Es bueno mostrarnos autocríticos de las situaciones que protagonizamos y nos llevaron a momentos distantes de felicidad, pero después de comprender los errores cometidos necesitamos modificar dichas situaciones, ya que, de no hacerlo, resultaría lógico que volviéramos a tropezar de nuevo con la misma o las mismas piedras.
Una vez que lo captemos y empecemos a salir de la ignorancia para entrar al conocimiento, debemos ser indulgentes con las fallas cometidas, porque fueron producto de una personalidad errática que hemos dejado atrás, a cambio de otra que ahora poseemos.
También resulta importante aceptar que las situaciones adversas siempre van a suceder; lo fundamental es nuestra actitud ante ellas. El Talmud, que es un libro sagrado y hermoso, reafirma el concepto de la flexibilidad asegurando que “las cosas son como somos, de acuerdo al grado de despertar o adormecimiento de cada uno”, léase según la consciencia elevada o la conciencia chatita que nos identifique.
A mí me gusta definir a la flexibilidad con la figura del bambú, que tanto usan los chinos: Capaz de doblarse, aunque sin quebrarse. ¿Por qué no se quiebra? Por lo flexible, lógico, y porque su raíz está firmemente anclada a una base sólida. El junco, otra planta, representa un caso parecido, porque pese a que le pasan olas y avalanchas por encima, y puede permanecer incluso un tiempo sumergido, siempre resurge hacia la superficie; hasta la famosa película Matrix nos muestra un tercer ejemplo.
Yo suelo acudir al mismo durante las charlas, donde referencio cómo Neo utiliza su flexibilidad para esquivar las balas y, luego, ya erguido de nuevo, continuar adelante.
Sin embargo la flexibilidad no queda allí; también simboliza el camino del medio entre dos extremos. La flexibilidad nos ayuda a saber elegir con equilibrio, percibiendo que las cosas no son sólo en blanco y negro sino que tenemos una gama divina de colores. Así que celebremos la flexibilidad, con o sin exigencias de por medio.
Cortar el karma negativo
¿Cuándo cortamos ese juego kármico? Cuando ya no tenemos más deseos, más apegos, más expectativas. Cuando decidimos controlar a la mente, y estamos en el presente. Entonces, el círculo se cierra cuando ya no queremos vivir en el pasado ni en el futuro, vivir aquí y ahora, no tener más deseos, expectativa, ilusiones…
El juego sólo cesa si te mantienes en ese estado, haciendo que tu vida se convierta en un eterno presente.
Todos entonces preguntan si hay que reencarnar nuevamente. Ahora pasa a ser tu elección. Ahora tú eres el amo, no es más la mente. Si quieres reencarnar, pero con otros propósitos, puedes hacerlo. No hay más necesidad de volver, como también es verdad que podemos ir a otros niveles de conciencia.
Se puede volver, porque uno es el dueño de sus creaciones; pero no podemos mentirnos nunca más en esas decisiones, sino la ley de causa y efecto no cesa jamás.
Se puede volver conscientemente, a hacer servicio, a ayudar a que más almas despierten, que es lo que vienen haciendo cíclicamente los maestros, que encarnan, para hacerle entender a tanta conciencia colectiva, cómo regresar a la fuente. Se vuelve, en esos casos, sin expectativas, ni deseos… sólo por amor.
Las creaciones mentales son tantas como posibilidades haya, y como creaciones mentales estemos dispuestos a tener. Cuando se entiende esto y se supera el juego del karma, uno crea a conciencia los mundos en que quiere estar, y las condiciones y los seres que nos acompañan.
Uno elige experiencias según su grado de conciencia, sabiendo que no dejan de ser creaciones del alma en su recorrido. La verdad está más allá de todo ese viaje.
La verdad es el comienzo y el regreso a ese comienzo. Claro que hay niveles de conciencia; pero la Conciencia universal, el todo, sólo es Uno.