El Instituto de Biología Molecular y Celular de Rosario (IBR), ubicado en el Predio del Centro Científico Tecnológico Conicet en la ciudad, sumará desde mañana algo más que un anexo. A 20 metros del edificio que mira a las facultades de Arquitectura y Ciencia Política en La Siberia, las obras se apuraron por estos días para alojar tres laboratorios, oficinas y sala de reuniones equipadas. Será la casa del Bio.r, una “aceleradora” de proyectos biotecnológicos, cuyo objetivo es ayudar a investigadores y emprendedores a generar productos y/o servicios innovadores. Es, simplificando, el pasillo que conectará la investigación avanzada y los resultados concretos. Para ello, además del espacio físico y el equipamiento para trabajar –que está fuera de los alcances económicos de los investigadores–, habrá asesoramiento de producción y negocios. “El científico no tiene que ser un empresario, pero debe saber traducir su idea en algo productivo”, apunta el director del IBR, Alejandro Vila.
A modo de ejemplo de lo que afirma, Vila marcó a El Ciudadano que durante una prueba piloto del programa avanzaron seis proyectos productivos ligados al sector agrícola, alimenticio y cosmético. Todos van camino a ser nuevas empresas, servicios o patentes de productos. Y a futuro, esperan poder producir a demanda de empresas de la región.
Es que Bio.r nació de un sinceramiento de los científicos locales: no comprendían del todo cuánto podían aportar al mundo del trabajo, las cadenas productivas y los servicios para empresas o fábricas de la región. Un ejemplo claro: años atrás un científico del IBR se cruzó por casualidad camino con un tambero que producía queso. El fabricante se quejaba: estaban en plena devaluación y no podía importar una enzima que está presente en los cuajos de terneros lactantes necesaria para el proceso, pero que hasta entonces se traía de afuera. “Eso es fácil de hacer. La podés cultivar por toneladas en un laboratorio y sin matar terneros ni importarla”, le dijo el científico al tambero. Así surgió un servicio y una empresa de base biotecnológica dedicada a producir la enzima que vende a tamberos y queseros. Para Vila, que es químico, es una clara muestra del potencial inmediato que tienen la “aceleradora”, que se inaugurará formalmente mañana.
—¿Qué objetivo tiene la aceleradora de proyectos?
—Viene a llenar una brecha entre el sector científico de base y las empresas. Sirve para abrir las capacidades del IBR. Es un espacio abierto a investigadores que tengan proyectos de biotecnología y quieran usar los recursos. Ofrecemos a través de la oficina de vinculación del CCT la fase desarrollo del ambiente académico. No es una empresa: una empresa se debe instalar en otro lado; pero sí puede ser la semilla de una empresa. La aceleradora ayuda a ver si puede haber un negocio y cuál sería el modelo. Puede ser hacer un convenio con una empresa para resolver una demanda efectiva, o para obtener la propiedad intelectual si se genera una patente.
—A principios de año el IBR lanzó una convocatoria interna para probar el Bio.r. Se presentaron 11 proyectos, con una alta participación de investigadores jóvenes. Luego del asesoramiento con consultores de industrias y negocio, quedaron seis.¿Cómo fue ese proceso?
—Se hizo un “coach” para ayudarlos a pensar si algo de lo que estaban investigando tenía potencial de negocio y definir un modelo. El científico no tiene que ser un empresario, pero debe saber traducir su idea en algo productivo. La gente que contratamos como consultores son personas que han trabajado en industrias. También contratamos una consultora de economía, y los proyectos se fueron afinando hasta quedar seis. No es que se bocharon los otros: la gente fue trabajando, tuvo una devolución y descartaron o pensaron que lo pueden hacer más adelante.
—¿Se buscó armar un plan de negocio para cada uno?
—Si. Hay proyectos ligados al sector agrícola, la industria cosmética, la producción y el control de alimentos. Y otros que son métodos alternativos para producir insumos de la industria más económicos. Todo tiene valor agregado. Algunas pueden llegar a resultar en una nueva patente y otros, si salen las cosas bien, llevan a crear una empresa. Queremos generar inversiones. Nos gusta el modelo que tomó Israel de articulación público-privada. El Estado debe invertir mucho para empezar. Hay riesgos que otro, un privado, no puede tomar. Luego se suma el privado.
—¿Qué futuro ven para la aceleradora?
—Nos gustaría dentro de dos años tener capitales privados que administremos. Se trata de que los capitales dejen de jugar a la timba financiera. Con esto se genera laburo. No son costos muy altos para generar nuevas empresas. Hay que crear condiciones para que la plata replique en producción y trabajo acá. Lo primero es trabajar desde la oferta: qué podemos dar nosotros a las empresas. Luego llegará el momento de trabajar a demanda: atraer gente con problemas concretos.
—La experiencia es única en el país. ¿En qué contribuye al buen nombre de la articulación público privada?¿En qué ayuda al desarrollo nacional?
—Argentina exporta 20 mil millones de dólares de soja por año. Ese número le entra a Israel por patentes, con un país de 8 millones de habitantes. Fue su política de Estado por más de una década: generar pymes con patentamiento e industrias biotecnológicas. En Argentina están los recursos naturales; si se les agrega valor dan como resultado trabajo de calidad y producción exportable. Se puede amoldar por región. En Santa Fe es la industria del alimento. Argentina tiene la posibilidad de ser un gran exportador de alimentos calificados en un mundo que a futuro cambiará su matriz energética y aumentará en cantidad de habitantes.
Servicios
El Bio.r nace para ofrecer laboratorios equipados, acceso al instrumental grande y mediano del Instituto de Biología Molecular, limpieza de material y esterilización de instrumentos más la recolección de residuos comunes y especiales. A su vez, y más ligado a la parte de negocios, se formó un equipo para dar asistencia técnica profesional en la formulación de proyectos, búsqueda de financiamiento, planes de negocios, vigilancia tecnológica y seguimiento de la propiedad intelectual. “Algunos se pueden instalar en el espacio físico o tomar sólo la consultoría que se le hizo hasta ahora. Se le ofrece un lugar, equipamiento básico, que es clave. Entonces, los fondos que debe conseguir el proyecto son recursos humanos y los insumos, más algún equipo muy raro”, señaló Vila.