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El aporte de las mujeres a la Geología, Paleontología y Antropología

Se presentó el libro “Mujeres de las Piedras” escrito por el investigador del Conicet Sebastián Apesteguía y la estudiante de paleontología Fernanda Castaño

En un acto realizado en el auditorio de la Universidad Maimónides, se presentó el libro “Mujeres de las Piedras. Breves biografías de algunas geólogas y paleontólogas que nos precedieron”, escrito por el investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), Sebastián Apesteguía, y la estudiante de paleontología en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (UBA), Fernanda Castaño.

El texto es una recopilación biográfica que recorre no sólo los aportes a las disciplinas sino que rescata el rol de la mujer en la ciencia, que muchas veces se ha invisibilizado.

Son trece capítulos que recorren los diferentes periodos históricos y espacios geográficos. Repasa la historia de las mujeres pioneras de los siglos XVIII y XIX en Norteamérica, Europa y Oceanía y avanza con el relato sobre las investigadoras latinoamericanas del siglo XX y XXI.

En este marco, durante la presentación, a través de fotografías originales de las protagonistas, que fueron editadas para darle más animación al lector, Fernanda Castaño explicó el término “efecto Matilda”, que describe el fenómeno del sesgo contra el reconocimiento de los logros de aquellas científicas cuyos nombres quedaron perdidos u olvidados por la historia, o cuyos descubrimientos fueron atribuidos a sus compañeros masculinos o a los hombres que los investigaron más tarde, como ocurrió con Mary Anning.

Otro buen ejemplo que evidencia el texto es el caso de Mary Woodhouse, más conocida por su apellido de casada, Mantell, quien descubrió el primer iguanodonte. Este descubrimiento fue reconocido a su esposo, el famoso Gideon Mantell.

Durante la presentación, los autores aseguraron que la iniciativa conjunta de realizar el libro parte del interés individual de cada uno en rescatar historias sobre mujeres en la paleontología que habían sido injustamente olvidadas.

“Fernanda ya había desarrollado varios artículos de mujeres paleontólogas de distintos países, principalmente del hemisferio norte. Y de mi parte contaba con la información y saber de las más locales, de las del sur. Y terminamos aportando muchos más datos de los esperados que se recopilaron y hoy dan sentido a la recuperación de esas voces que fueron y son fundamentales en la historia y desarrollo de la ciencia”, señalo Apesteguía.

Dentro de los relatos de estas historias de vida también se reflejan las marcadas prácticas con sesgos de género, por ejemplo, en los casos de mujeres como Eileen Guppy, graduada con honores en Geología en la Universidad de Londres, que debió permanecer soltera pues hasta 1975 las mujeres contratadas por el Servicio Geológico Británico debían renunciar si contraían matrimonio.

También Erika von Huene, hija del brillante paleontólogo alemán Friedrich von Huene, una de las primeras paleontólogas de vertebrados de la Alemania de preguerra, graduada con notas altas y con la intención de seguir los pasos de su padre en la Universidad de Tübingen, pero para cuando obtuvo su doctorado, la política alemana negaba puestos relevantes a mujeres.

El libro Mujeres de las Piedras es una invitación a conocer la historia, el compromiso, los obstáculos y la perseverancia de las pioneras y referentes actuales en estas disciplinas de Argentina.

Por ejemplo, la famosa escultora salteña Lola Mora, quien ideó el primer proyecto de subterráneo y galería subfluvial para la ciudad de Buenos Aires y un trazado de calles para la ciudad de Jujuy. Ella fue también investigadora y pionera de la minería nacional y del estudio de los hidrocarburos no convencionales.

Otra de las historias de vida que se aborda es la de Zulma Brandoni de Gasparini, quien nació y estudió en la ciudad de La Plata.

En su trayectoria fue dirigida por Rosendo Pascual, un especialista en mamíferos, y se le brindó un tema que nadie abordaba entonces: los reptiles marinos (plesiosaurios, ictiosaurios, mosasaurios y cocodrilos marinos) llegando a ser una referente a nivel mundial.

También fue la primera mujer latinoamericana en publicar acerca de dinosaurios. Dirigió la Asociación Paleontológica Argentina (APA) entre 1983 y 1985. Fue una gran formadora de investigadores e investigadoras. Le fue dedicado el dinosaurio Gasparinisaura.

“Las mujeres de otros lugares del mundo, particularmente hablando de las de Estados Unidos y de Europa Occidental, han tenido la avanzada, han sufrido los primeros tiempos de discriminación contra las mujeres en las ciencias. Y bueno, el contacto de estas mujeres, una vez que comienzan a hacerse visibles en el hemisferio norte, impulsa a las paleontólogas y geólogas de otros lugares”, preciso Apesteguía

Y agregó: “Por ejemplo, Mary Stopes quien fue a Japón por temas científicos, pero terminó también activando la semilla del feminismo y a la vez del rol de las mujeres en las ciencias. En Argentina no ha habido grandes problemas con la inclusión de las mujeres en la geología y en la paleontología, y de hecho existen desde hace mucho tiempo, pero sin embargo nunca habían llegado a los roles importantes, excepto por ahí a partir de los años 60 y 70 cuando acceden a la jefatura de la Asociación Paleontológica”.

Por su parte, Castaño concluyó diciendo: “De estas mujeres rescato fundamentalmente su coraje, su tesón, su temple. Y también el sentido de hermandad porque estas pioneras armaron una red de divulgadoras, traductoras, ilustradoras, sufragistas y geólogas de campo”.

Al finalizar el encuentro, la paleobotánica e investigadora del Conicet en el Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia”, Georgina M. Del Fueyo presentó algunas de las actividades científicas que ha desarrollado en el trayecto de su carrera, y destacó:

“Soy una de esas mujeres que encontró allanado el mundo de la paleontología por todas estas pioneras que hoy nos presentan. En mi caso ser mujer no fue un condicionamiento para hacer ciencia, siempre tuve un propósito claro y conté con el apoyo de mi núcleo familiar y esa vocación fue estimulada por mis directores, entre ellos Sergio Archangelsky, mentor de la Paleobotánica Argentina”.

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