“Los edificios no tienen nada que ver con el barrio”, resumen, de manera sencilla y clara para todos, algunos jóvenes de la zona norte. Son los que tomaron las riendas de un reclamo que en Alberdi, Arroyito y La Florida se expande de boca en boca, en la verdulería, los almacenes, las veredas: “¡Qué barbaridad! ¡Qué feo que queda!” Como ya había adelantado El Ciudadano, el proyecto del Departamento Ejecutivo para regular la construcción “detrás” de los límites de 27 de Febrero, Vera Mújica y el río –la normativa llegaría tras el receso invernal– aún no fue girado al Concejo Municipal. En consecuencia, barrios y avenidas periféricas, con la saturación y los límites impuestos por el Ejecutivo en el área central, aparecen desde hace un tiempo muy tentadores para nuevos proyectos inmobiliarios. Y así, el corrimiento de inversiones en altura a zonas tradicionalmente de casas bajas agudiza cada vez más los conflictos y las quejas de vecinos.
Hace poco más de un año que la aparición de construcciones en altura en la zona norte de la ciudad se hizo evidente. O al menos eso dicen los que viven allí. Hace menos de un año, apenas unos pocos meses, que vista la falta de regulación del segundo anillo perimetral, los vecinos y vecinas comenzaron a encontrarse, investigar y reclamar por la preservación de la identidad de sus barrios. “Nadie nos preguntó cómo queremos vivir. Nosotros tenemos costumbres y vivimos en un lugar donde queremos apreciar el río, los árboles, los techos bajos. Esa es nuestra identidad y cuando nos encontramos los edificios nos damos cuenta que eso no nos gusta”, explicó Esteban Ortega, de barrio Alberdi.
Precisamente, es la identidad del barrio lo que estos grupos de vecinos defienden, una identidad que está relacionada a vivir en un espacio tranquilo, con árboles, donde se puede “andar en bici y caminar en paz”, donde “uno se conoce con los vecinos de toda la vida”.
“Queremos cuidar y defender un estilo de vida que se va a ver condicionado. De golpe, salís y ves que hay más autos. Abrís la canilla y sale menos agua. El gas tiene menos presión. Ya no hay sol en las veredas ni en el patio de nuestras casas. Y, como si fuera poco, los edificios nuevos no se habitan: no son viviendas sociales, no todos pueden acceder”, señalaron.
Más allá de la defensa de un estilo de vida –que no es para nada menor y que es uno de los puntos que el nuevo reordenamiento, aún no tratado, contempla– las nuevas construcciones traen también consecuencias materiales. “El vecino de Arroyito, y de la mayoría de los barrios del norte, está acostumbrado a vivir en casas con una capacidad de infraestructura más o menos acomodada respecto a otra zonas. Los servicios aquí, por ejemplo, están resueltos. Pero los edificios hacen que aumente la densidad de consumo y las infraestructuras se vuelvan obsoletas”, señaló la arquitecta Yanina Nicastro, vecina de Arroyito.
“Estamos trabajando el tema hace meses. A partir de la no aprobación del segundo anillo perimetral, hace poco más de un año que comenzaron a demoler propiedades y construir edificios. Ya hicimos una presentación con 538 firmas en un tercio del barrio recorrido para que el tema se trate con urgencia, porque se dilata y crece la especulación inmobiliaria”, agrega la arquitecta.
El proyecto que no llega
El pasado 3 de noviembre, quien por entonces era secretaria de Planeamiento municipal, Mirtha Levín, junto al también ex intendente Miguel Lifschitz, presentaron públicamente la última parte del plan (luego de que en 2008 se regulara la construcción en altura en el centro y macrocentro de la ciudad) de reformulación de las normas urbanísticas locales, que prevén regular en este caso lo que el Ejecutivo denomina el segundo anillo perimetral de la ciudad, y los también llamados cordones perimetrales.
Si bien por aquel entonces Levín había prometido enviar de inmediato el proyecto al Concejo, nada de eso sucedíó. Con la llegada de Fein a la intendencia y Pablo Barese a Planeamiento se resolvió aguardar algunos meses para buscar algo más de consenso con sectores involucrados (a la cabeza están las empresas constructoras y las inmobiliarias) que aún hasta hoy, resisten la inicitiva. Tras algunos meses de debates, todo parece indicar que finalmente en agosto la normativa llegará al Palacio Vasallo (ver aparte).
Con todo, el proyecto elaborado por Levín (que todo indica que al final casi no se modificará) apunta a reordenar los sectores que están “detrás” de 27 de Febrero y Vera Mujica, los cuales, en líneas generales, abarcan desde el barrio Arroyito, en la zona norte, hasta bulevar Segui en el sur, y Felipe Moré en el oeste. Hay un factor esencial en esta iniciativa: cuanto más se alejan las manzanas del centro, menor es la altura máxima permitida para construir. A grandes rasgos, los límites impuestos en los sectores residenciales hará que sólo se pueda llegar hasta los 15 metros en algunos, 13 en otros, y 10 en otros; es decir, una planta baja más dos pisos o no más que una planta baja más un solo piso, según la zona.
Por otro lado, las avenidas importantes tendrán como característica común, según avala el proyecto, que su uso dominante sea para viviendas colectivas, y por tanto de más altura. Así, por ejemplo, en Avellaneda, Eva Perón, Mendoza, Pellegrini y Alberdi estará permitido construir de 6 a 30 metros, lo que equivale a una planta baja y nueve pisos de máximo.
Lo cierto es que mientras la llegada al Concejo de la reglamentación se dilata, la inversión privada se sigue corriendo con fuerza a barrios como Echesortu, Alberdi o Arroyito. También por estas horas hay proyectos para levantar edificios en Fisherton, e incluso en avenida Arijón y avenida del Rosario, a kilómetros al sur del área central.