan inconcluso.

“Él quería juntar una plata porque la novia cumplía los 15 e iba a la casa del suegro y ayudaba. Por eso nuestra indignación, él no tenía ninguna necesidad de ir a vender choripanes, porque él tenía trabajo acá”, describió resignado Ramón, hombre de fe y al frente del comedor Manitos Bendecidas.

Ese día signado por el Clásico entre Central y Newell’s, una o dos motos tipo enduro –según la versión– atravesaron a toda velocidad uno de los pasillos cercanos a la vía y se detuvieron frente a Misael, que estaba en el puesto de choripanes. Se escucharon “cinco o seis disparos” a mansalva. Y más tarde los peritos recogieron once vainas. Misael agonizó varios minutos y los médicos no hicieron más que declarar legalmente su muerte.

Tenía un disparo en la cabeza y múltiples en el pecho. En el desquicio también fue herida una mujer de 35 años, Mariela M., quien recibió un tiro en la espalda cuando se arrojó sobre su hija más chica para evitar que los plomos la alcanzaran, según relató en el Hospital Clemente Álvarez a los detectives.

El móvil de lo ocurrido asoma escurridizo entre versiones de vecinos que poco se animan a hablar. Desde el entorno de Misael contaron por datos “de oídas” que una mujer fue quien le disparó. “A Misael lo confundieron con otro chico”, aseguraron, y dijeron que la homicida actuó en venganza contra un joven que violó a su pequeña hija y suele andar por la zona, de contextura similar a la víctima. Por eso pidieron: “Tiene que ir preso el que violó, y la mujer que mató a Misael”.

Agregaron además que la autora de la agresión se escondió en una vivienda cercana a la escena del crimen, “donde venden droga”.

Fuentes del caso, sin embargo, barajan la hipótesis de que el ataque se dio en el marco de conflictos por el narcomenudeo. Y señalaron que el ataque tenía como blanco la ranchada de un tal Wily, apuntado como vendedor de drogas en la zona, hermano de la mujer herida. “El sábado lo hirieron al primo de Wily y el domingo, después del ataque, también fueron a tirar”, aportó una fuente que de todas maneras no descarta ninguna de las hipótesis. En ambas, directa o indirectamente, aparece un trasfondo de violencia derivada del narcomenudeo en un lugar marcado por la pobreza estructural.

En las redes se sumaban varios mensajes para despedir a Misael; el lunes una caravana de jóvenes en moto acompañó sus restos hasta el cementerio. «Fue muy difícil despedirme de vos, mi morocho bello, te voy a extrañar muchísimo. No caigo y no entiendo por qué a vos si sos un gran pibe que ni broncas tenía, que todos queríamos y valorábamos», lo despidió Noelia.

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