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El área de Género y Sexualidades de la UNR presentó la Cátedra de ESI

La Cátedra de Educación Sexual Integral contempla una serie de acciones, entre ellas un proyecto de extensión llamado “Nosotres contamos”, elaborado de forma conjunta entre los estudiantes del Superior de Comercio y el Politécnico, y la Federación de Estudiantes Secundarios de Rosario

VICTORIA ARRABAL / UNR

La Cátedra de Educación Sexual Integral contempla una serie de acciones, entre ellas un proyecto de extensión llamado “Nosotres contamos”, elaborado de forma conjunta entre los estudiantes del Superior de Comercio y el Politécnico, la Federación de Estudiantes Secundarios de Rosario, docentes y referentes de movimientos feministas y de la diversidad sexual local.

El objetivo del mismo es construir narrativas audiovisuales sobre el movimiento feminista y cómo este proceso fue modificando los vínculos en las escuelas. “La cuarta ola viene denunciado las violencias sexistas al interior de las escuelas, interpela a las instituciones educativas por su falta de herramientas para abordarlas con eficacia y también demanda la implementación de la ESI y la legalización del aborto. Estas narrativas vienen a rescatar la memoria y las proyecciones del clima de época”, explicó la secretaria de Género y Sexualidades de la UNR, Florencia Rovetto.

Otro proyecto recoge parte de las demandas de los estudiantes y los propios docentes sobre generación de espacios de actualización y capacitación para profesores de las escuelas preuniversitarias. A esto se suma la elaboración de un procedimiento específico de abordaje de la violencia sexista en las instituciones. Y a partir del año próximo se implementará un programa universitario de promotoras contra la violencia de género que surgió hace dos años en la Facultad de Ciencia Política y se fue extendiendo a otras Facultades.

“Asumimos el compromiso en la construcción de una universidad libre de violencias machistas por eso la cátedra es fundamental”, sostuvo el rector Franco Bartolacci y agregó: “Me hace muy feliz que nuestra Universidad tenga en la centralidad de la agenda algo por lo que se viene luchando desde hace años.”

Desde el escrache

Hace dos años en las escuelas preuniversitarias de la UBA, Carlos Pellegrini y Nacional de Buenos Aires, comenzaron a darse una serie de escraches por parte de las chicas a sus compañeros debido a casos de abusos que llegaron a ser 80 en total.

La doctora en Ciencias Sociales por Flacso Argentina, Eleonor Faur, entrevistó a más de veinte estudiantes y docentes y realizó una investigación acerca de cómo se gestaron, qué se transformó y qué aprendieron chicas y chicos a partir de una acción intensa y transformadora en la cual el mundo adulto estuvo ausente.

Faur es profesora en la Universidad Nacional de San Martín, especialista en educación sexual integral y políticas de cuidado. Es autora de los libros El cuidado Infantil en el Siglo XXI y Mitomanías de los sexos. Mujeres y varones en la Argentina de Hoy.

Las adolescentes empezaron a denunciar que los encuentros eróticos con sus pares les habían dejado muchas veces gustos amargos, se habían sentido incómodas. “Nos dimos cuenta que nos estaban usando como si fuéramos un pedazo de carne”, decían. De esta forma, el concepto de “cosificación” empezó a ser conversado entre compañeras.

Se fueron dando cuenta que había empatía entre ellas pero que cuando querían hablar estos temas con sus compañeros del centro de estudiantes, con los que militaban juntos, los varones no le daban importancia a esas problemáticas. “Estos dispositivos funcionan para seguir manteniendo una cierta jerarquía”, explica la investigadora.

Ante las situaciones concretas de abusos, Faur indagó acerca de cuál fue la respuesta institucional, dado que considera que la responsabilidad más importante está en el adulto. En este sentido observó que hubo diferentes prácticas. Algunas más cercanas a la manipulación, otras a la indiferencia por no involucrarse y “dejar que se arreglen ente ellos”.

