El próximo sábado “La Montgolfiere Molina” se presenta en Rosario, en la Feria de los Artesanos de Oroño y Wheelwright. Es, en primer lugar, una pequeña galería de arte ambulante. En su interior aloja una completa exposición de obras de pequeño formato que permiten al espectador recorrer con una mirada la propuesta artística de Jorge Molina y eventuales artistas invitados. En diálogo con El Ciudadano, Jorge Molina, un rosarino radicado en Buenos Aires, cuenta el proyecto y con él su concepción del arte y del mercado de arte en la Argentina.
—¿Qué es “La Montgolfiere Molina”?
—Es un globo aerostático que tiene 2,5 metros de diámetro por 3 de alto. Es una mini galería de arte con obras de pequeño formato. Esto tiene varias razones, se muestra una obra económica, accesible a la gente. Porque las cosas son inaccesibles desde lo económico, pero también desde lo conceptual. Un sistema de arte que expulsó a la mayoría de la gente que cree que no sabe nada de arte. La gente entra a este globo, encuentra a ese mundo, y hay obras que las puede comprar. Esas obras están hechas con técnicas que permiten que se vendan a un precio accesible. Se realizan de una manera muy artesanal, pero señalan una transferencia de otras obras.
—¿Qué precio puede tener una de las obras que se exhibe en el globo?
—Una obra de pequeño formato tradicional puede estar en los 800 o mil pesos. Pero de esta manera se puede vender a 50 pesos. Es una preocupación que hace tiempo tengo, porque ni yo le puedo comprar un cuadro a un amigo.
—¿Por qué crees que ocurren estas cosas?
—El sistema de arte esta copado por un sector elitista que a mí me cansó. Porque no podes creer que premien con 50 mil pesos dos zapatos con calamares que se pudren, con una bolsa de nylon que los tapaba, donde el efecto más importante es el olor.
—¿Dónde ocurrió eso?
—Fue en Arteba. Donde además les dieron a los artistas 12 mil pesos antes, para que se produzca. Pero en el último salón nacional que se hizo en Rosario fue similar. Se premió a un tipo que dice que es artista. Dice que hace intervenciones, que interviene el discurso curatorial de los museos. El tipo va a comprar obras, la tira al río Paraná y las dona al museo para que el museo forme la colección del río Paraná. Ante estas cosas que se premian no sé nada de arte. De esa manera se espanta a la gente.
—Sobre esta cuestión de hacer algo que no se entienda, o abstracto, no tiene que ver con tu obra.
—Yo hice una exposición, la más importante, en el Congreso de la Nación. Fue mucha gente común, incluso la gente que labura en el Congreso. Y algo que me enorgullece, es que en el libro de la muestra me escribieron las personas que limpian en el Congreso que les había gustado la exposición. Te dicen, “por fin algo que se entiende, yo no entiendo nada de arte pero qué lindo esto”.
—¿Que el arte sea popular y para todos te resulta importante?
—Ese fue mi disparador para este proyecto. Lo estoy haciendo en una feria de artesanos y nadie te dice “no entiendo nada”, la gente siente que es algo cercano.
—¿Por qué te inclinas por este tipo de arte?
—Es una elección que tiene que ver con mi propia historia de barrio, de haber querido mucho a la gente de Refinería. De haber vivido en una familia de mucho laburo, donde nadie era artista. Siempre me preocupó cómo hacer que esto que me salía naturalmente hablara también de mi vida con mi familia, con mis amigos, con mi barrio. También está eso que me pasa con la música popular, con mi militancia en el barrio. Yo sé pintar, pinto. ¿Y cómo lo devuelvo? La Universidad Nacional de Rosario me la pagó la gente.
—¿Cómo son tus exposiciones? ¿Dónde mostrás tus obras?
—No expongo en galerías de arte, las detesto. Te invitan, pero cuando vas a hablar tenés que pagar para exponer. En la Feria del Libro de Buenos Aires expuse los collage de pinturas en la piel. Uno habla de Rosario, otro de Buenos Aires y otro del país en general. Y pasó más gente por ahí que en cualquier galería de arte.
—También hiciste murales en Francia.
—En Francia pintamos tres murales, uno pedido por una intendencia con 60 vecinos de un barrio que es como un Fonavi. En ese mural la gente pintó la cantidad de países que conviven en ese vecindario. Los vecinos pintaron 30 banderas, que son las nacionalidades que conviven. Fue un mes de trabajo.
—¿Cómo se trabaja con tanta gente?
—Son murales participativos. Se hacen los bocetos y la temática se discute con la gente. Fueron 60 vecinos los que pintaron, pero participaron muchos más en la elección de los temas.
—¿En Argentina también hiciste murales?
—Hice algunos para empresas que me lo pidieron. Y doy clases de murales en Barracas. En Rosario trabajé con escuelas, con filete colectivo. Pintamos el mural de la ex Jefatura, y con los chicos de la escuela de Alberdi y Almafuerte, la 9 de Julio. Allí pintamos con los chicos de 7° grado un mural con un pibe de Hijos que fue un intercambio, todavía está pintado. Y lo más cercano que hice fue participar del proyecto “Nacen mil Flores”, un proyecto del Frente Para la Victoria. El mural de lanzamiento del proyecto en Santa Fe a través de Agustín Rossi, como mural de iniciación pintamos un mural en una escuela de barrio Rucci.
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