El Hincha

Una vida

El buscavidas que jugó en Newell’s en los 70 y hoy vende antigüedades en San Telmo

Fue parte de un plantel lleno de estrellas. Jugo en Bolivia y en Venezuela, donde se retiró joven y vendió equipos médicos. Hace 23 años que tiene un anticuario. “Amo lo que hago”, resume


Armando Fuentes nació en 1950 en barrio Echesortu y jugó desde pibe en Morning Star. Hincha de Newell’s, no le tocó pasar por las inferiores rojinegras y pegó el salto directo a Gimnasia y Esgrima de la Plata, donde llegó con 16 años y rápidamente ocupó un lugar en el plantel de primera división. El técnico de ese momento, José Varacka, lo hizo debutar frente al Chacarita campeón de García Cambón, como volante por derecha, pese a que él era marcador central. En ese equipo de Gimnasia jugaban figuras como Hugo Gatti, Ricardo Rezza y Delio Onnis, entre otros. Pasaron más de 50 años de aquel partido y Armando todavía no le perdona ese movimiento táctico. “Yo no había jugado nunca en esa posición. Sí había jugado como volente central, pero como ocho estuve perdido todo el tiempo. Así que jugué, pero no jugué. Yo no sabía ni como pararme en la cancha. Después vino y me dijo ‘le di la oportunidad’. Yo le dije que estaba quemando mi carrera de jugador, al ponerme en un puesto en el que no jugué nunca en mi vida. No le gustó, discutimos y le pedí que me diera la libertad de acción. Y ahí me llevaron para Newell’s Old Boys de Rosario. Eso fue en 1971-72”. Fuentes compartió equipo con jugadores de la talla de De Rienzo, Jara, Solórzano, Martínez, Obberti, Zanabria, Silva, Santamaría, Capurro, Rebottaro, Berta, Montes, y con el Gitano Juárez como técnico. Con semejante plantel, tuvo pocas oportunidades, aunque jugó algunos partidos como titular, y tras dos temporadas en la lepra se fue a jugar al Blooming de Bolivia, para pasar al año siguiente al fútbol venezolano, donde se quedaría hasta su retiro del fútbol, muy joven, a los 27 años.

Fútbol venezolano y venta de insumos médicos

En Venezuela jugó en el Acarigua Fútbol Club, en ese momento pentacampeón, con participaciones en Copa Libertadores. Luego pasa a Barquisimeto, un equipo donde llevó a jugar, entre otros, al arquero Eduardo Quinto Pagés, quien había debutado en Newell’s y tendría luego una identificación plena con Central Córdoba de Rosario. En ese club, Fuentes tuvo una lesión en los aductores, de la que nunca se pudo recuperar. “En esos años, esos países eran puro béisbol. Los médicos deportólogos no existían. Eran todos especialistas de brazo. Tuve una lesión de aductor, no dimos con la tecla, me recuperaba y me volvía a lesionar, y siendo muy joven tomé la decisión de retirarme”.

En ese momento, casado, con dos hijos, Fuentes escuchó el consejo de “unos compadres italianos” y se puso a vender para “una empresa de material quirúrgico” que era propiedad de un argentino. “Cuando empecé a trabajar, pasaba por la clínica donde tenía que entrar para vender y me daba vergüenza y seguía caminando. Volvía, daba unas vueltas, me decía ‘tengo que entrar’ y tampoco me animaba. Hasta que encontré esa fuerza interior para dar el primer paso. Y me fue bien”, relató.

Tan bien le fue que al poco tiempo montó su propia empresa: “Un día hablé con el dueño de la empresa y le dije: ‘Señor, le propongo algo. Yo tengo ganas de crecer y me gustaría ser independiente. Le hago una propuesta de trabajo, usted elimina un vendedor, no tiene responsabilidad de pagarle sueldo, me nombra distribuidor en la zona y lo libero de compromiso. Yo le compro la mercadería a usted y la vendo´. Le pareció bien y lo hicimos. Monté una distribuidora médica, me fue bien, conocí muchos médicos´…”. Pasado el tiempo también se dedicó a importar “cosas usadas desde Estados Unidos”. “Siempre he sido emprendedor. Me gustan los desafíos”, le explicó a El Ciudadano el ex jugador de Newell’s

