El escritor y crítico Patricio Pron (El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan (2010), El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia (2011), Nosotros caminamos en sueños (2014), entre otros libros de relatos y novelas) ostenta desde hace poco un lugar único entre quienes se dedican a la literatura y nacieron en Rosario. Radicado actualmente en España, Pron acaba de ganar el Premio Alfaguara en su edición XXII con su última novela, Mañana tendremos otros nombres. Autor ecléctico por naturaleza –las temáticas de sus textos son variadas aunque las recorra una misma línea de puntos de vista–, Pron aborda ahora una historia de amor con singularidades efectivas, anclada en los tiempos que corren, es decir a partir de que al espacio amoroso lo atraviesan las redes sociales, las aplicaciones, algoritmos que definen los comportamientos –sino el de todos, sí el de muchos– de una amplia porción social. Sobre la forma en que se dan los contratos amorosos y tienen lugar o terminan en fugaces contactos; en cómo las imágenes –incluidas las pornográficas, claro– y las demarcaciones de empatía determinan los fraccionamientos clasistas se sirve la novela para abordar la generación Tinder, esa que puede descartar a personas con el movimiento de un dedo y que se banca que las nuevas tecnologías tengan acceso a su intimidad. Pero Mañana tendremos otros nombres es también una novela acerca de una relación que termina y de cómo a sus protagonistas les queda un largo camino por recorrer con muchísimos interrogantes, entre los principales los de la paternidad y la maternidad. Una novela de cómo él y ella –así estarán nombrados ambos protagonistas– tienen más dudas que certezas y de cómo esa separación transformará sus vidas, intersectada por amigos que tallan sus propias ideas del caso pero que apenas son faros que alumbran un momento o se apagan dejando a la deriva. Una novela que se impone dar una vuelta completa. En ocasión de presentar Mañana tendremos otros nombres en Rosario, Pron se refirió a su libro, a su modo de entender la literatura –la propia sobre todo– y a lo que significa este premio, uno de los más importantes en lengua española. El acento de Pron ya no es el rosarino, sino el español, y de ese modo se lo escucha.
Motivaciones
“La motivación principal cuando escribí esto venía a partir de que entendí que cuando te casas es el final de una trayectoria, que invalida otras posibilidades; cuando lo haces convencido, hay un montón de cosas que ya no van a funcionar, y esas cosas pueden servir para el ámbito de la ficción. Hablando con amigos vi que estamos transitando de un régimen de moralidad a otro y cuestiones como la devaluación del concepto de consentimiento, la cuestión de la morigeración de las asimetrías entre hombres y mujeres, estaban condicionando la forma en que muchas personas conciben el deseo amoroso y se aproximan a él y esto lo hacía especialmente interesante para mí, sentía que era necesario escribir acerca de eso”, apunta Pron.
Tecnologías en la ficción
En relación a si esta propuesta que bucea en las posibilidades de la experiencia amorosa contemporánea exigía una novela y no un ensayo, Pron explica: “Me parecía que siguiendo a estos dos personajes, este él y esta ella, se podía dar cuenta de una experiencia universal, tiendo a pensar en términos ensayísticos pero la ficción me permitía no ser asertivo, porque la no ficción te obliga a tomar un posicionamiento moral, que a mí no me interesa, este libro no le dice a las personas cómo tienen que vivir sus experiencias amorosas, más bien invita a preguntarse acerca de cómo pensamos eso en este momento”. Pese a todas las interferencias, los despliegues, las concentraciones, lo que tiene que ver con los tips de las nuevas tecnologías y sus dominantes estrategias, de la lectura de Mañana tendremos otros nombres surge que lo fuerte en la trama es ese amor romántico. Acerca de si lo pensó así, Pron dice: “A veces podemos pensar que los problemas del amor, románticos podemos decir, están atravesados por un solo eje, el de la reproducción, que es fundamental y es el que termina disolviendo las parejas. Rompe parejas de forma muy dolorosa, a veces la paternidad parece que puede ser dirimida mediante el diálogo y no es así, debido que se constituye como una instancia prerracional, las personas que quieren tener niños no están pensando en los condicionantes económicos o políticos. Era un tema importante para mí, que tengo esposa, afortunadamente no nos interesaba ser padres y esto nos liberó de tener que convencer al otro o dirimir una circunstancia que podía haber llevado a romper la pareja, pero en un momento fue un tema que hablamos, y mi psiquiatra me dijo que me quedara tranquilo que no estaba psicótico, porque la naturaleza desarrolla en la gente un mecanismo para que se reproduzca”. ¿Una pulsión? “Sí, si no tienes esa pulsión no la puedes crear, no estás psicótico, la versión técnica de lo que dicen las viejas: “Si lo piensas no lo tienes”. He visto muchos amigos que abjuraban de la paternidad y ante el deseo de sus parejas han tenido niños y lo consideran la experiencia más completa que tuvieron en sus vidas, pero también condiciona una gran cantidad de cosas. Cuando me pienso en relación con ellos, pienso que se requería una valentía que yo no tenía y eso es el punto más autobiográfico del libro; creo que el narrador, el él de la novela, comparte conmigo que no tiene una opinión formada sobre estos asuntos, cuando observa a su alrededor descubre que la paternidad viene a resolver algunos problemas muy prácticos pero que no se puede pensar en la paternidad como una forma de resolver los problemas prácticos”.
