Los “grises”, el grupo de senadores nacionales cuyo voto se decide sesión a sesión, ya se convirtieron en la tercera fuerza de la Cámara alta, detrás del Frente para la Victoria y la Unión Cívica Radical.
Con diez integrantes confirmados, este pelotón de legisladores se convirtió en la llave capaz de sellar la aprobación automática de un proyecto de ley pero también de enterrar cualquier iniciativa, sea oficialista u opositora.
María José Bonggiorno (Frepaso-Río Negro), Adriana Bortolozzi (PJ, Formosa), Graciela Di Perna (PJ, Chubut), Carlos Verna y María de los Ángeles Higonet (PJ, La Pampa), Roxana Latorre (PJ, Santa Fe), Horacio Lores (MPN, Neuquén), Carlos Saúl Menem (PJ, La Rioja) y José Martínez y María Díaz (ARI, Tierra del Fuego) son los ilustres integrantes del bloque gris, los resbaladizos, los nuevos transversales del Senado o los sopechosos de siempre. Sobre ellos recaen las denuncias de la UCR y el Peronismo Federal sobre la supuesta compra o canje de votos. El Senado “shopping”, como lo denomina Felipe Solá.
La oposición, con la excepción de los radicales, no ostenta una fuerza mayor. La bancada de la UCR, comandada por el jujeño Gerardo Morales, suma 17 integrantes. El atomizado Peronismo Federal araña siete senadores y los partidos provinciales otros siete. El kirchnerismo de Miguel Ángel Pichetto, tras la depuración de Bonggiorno, retiene 31 votos seguros. Aunque los fueguinos Díaz y Martínez –alineados con la gobernadora Fabiana Ríos–, más el popular neuquino Lores, son aliados prácticamente incondicionales que amplían el poder de fuego de la Casa Rosada en el Senado hasta los 34 votos, a sólo dos del quórum propio.
Vale la pena analizar la composición de los grises e indagar en las causas del surgimiento de este híbrido senatorial, ni oficialista ni opositor.
Siete de sus diez integrantes son de extracción peronista, ni kirchnerista ni disidente. El Peronismo Federal, cuyos rostros más visibles en la Cámara alta son el puntano Adolfo Rodríguez Saá e Hilda Chiche Duhalde, está huérfano no sólo de un liderazgo indiscutido sino también de un candidato presidencial que unifique ese espacio.
Allí entra a jugar el efecto Carlos Reutemann y su indefinición que provocó la diáspora del peronismo disidente en el Senado. La santafesina Latorre es un claro exponente del vacío que provoca el ex gobernador de Santa Fe habilitando otras terminales donde los grises buscan cobijo a la hora de definir su voto.
El insólito entramado del bloque radical también aporta su cuota de caos a la hora de aunar posturas en la Cámara alta. Julio Cobos no logra afirmarse como líder opositor, más allá de sus intentos por acordar políticas de Estado con el duhaldismo, y para completar el descalabro su propio partido ubica como jefe de bancada a uno de sus principales detractores, el jujeño Morales, el mismo que lo expulsó de por vida del radicalismo y ahora alienta la candidatura presidencial de Ricardo Alfonsín.
Frente a este escenario, resulta comprensible la parálisis legislativa y la imposibilidad de tratar en el Senado proyectos que avanzan en Diputados como el dictamen sobre el 82 por ciento móvil para los jubilados, la eliminación de superpoderes, la reglamentación de los DNU y la reforma del Consejo de la Magistratura.