El regreso a la Argentina

Cuando todo marchaba sobre rieles, en 1995, un problema de salud de una de sus hijas lo obligó a volver a la Argentina. “Pensé en tomarme un año sabático a ver qué podía inventar de nuevo en nuestro país, porque llevaba 17 años jugando afuera. Ahí encontré algo parecido a lo que yo hacía en Venezuela. Necesitaban un vendedor de material médico, pero de nefrología. Cuando le conté mi historia al dueño de la empresa, un médico, me dijo que en cualquier momento me instalaba por mi cuenta. Y le respondí: “Doctor, es un riesgo que tiene que correr”.
Después de cinco años en esa empresa, buscó independizarse nuevamente y pasó a ser distribuidor. Y al poco tiempo empezó a fabricar productos de nefrología.

La llegada al mundo de las antigüedades

Tras una crisis generada por el atraso en los pagos del Pami, Fuentes decidió volver a Venezuela, donde empezó a trabajar en una inmobiliaria y conoció a un abogado al que le gustaban las antigüedades y tenía en la casa “un montón de cosas usadas”. Y en un momento le sugirió: “Doctor, ¿por qué no monta una casa de antigüedades?”. Consiguió el lugar y se encargó de la venta.

Después de un tiempo volvió a la Argentina, donde mantuvo la actividad en un local que consiguió en San Telmo. “Empecé con un socio, después seguí solo. Y así, poquito a poquito, hace 23 años que estoy dentro del antiguo Mercado San Telmo, en la calle Defensa 961, locales 113 y 114”.

“Al principio no sabía nada. Siempre me gustó aprender en todo lo que yo hacía. Fui aprendiendo y estudiando. Antes se estudiaba con los libros. No teníamos como ahora Google. Teníamos que leer libros gigantes de pintura, de arte, de porcelana, de platería, las distintas firmas, la española, la francesa…Y uno se la pasaba estudiando”, explica Fuentes. Y agrega: “El secreto es estudiar y saber comprar, porque vender vende cualquiera”.

“Hasta el día de hoy, y siempre va a ser igual, fallecen los abuelos y la gente que queda, que las cosas no le gustan, van al negocio y te las venden, o te piden que pases por la casa, lo lindo de buscar y encontrar, y llevás cosas que no conocés, y te da intriga saber de qué se trata esa pieza. Eso es lo lindo que tiene el anticuario”, se entusiasmó.
“Yo tengo que estudiar para vender un encendedor. Saber cuál es el mejor del mundo. Es así en todas las cosas”, explica.

A la hora de explicar la demanda de antigüedades, explica: “La gente compra y busca lo que le trae nostalgias de su vida. Recuerdos de su padre, sus abuelos, coleccionan desde lo más tonto que puedas creer hasta lo más importante”.

“La edad no me frena”

“Yo soy un buscavidas. Amo lo que hago, porque lo hago de corazón y me ha llenado mucho esta actividad. Me ha recompensado también. Y siempre estoy buscando si hay alguna cosa nueva por ahí. Siempre estoy intentando cosas. La edad no me frena. Como he sido deportista, sé que siempre hay que seguir para adelante.

“Miro los partidos de fútbol, pero soy selectivo. Soy de Newell’s Old Boys, pero no fanático, analizo. Cualquier equipo que juega lindo lo sigo, por ejemplo el River de las últimas décadas. Todo aquel que le dé vistosidad al juego”, se sincera sobre sus gustos futbolísticos.

“Hace un tiempo me llamaron de Rosario y me dieron un diploma. Había un montón de jugadores, pero había uno que yo admiré siempre, y no lo había visto jugar: Federico Sacchi. Vos lo veías entero, bien parado, alto, fino, como jugaba al fútbol. Y otro que admire mucho fue Alfredo Obberti. Era goleador y jugador de fútbol. Un crack”, reflejó sobre sus preferidos en el fútbol.

A la hora de repensar su vida de buscavidas, Armando reflexiona en la posibilidad que tuvo en Venezuela de ser director técnico, pero hubo algo que lo frenó: “No quería hacer pasar a un jugador lo que hizo el señor José Varacka conmigo”.

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