El poder del algoritmo
En cierto tono del libro hay muchas cosas que parecen pertenecer a la propia esfera íntima de Pron. “Cuando uno aborda la intimidad de otras personas en una novela lo hace inevitablemente desde la propia intimidad, que es la que mejor conoce; en ese sentido hay mucho de la forma en que yo miro al mundo, concibo las relaciones, incluso las sexuales, que permea por completo las experiencias de los personajes. Leí ensayos sobre el tema, estudié estadísticas y también charlé con amigas y ellas me contaron lo de los chats, lo de fotografías con pijas gigantescas, experiencias que tuvieron, esas cosas no me pasaron a mí sino a personas cercanas y me ayudaron a completar el retrato de una experiencia amorosa contemporánea mucho más compleja de cuando nosotros comenzamos a formarnos sentimentalmente y que producen de alguna manera una transformación en el terreno romántico, transforma esa experiencia en un objeto de consumo: con una aplicación puedes descartar personas o elegir otras en nombre de tu propio placer hedonista porque es el momento en te prestas a que algún algoritmo penetre en el ámbito de la subjetividad. Generalmente los algoritmos en esta clase de aplicaciones buscan coincidencias en el ámbito del estudio, la zona en donde vives y el ocio, tres cosas que son marcadores de clase, de tal manera que la movilidad de clase es eliminada por el algoritmo, no vas a conocer nunca otro sector social, es decir la fantasía romántica que articula todas las telenovelas la de la «chica pobre conoce hombre rico» queda invalidado por un algoritmo, del cual no sabemos nada”.
Tomar posición
La escritura literaria es una ampliación del conocimiento, de la experiencia; en este y otros libros de Pron está muy marcada esa posibilidad de reflexión. “La literatura que me interesa es la que nos invita a pensar sobre la forma en que pensamos, la que aporta una discusión que yo concibo como pública acerca de determinados temas, creo que esa literatura, que no se corresponde ni con las urgencias del periodismo ni con el tono aséptico de lo académico, produce otras cosas, que lleva a que la lectura sea más potente porque obliga al lector a tomar posición en relación con la pregunta de si lo que lee lo dice el autor de verdad, si le ha pasado o no, si es verosímil, todo esto opera en el ámbito de la ficción”
¿Había pensado Pron que podía ganar este premio? ¿y qué cambia ahora para él? El autor explica: “Tenía una posibilidad entre 700 y no me hacía muchas ilusiones pero confiaba en el libro, el premio supone además hacer una gira de promoción durante todo un año, lo cual es interesante pero al mismo tiempo agotador, el día que me avisaron que gané estaba abriendo mi computadora y viendo a qué me iba a dedicar este año. En algunos casos, premios como éste constituyen una ratificación de lo que uno está haciendo y de las conjeturas que se hacen acerca de cómo funciona la obra y hacia dónde se tiene que ir, después hay una diferencia en cómo esos libros son leídos y la forma en que se escribieron, y hay que diferenciar que éste no es un premio a mí mismo sino al libro que escribí porque se corre el riesgo de que se convierta en un monumento de uno mismo, una pésima idea para el escritor que todavía está emocionalmente vivo”.