Las obras «Naturaleza rota», con José Guirado, y «Una cruz en el mapa», de Sandra Franzen y Patricia Suárez, de Rosario y Santa Fe, respectivamente, cerraron con altura el 9no. Argentino de Teatro, anoche, en salas locales.
Según informes de la Secretaría de Cultura de la Universidad Nacional del Litoral, organizadora del encuentro, más de 6.000 espectadores pagaron su entrada en los seis días que duró el encuentro, incluso con numerosas personas que se quedaron sin acceso en los teatros de menor capacidad.
El festival implicó una oportunidad para conocer obras y elencos santafesinos y de otras provincias, lo que consolida esta celebración anual que ya empieza hoy, según sus gestores, a preparar su edición número 10.
«Naturaleza rota» tiene como único protagonista al clown José Guirado, 31 años, nativo de esta provincia, quien dirigido por su padre Gustavo Guirado muestra con una técnica finísima las penas del amor y las dificultades por acercarse al ser amado.
Todo comienza con una muñeca luminosa sobre una suerte de catafalco, detrás de la cual Guirado va dando indicios de su presencia y a la que luego erigirá en esa mujer a la que las vueltas de la vida le impiden acceder.
Lo que hace el artista sobre el escenario podría verse, con recortes y afinaciones, en la pista de alguno de esos nuevos circos que recorren el mundo con estéticas distintas, donde la belleza visual y la pericia corporal se unen para seducir.
Lo que quizá perjudica a la pieza -estrenada anoche para la Argentina, ya que fue pergeñada en Barcelona- es el dejo canyengue, muy a la Pepitito Marrone, que utiliza el clown y que para una mayor universalidad podría transformarse en un idioma gutural como el que se usa en aquellos ámbitos.
Por lo demás, Guirado ofrece una galería interminable de recursos físicos que desatan sin más la carcajada -brazos y piernas que se acortan o se alargan, piernas múltiples, su cabeza que desaparece, gran expresividad facial- y una natural actitud infantil que le insufla mucha ternura.
«Una cruz en el mapa», dirigida por la coautora Sandra Franzen, mostró una complicada relación entre dos hermanas (Luciana Brunetti, María Flavia del Rosso) aisladas en un pueblo perdido y temerosas de las mangas de langostas que suelen asolar la zona.
Una, viuda y orgullosa de haberse sacado de encima al hombre que la «molestaba» sexualmente, y la otra, virgen y solterona, abrazada a la religión y al taller de costura al que llegará primero un filonazi local (Oscar Castellano) y luego una jovencita que huye (Adriana Rodríguez).
Hay mucho del teatro de Patricia Suárez en esta obra compartida -lo femenino, la opresión, el autoritarismo, la guerra, lo militar- y si bien hay cosas desparejas y alguna sobreactuación a desmontar, tiene el suficiente misterio como para interesar al espectador.