En medio, hubo un gran nivel de angustia entre los varones escrachados debido a la marginación que sufrían. La respuesta de la escuela era cambiarlos de turno pero “eso no resolvía nada”, dice la especialista y explica que esa lógica punitivista no daba lugar a que se hablara sobre lo que estaba pasando ni se trataran de reconfigurar las pedagogías cuestionadas.

Entonces las chicas empezaron a hacer otro tipo de reclamo, visibilizando el famoso “curriculum oculto”, es decir todo lo que ocurre en una escuela de manera implícita. Por ejemplo, comentarios fuera de lugar por parte de profesores y celadores en cuanto al cuerpo, la ropa, el largo del delantal. Ahí, el equipo docente sí se empezó a sentir interpelado, según la investigación.

Luego, se dieron cuenta que ellas no querían ser punitivistas y hubo un proceso de transformación, querían modificar las prácticas. Pasaron de la idea del escrache a una máxima fuerte: “Todos los varones están escrachados”. Es decir que todos los varones tenían la capacidad de pensar en qué tipo de acciones podían reconocerse.

“Esto generó otra perspectiva”, explica Faur. Para muchos varones fue positivo, incluso escrachados, porque empezaron a poder mirar qué tenían que hacer y revisar. Decían: “Las denuncias de las chicas son espejos para nosotros”.

De allí surgieron nuevas formas de vincularse. Las chicas querían que los encuentros tengan dos principios básicos: libertad y consentimiento. En este sentido armaron instrucciones para el consentimiento: “Para una práctica en particular, es reversible, puedo estar y después no quiero avanzar”.

El lenguaje del vínculo

De acuerdo con una encuesta realizada por la Defensoría de la ciudad de Buenos Aires en el 2016, uno de cada tres varones y una de cada cinco chicas pensaban que “las mujeres dicen «no» pero en realidad quieren decir «sí».” En tanto, el 43% de los varones creían que si comenzaban un juego erótico no había derecho a cortarlo, es decir que el consentimiento no era reversible.

A partir de esta realidad, las alumnas del Carlos Pellegrini y del Nacional de Buenos Aires comenzaron a establecer las reglas, “el a, b, c” para reaprender un lenguaje del vínculo, por eso lo llamaron “pedagogía del deseo”. Faur afirma que también hay una suerte de división sexual del deseo y cuestiona ¿quién tiene derecho a desear, cuál es el deseo que vale más que el otro? teniendo en cuenta que muchas identidades femeninas se construyeron con base en gustarle a los varones.

“En el mundo adulto hay un desafío enorme”, dice la profesora y agrega: “Primero porque no fuimos educados con esa forma de pensar y además hace falta poner mucha escucha y generar mecanismos adecuados para ver cómo resolver las cuestiones”. Si bien considera necesario que las escuelas cuenten con mecanismos como los protocolos contra la violencia de género, cree que desde el punto de vista pedagógico hay mucho más para hacer.

“¿Qué es la educación sexual integral?”, se pregunta. ¿Incorporar una serie de contenidos? ¿Invitar a especialistas que den charlas? ¿O es un cambio de perspectiva en toda la escuela que pueda ir filtrando contenidos, metodologías materiales, procesos y cómo se comprometen con la currícula? “Ahí está el desafío más importante de esta cátedra”, sostiene.

Aún hoy en muchas escuelas hay dificultad y desconcierto de las autoridades acerca de cómo abordar la educación sexual integral. “Hay que salir de la lógica adultocéntrica y actuar cambiando nuestra perspectiva, encontrar espacios de diálogo a sabiendas de que no tenemos todas las respuestas, en el mejor de los casos las estamos construyendo”, dice y agrega: “Crear dinámicas nuevas de estas pedagogías de género es algo que tenemos que hacer en conjunto, adultos y chicos. Acción y acompañamiento no es bajar línea ni juzgar, pero sí asumir la responsabilidad como adultos”.

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